♡ Capítulo 30

316 39 0
                                    

    Aparcó en el estacionamiento del hospital, y desde la ventanilla frontal del auto, observó la construcción por algunos segundos. Los recuerdos le embargaron, en su mayoría dolorosos, pero que habían sido parte de esos cuatro años de su vida en los que se le había considerado un hombre desahuciado. Estuvo perdiendo la batalla contra su enfermedad, debilitándose, tras todas las cirugías y tratamientos a los que se le sometía a diario, sin dar verdaderamente con una cura, hasta esa tarde en que Juliette Rhys apareció... Ella lo cambió todo.

Vivificó su alma e incendió su corazón. Le enseñó a amar de verdad, con dulce pasión, incondicionalmente, y sin egoísmo.

Su madre decía que había sido un milagro el que recibiese ese trasplante de riñón, pero Chris pensaba que el verdadero milagro había sido Juliette, y no iba a permitir que las intrigas de Katlyn, o de cualquier otra persona, los alejasen.

Con determinación, salió del automóvil y caminó el pequeño trecho que lo separaba de la entrada del hospital.

Atravesó las portezuelas y apenas ingresar al vestíbulo, se dirigió al escritorio en el que estaba ubicada la recepcionista. Era nueva, y eso le decepcionó un poco; porque a la otra empleada, que había sido una señora morena, muy simpática, creyó poder convencerla de romper algunas reglas y dejarlo pasar a las áreas donde deambulaba el personal. A esta mujer, por el contario, apenas había logrado sacarle unas cuantas palabras.

—Lo siento, pero la señorita Rhys no se encuentra en la lista de enfermeras en servicio activo el día de hoy.

—¡Ella tiene que estar aquí! Vengo de su casa y no pasó la noche allí, tampoco ha contestado mis llamadas... Juliette no suele comportarse de este modo —insistió—. Por favor, revise la lista otra vez o... Déjeme hablar con la enfermera Jones, ¡Sophia Jones!... O con el doctor Johnson.

—La enfermera Jones tomó unas vacaciones, y el doctor Johnson está realizando una cirugía en estos momentos.

—Pues, lo esperaré —contestó con terquedad, y la mujer hizo una mueca que denotaba su irritación. Sin embargo, no pudo echarlo a la calle; porque se había sentado en una de las sillas dispuestas en el lobby, para los familiares de los pacientes, y sus acompañantes.

Chris aguardó, por largo tiempo, sin poder desligarse de esa sensación escabrosa. No sabía explicarlo, pero estaba seguro de que Juliette se encontraba muy cerca de él, y al mismo tiempo, sabía que estaba en apuros.

Observó a las personas a su alrededor, moviéndose estás de un lado a otro por los pasillos que daban al ascensor y al área de emergencias, hasta que, finalmente, vio a una cara que le resultó familiar. Se trataba de Khloe, una de las enfermeras, que había cuidado de él, cuando fue un paciente. Se levantó de la silla y corrió, para alcanzarla antes de que se perdiese de su alcance.

—Sr. Keller...—le reconoció la mujer—. ¿Se encuentra usted bien?

—No, realmente. —Su angustia era notable; respiraba con agitación y estaba sudando mucho—. Verá, llevo días sin saber de Juliette, no está en su departamento y la recepcionista me dijo que tampoco ha venido a trabajar hoy. Estoy preocupado por ella. Dígame, ¿usted la ha visto?

—¡Será posible que usted no se haya enterado! —exclamó con asombro—. Tuvo un accidente automovilístico ayer, y los paramédicos la trajeron al hospital, donde se le realizaron una serie de exámenes para determinar la gravedad del golpe que recibió en la cabeza.

—Lléveme con ella, por favor. Se lo ruego.

—Quisiera ayudarlo, pero ayer por la noche ordenaron sacarla del cuarto donde estaba, y la trasladaron a una suite en el área más exclusiva; a la que yo no tengo acceso.

—¿Quién dio la orden?

—Fue una solicitud del doctor O'brien, quien es muy influyente en este hospital... Sus padres son ricos y realizan importantes donaciones, por eso, el director nunca se niega a sus caprichos.

—Gracias, Khloe —expresó, porque al menos, gracias a ella, logró obtener algunas respuestas.

—No hay de que, señor Keller, y créame que, si llego a enterarme de algo más, se lo haré saber.

Le dio su número de teléfono, para que así pudiesen seguir en contacto. Luego, se marchó, y él pudo analizar las cosas.

Nunca se había fiado de ese pediatra, porque consideraba que había algo perverso en su persona; en ese modo en que se comportaba, siempre tratando de agradar a los otros, y haciéndose ver como un perfecto príncipe azul. Aunque por mucho que este tratase de disimularlo, su maldad se exteriorizaba en sus ojos fríos, y en su sonrisa arrogante. Dave era un desgraciado, pero Chris no le tenía miedo, porque en el pasado, al ejercer la abogacía, se había enfrentado a hombres aún más peligrosos.

Retrocedió sus pasos, y se dirigió a la amargada recepcionista.

—Señor, ya le dije...

—Ella está aquí. No como una enfermera, sino como paciente, así que hágame el favor de revisar en la computadora, que ese es su trabajo —le gritó, porque se había hartado de sus majaderías.

La recepcionista pareció intimidarse, y se desenvolvió con nerviosismo.

Puso sus dedos sobre el teclado de la máquina, hurgando entre los listados, hasta detenerse.

Se sonrojó; avergonzada por el error que había cometido, y el trato tan descortés que le había dado.

—Efectivamente, señor... —Alzó la mirada—. "Juliette Antoine Rhys" ingresó al área de emergencias ayer por la mañana, fue traída por los paramédicos de San Francisco. Fue una de las víctimas del aparatoso accidente de tránsito, que tuvo lugar en las adyacencias.

—¿Cuál fue su diagnóstico?

—Me temo que el archivo es confidencial, y solo los médicos que están tratándola pueden darle esas respuestas.

—¿Puede usted al menos decirme en que piso está?, quiero pasar a verla.

—Está en el octavo piso, que es un área restringida —le dijo, y Chris perdió la cabeza.

—¡No pueden tratarla de este modo!, y mantenerla alejada de sus seres queridos. Ella me necesita... Sé que lo hace —declaró, y luego, comenzó a gritar—. ¡Julietteeee! ¡Julietteeee!

—Señor, cálmese. Por favor.

La empleada llamó a los trabajadores encargados de la seguridad del edificio.

—No voy a calmarme —le contestó con rebeldía—. Y no me voy a ir de aquí hasta cerciorarme de que ella se encuentra a salvo.

Varios minutos pasaron, y las portezuelas de uno de los ascensores se abrieron. Dave apareció, junto con una enfermera rubia a la que Chris había visto anteriormente, pero con la que jamás había hablado.

—Tienes que marcharte, Christopher. El estado de Juliette es delicado, y precisa de reposo... ¿Cómo puedes atreverte siquiera a buscarla después de lo que le hiciste? Sé de tu aventura con esa otra mujer, a la que dejaste embarazada.

—Esas son mentiras —se defendió de sus acusaciones—. La busco porque la amo, y porque soy su novio, mientras que tú no eres más que un infeliz. —Se le echó encima y lo aferró por su ropa con violencia—. Sé que estás detrás de todo esto, y no sé qué es lo persigues al mantener a Juliette apartada de todos. Pero Dave, si le haces daño... ¡Yo voy a matarte! —le amenazó, frente a esas otras personas, y no estaba fanfarroneando, en ese momento, hablaba muy en serio.

Los guardias lo rodearon, y siguiendo las órdenes del doctor, lo sacaron a rastras del hospital.

Una vez afuera, Chris se arrepintió de haber armado ese escándalo, puesto que ahora le sería más difícil el volver a entrar.

No se había creído ni una sola de las palabras de Dave, ¡él mentía!, y le preocupaban sus motivaciones, que pudiese aprovecharse de su poder, para abusar de Juliette.

Sin embargo, no se dio por vencido.

Se juró a sí mismo que iba a encontrar una manera de sacarla de allí. 


Todo lo que quiero, eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora