Se trasladó hasta el centro de San Francisco usando el tranvía funicular y también recorriendo un tramo a pie. ¡Cuán grandioso era para él poder desplazarse como un citadino más!, sintiéndose sano y joven, casi como si hubiera renacido, porque era un hombre diferente, uno que conocía lo que era el padecimiento físico, el agotamiento y la desesperanza, lo que era desear poder pararte de una cama y echarte a correr por la calle, pero estar imposibilitado de hacerlo. Y ahora que sí podía correr y hacer muchas otras actividades físicas, apreciaba la vida y la disfrutaba en su máxima intensidad. Los muchos ruidos, los colores en el cielo, en los edificios y en la ropa de la gente, aquella brisa tan deliciosa y los destellos suaves del sol de la tarde... Era algo extraordinario, y Chris no paraba de sonreír.
Horas antes, había googleado el nombre de aquella cafetería donde solía merendar con sus compañeros, cuando trabajaba en una firma, y efectivamente esta seguía existiendo, aunque ahora el local era más grande y la decoración más refinada. El negocio había prosperado y se había transformado, así como lo hizo el resto de su entorno, con nuevos edificios e incluso un nuevo centro comercial que advirtió al cruzar en una esquina.
Las novedades le hicieron concebirse como un viajero en el tiempo, porque durante los últimos 4 años su vida social había dejado de existir y para él no hubo más que hospitales y cirugías, pero para el resto del mundo la vida había seguido. Muchos de sus conocidos se habían casado y formado familia, otros incluso habían emigrado a otros países y hasta descubrió (al reactivar su cuenta de Instagram) que uno de sus colegas del instituto cambió de género y ahora era una guapa mujer llamada "Samantha".
¡Se había perdido de tanto!
Y por eso, no quería desperdiciar ni un minuto más.
Juliette notó sus ganas de vivir cuando se encontraron a las afueras del negocio. Chris se le echó encima y le dio un beso apasionado. Ella no era fan de las demostraciones públicas de afecto, pero en ese momento se dejó llevar, porque lo había extrañado. Abrió la boca para recibir su lengua y le pasó los brazos por el cuello. Después, él se apartó y con dulzura, le tomó de las manos.
—Luces hermosa —expresó, haciéndole saber que se había percatado de su vestido nuevo, y también del peinado. Ella no había estado muy segura sobre ese flequillo, pero necesitaba el cambio, uno que simbolizara ese nuevo comienzo que tenían.
—¿En serio te gusta?
—Sí... —Chris pasó sus dedos por la fina capa de pelo que ahora cubría su frente—. Te hace ver más joven, como si fueses una colegiala y yo tu perverso profesor —dijo eso último a su oído, y de un modo tan lascivo, que Juliette se sintió arder entre los muslos.
—¡Basta! —le regañó y él se rio, al notar lo roja que se le había puesto la cara—. No puedes decirme esas cosas aquí, en el medio de la calle.
—De acuerdo, me reservaré las cochinadas para más tarde, cuando estemos en la cama —respondió jocoso y Juliette emitió un resoplido. La exasperaba, porque era un diablillo que siempre trataba de seducirla, y sin importar cuanto se resistiese, al final Chris siempre se salía con la suya. Era un corrompedor, tan manipulador y ardiente. Su sola mirada la invitaba a tener sexo, y ni hablar de su sonrisa de pirata travieso.
—Hoy no vas a llevarme a la cama, Christopher. —Trató de hacerse la difícil, aunque tuviese las piernas vueltas de gelatina.
—Eso ya lo veremos, Jules —refutó él, muy seguro de sí, y disfrutando del pequeño desafío. Era casi como volver a las andadas de playboy, igual de divertido, aunque sin mezquindad, porque Juliette Rhys no era una conquista más en su lista. Ella era la mujer definitiva, ¡la indicada! Aquella a la que no quería decepcionar jamás.
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Todo lo que quiero, eres tú
RomanceChristopher Keller es un hombre enfermo de gravedad, que guarda profundos arrepentimientos. A pesar de necesitar un trasplante de riñón para salvar su vida, las probabilidades de encontrar un donante compatible parecen cada vez más escasas, y él se...