♡ Capítulo 16

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La mudanza se llevó a cabo el viernes siguiente, Chris estaba muy entusiasmado, por volver a ser un adulto emancipado y tener, lo que creía, sería el control pleno sobre su vida. Aunque claro, para él fue algo triste el tener que despedirse de su madre.

—Prométeme que vendrás a almorzar con nosotros el próximo domingo —condicionó Emilia y al notar su titubeo, se mostró más seria—. ¡Hablo en serio, Christopher! No quiero que vuelvas a desaparecerte, ni a inventarme excusas para no volver a tu hogar.

—Este no es mi hogar, Ma —replicó, y, luego, se arrepintió de decirlo, porque notó el dolor que su honestidad le provocaba.

Un hogar no era el lugar donde se nacía y se crecía, sino donde una persona se concebía a salvo, donde había un sentido de pertenencia y un sentimiento de aceptación, de amor incondicional. Allí, no había habido eso, al menos no desde la muerte de James, y Chris estaba seguro de que su padre hasta descorcharía un vino esa noche, para celebrar que el hijo indeseado finalmente se largó de su propiedad. ¡Maldito viejo! Quién en ese momento los observaba sentado en su sillón predilecto, y con su eterna cara de culo.

—Pero... vendré a verte si eso te hace feliz. —La abrazó, rodeándola con sus brazos y alzándola, por unos centímetros, del suelo—. Te amo.

—Y yo a ti, cariño —contestó Emilia, con ojos llorosos. Seguía preocupada por él, pero trataba de dominarse, puesto que comprendía que no podía tratarlo como un niño. Chris era un hombre ya, y como tal, tenía derecho a hacer su vida lejos. Además, ella estaba consciente de la hostilidad que existía entre él y su padre.

Era duro, muy duro, porque había visto los quiebres en Tomas (el predicador Keller); lo oyó rezar por la recuperación de su hijo y hasta llorar a solas, cuando creía que no era observado. ¡Era muy testarudo ese hombre!, y, en eso, se parecían tanto, puesto que Christopher era igual, ninguno daba su brazo a torcer, y esa era la mayor tragedia, pensaba Emilia, el cómo estaban desperdiciando tiempo tan preciado al aferrarse al rencor y al orgullo.

—¿Estás seguro de que no quieres que te acompañe al nuevo departamento? Son muchas cajas las que llevas, y te va a tomar tiempo el poner todo en su sitio...

—Estaré bien —respondió Chris, con nerviosismo, puesto que, de improvisto, el perro se había aferrado con sus patas a una de sus piernas, mientras chillaba—. Vamos, Buddy. Déjame ir. —El animal no acató, y era tan pesado que no logró dar más de tres pasos con este encima. Así que la única solución fue tomarlo en brazos, tratándolo como si fuese un bebé, y dejarle que lo besuqueara por toda la cara.

—Deberías llevarlo contigo. —Fue Emilia la que se lo propuso—. Desde que Maggie se fue a la universidad siempre anda triste, y creo que en estos meses te ha cogido mucho cariño.

—¿Estás segura?

—Sí. Además, de ese modo me sentiré tranquila... Porque no estarás solo en ese nuevo lugar.

—¿Oíste, Buddy? Vendrás conmigo —habló al perro, quien se puso a chillar como si de verdad le entendiera. Eso le hizo sonreír, porque él también le había cogido gran afecto al canino.

El taxi le esperaba fuera, así que debió apurarse. Bajó al perro hasta el suelo para que este pudiese andar por sí mismo, y tomó la maleta que le quedaba, después, se dirigió a la salida. El empleado colocó su equipaje en la parte trasera del vehículo junto al resto de sus pertenencias, pero fue tajante al decirle que, si su mascota llegaba a mearse dentro del coche, debería pagar el doble. Por culpa del tráfico de la tarde, les llevó 30 minutos el llegar a su destino. La torre residencial quedaba en una de las mejores zonas de la ciudad, con vista al océano y un diseño moderno, muy lujoso; como lo eran todos los edificios propiedad de la empresa de bienes raíces de Conrad Smith, el marido de su jefa y accionista mayoritario de la firma de abogados para la que ahora trabajaba.

Su nuevo apartamento quedaba en el piso 9, ya lo había visto, puesto que había estado allí días antes, cuando Peter se lo enseñó y le entregó las llaves. Este también le advirtió de que otros de los empleados de la firma vivían allí, por lo que debía procurar no hacer escándalo ni violar ninguna de las reglas del condominio.

—¿Eres hetero? —Peter le había dicho después, y a Chris le causó algo de risa su actitud.

—Eso creo... —respondió jocoso—. ¿Y tú?

—Soy pansexual —reveló, y la confusión de Chris debió ser notoria, puesto que Peter de inmediato le dio una explicación—. No me atraen los genitales sino los sentimientos de la persona, lo que hay en su interior.

Le pareció bonito, de un modo sensiblero, y se lo hizo saber, luego, Peter le habló sobre su futura esposa, quien había nacido siendo hombre, pero que había pasado por un largo proceso de reasignación de sexo, y ahora, era una mujer en esencia y apariencia también.

—Vive en Londres, así que voy a mudarme... Mi familia no está muy de acuerdo, pero, estoy enamorado y no me importa desafiar al mundo, yo solo quiero estar cerca de ella. No sabes lo duro que es vivir a mares de distancia, y no poder tocar o besar a la persona que quieres.

—Te comprendo más de lo que crees, yo pasé por algo semejante con mi novia, y aunque no vivíamos en diferentes continentes, había circunstancias que nos impedían estar juntos... Recuerdo lo duro que era, el querer decirle todo esto que me ocurría por dentro, y no poder confesarlo.

Peter le sonrió, al reconocer en Chris a otro romántico empedernido. Posteriormente, salieron del edificio, y a las afueras, antes de despedirse, el hombre le dio ese consejo.

—Ten cuidado con Katlyn. Si comienza a ser amable contigo, y a hacerte regalos costosos, recuerda que: Ella nunca hace nada bueno sin esperar algo a cambio.

—¿A qué te refieres?

—No fuiste el único en postularte al puesto, y si bien es cierto que tienes tus méritos, había otros con más experiencia que tú, sin embargo, ella fue tajante al decir que te quería a ti, y vi ese brillo en su mirada, el que he visto muchas veces antes, cuando se encapricha con un hombre nuevo... Va a intentar llevarte a la cama.

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En imagen: Chris y Buddy

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En imagen: Chris y Buddy.

Todo lo que quiero, eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora