♡ Capítulo 22

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   Los padres de Juliette vivían en la ciudad de Nueva York, y aunque ella se había independizado hacía ya seis años, seguía manteniendo un vínculo muy estrecho con ellos. Sostenía llamadas semanales con ambos, y procuraba visitarlos durante las festividades, como lo era el 4 de julio.

—Invita a tu novio —le había dicho su mamá, durante una llamada telefónica—, viene siendo hora de conocerlo.

—Está bien, hablaré con él... —respondió, de un modo relajado, aunque por dentro estuviese siendo presa de los nervios, porque, aunque su relación marchaba estupendamente, no estaba segura de que estuviesen listos para dar ese paso, de viajar juntos hasta el otro lado del país y presentarse como una pareja ante sus padres. La opinión que estos llegasen a tener de Christopher le era importante, ella deseaba que todos pudieran llevarse bien.

No lo vio ese día, porque debió quedarse en el hospital, tampoco al siguiente, porque había sido él quien había tenido que permanecer en la oficina hasta tarde, trabajando en sus nuevos casos, pero cuando finalmente ambos lograron desocuparse, se encontraron en el departamento de Christopher, donde le preparó una deliciosa comida cacera. Una lasaña de carne que había resultado satisfactoria, a pesar de esas esquinas tostadas que se habían excedido de cocción.

—¿Qué planes tienes para el 4 de julio? Es que pensaba reunirme con mis padres y... A papá le encanta celebrar en grande, y compra infinidad de pirotecnia, además, mamá es excelente cocinera, y, ¡vas a morir! Cuando llegues a probar su asado... —dijo y Chris le sonrió; adoraba el modo en que ella describía las cosas, y la forma en que sus ojos se iluminaban cuando hablaba de algo que realmente le agradaba.

—De acuerdo, me convenciste... Te acompañaré.

—¿Seguro?

—Sí, Jules. Muy seguro.

Adquirió los boletos a la mañana siguiente, lo hizo desde la computadora de su trabajo e imprimió los comprobantes de pago en una de las impresoras del bufete. Luego, los colocó sobre la mesa de su escritorio, de un modo descuidado, porque no tenía nada que esconder, y cuando Katlyn entró esa tarde a su cubículo, para darle nuevas instrucciones, tuvo la audacia de tomar las hojas de papel y de leer su contenido en voz alta.

—Nueva York... Suena como la perfecta escapada romántica.

—Sí, pero no es un viaje de ese tipo. Verá... Los padres de Juliette viven allá, y hemos decidido pasar las festividades con ellos.

—¡Vaya! —bramó su jefa—. ¿Las cosas entre ustedes dos van en serio?

—Sí, completamente en serio —refutó Chris, y la mujer frunció sus labios, en un gesto que parecía delatar su desagrado—. ¿Qué hay de usted? Tiene algún plan especial para este 4 de julio.

—Conrad siempre se emborracha en esas fechas y se queda dormido antes de las 9 de la noche, así que probablemente vea el despliegue de fuegos artificiales sola, desde el balcón de nuestro departamento, mientras me fumo un cigarrillo... ¿Debo de resultarte deprimente?

—No, yo solo... No entiendo por qué no le pide el divorcio, él no la hace feliz.

—Por costumbre, o tal vez sea masoquismo. Es que no siempre fue de este modo, ¿sabes? Nos conocimos en la escuela de derecho, cuando él era mi profesor, y nos enamoramos perdidamente... Yo lo admiraba tanto, por su inteligencia, y fue la primera persona en ver potencial en mí.

—¿Y cuándo se estropearon las cosas?

—Fueron esos sacrificios que empecé a hacer por él, al renunciar a mis mayores anhelos para hacerlo feliz... Poco a poco surgió el resentimiento, y un día desperté con esta sed de herir como me habían herido a mí. Comencé a engañarlo, y ahora, cada vez que Conrad me golpea, yo me follo a su hijo.

—Pues a mí me parece una locura, ¿qué cree que pasará si su marido descubre lo que usted hace a sus espaldas? ¡Podría matarla!

—Te estás excediendo, Christopher —refutó Katlyn, dándole a entender que la hora de las confesiones había terminado, y que, si quería mantener su empleo, habría de cerrar su boca. Ella era irascible y misteriosa, su personalidad lo confundía mucho—. Así que mejor ponte a redactar ese informe que te pedí, y también tráeme un vaso con agua, que me comenzó la jaqueca.

—Sí, señora —respondió Chris.


Todo lo que quiero, eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora