♡ Capítulo 23

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    El vuelo hasta Nueva York fue largo, de cinco horas; abordaron a las 7 am, y a un cuarto para la 1 pm aterrizaron en el aeropuerto de La Guardia (LGA). Allí fueron recibidos por los padres de Juliette. Margaret (la madre) era una mujer bajita, usaba lentes y llevaba el cabello corto. También le gustaba vestir de colores alegres, como lo era su espíritu. Era muy estridente y afectuosa, por lo que apenas ver a Chris, se le encaramó al cuello, y, bien confianzuda, le dio par de besos en sus mejillas.

—Pero ¡qué guapo eres!... Juliette, ¿por qué no me dijiste que salías con el hijo ilegítimo de Brad Pitt? —bromeó y Chris se carcajeó. De inmediato, él sintió agrado por la mujer.

El Sr. Rhys, por su parte, se mostró menos efusivo. Aunque fue amable y respetuoso, mantuvo sus reservas. Era protector con su hija, y consideraba que el muchacho todavía se encontraba en periodo de prueba.

Se dirigieron al estacionamiento del aeropuerto, donde los padres de Juliette habían aparcado su vehículo. Subieron todos a el; los dos hombres adelante y las mujeres atrás, porque les había dado por abrazarse y hacerse confidencias entre cuchicheos. Se notaba que tenían una relación estrecha, y a Chris le pareció bonito. Se preguntó cómo habría sido para Juliette el crecer siendo hija única, y hasta sintió algo de envidia, porque su infancia siempre fue sobre compartir la atención con los otros dos hijos, así como, el usar todas las cosas que James descartaba. Fueran sus ropas usadas o sus juguetes. No pensaba en ello con resentimiento, porque a pesar de todo había tenido una vida cómoda, dentro de un hogar de clase media donde la comida nunca faltó, pero siempre se sintió menos importante que el resto. James había sido el favorito de su padre, y Maggie era mimada por todos al ser la única hembra y la más pequeña, así que Chris estuvo en el medio, recibiendo el poquito de amor que quedaba disponible.

Suspiró, mientras atravesaban el puente de Brooklyn. Habían abierto las ventanas del vehículo y aunque la brisa le resultó gustosísima al incidir contra su rostro, ciertamente se percibía el esmog. Ya no estaban en California, sino en, ¡Nueva York!, Chris cayó en cuenta con entusiasmo y dejó de atormentarse por su pasado, permitiéndose disfrutar de las maravillas que veía, de cada calle y esquina, donde hallaba infinidad de referencias cinematográficas.

Aparcaron frente a una casa de ladrillos y amplias escaleras.

Ingresaron a la vivienda y allí, el Sr. Rhys fue tajante al declarar que: Dormirían en cuartos separados.

Chris no protestó al respecto, pero era un pillo y como tal se comportó. Por la noche, tras llevarse a cabo la cena, y recluirse los adultos mayores en su habitación, encontró la manera de meterse a hurtadillas en la alcoba de Juliette.

—¡No puedes estar aquí! —Él ya se había tendido sobre la cama, y buscado la proximidad de su cuerpo—. Chris, hablo en serio. Si papá te encuentra, ¡enloquecerá!, y... No quiero arruinar la imagen que tiene de mí.

—Pero si tienes 24 años y hasta hemos hablado de irnos a vivir juntos. Él ya debe sospechar que no eres precisamente una virgen.

—Bueno... No lo sabe, que planeo irme a vivir contigo, no se lo he dicho —confesó y Chris se tensó—. Es que él aún me ve como su niñita y temo que no se lo tome bien. Pero ¡se lo diré! Eventualmente, cuando ya sea un hecho, lo haré. Te lo prometo... Por este fin de semana, solo sígueme la corriente, ¿quieres?

—Mi discreción tiene un precio, Jules —expresó juguetón. Se le recostó por atrás, rodeándole la cintura y dándole besos por el cuello. Juliette suspiró, sintiéndose arder por sus caricias tan osadas, ella también tenía ganas de hacer el amor, así que acabó cediendo, pero con una condición.

—Sé silencioso —pidió, al comenzar a desvestirse. No llevaba mucho encima, por lo que esa parte le fue fácil, aunque la otra, la de no hacer escándalo, fue un poco más ardua, especialmente por esos chillidos que hacía el colchón de su cama entre meneos.

Todo lo que quiero, eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora