♡ Capítulo 17

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    No era de los que se dejaban influenciar por las opiniones de otros, y prefería el darse la oportunidad de tratar a Katlyn, y hacerse su propia idea respecto de su personalidad e intenciones para con él.

Por el resto de la tarde, se dedicó a desempacar y colocar todas sus cosas dentro de los estantes. El departamento estaba completamente amueblado, pero él le dio toques personales, como esa taza con la imagen de Yoda, con la que solía beber su primer café de la mañana, así como la lamparilla que colocó sobre su escritorio, y demás accesorios que había usado para decorar su antiguo departamento (aquel que tuvo antes de su enfermedad), y que habían quedado guardados en el desván de la propiedad de sus padres.

Buddy también tenía sus pertenencias, como sus juguetes, su plato de comida y hasta esa alfombra felpuda que usaba para descansar. Sin embargo, en el apuro no había traído nada, por lo que Chris debió improvisar. Le alimentó con un plato de plástico que encontró en la despensa y en cuanto a donde dormir, el perro decidió que lo haría sobre ese costoso sofá de cuero negro, y aunque intentó quitarlo, este no se movió, y emitió un gruñido furioso, a la vez que le mostraba sus afilados dientes.

Aún puedo echarte a la calle... —amenazó, y el canino manipulador, le puso esos ojitos tiernos, que harían que hasta el más frío de los corazones se derritiese—. De acuerdo, puedes quedarte a allí... ¡Pero no muerdas nada!, y si vas a mear, hazlo en el balcón.

Le hablaba como si fuese un humano y lo gracioso era que Buddy le contestaba, ladrando y hasta meciendo su cabeza.

Su teléfono móvil sonó, y Chris sonrió, porque sabía perfectamente de quien se trataba.

Juliette había llegado y traía comida, ¡fantástico!

Aunque pudo pedirle al empleado de la recepción que la escoltase hasta el ascensor, prefirió bajar y darle la bienvenida el mismo. Al verla su corazón se aceleró, es que lucía muy linda, con su cabello recogido en una coleta y aquella camisa de tiras finas, que destacaba su voluptuoso escote y cuyo tono rojo hacía un contraste muy seductor con la tonalidad pálida de su piel.

La besó, luego, le dijo: "Hola".

—Hola —contestó, toda sonrojada. Olía divino, a ese perfume (Heredera de París Hilton) que siempre usaba—. Traje pizza, supuse que estarías hambriento.

—Tú sí que sabes el cómo llegar a mi corazón —expresó, tomando la caja entre manos y dando una breve indagada a su contenido, detectó el olor a queso gratinado y el estómago le rugió, de un modo tan sonoro que hizo a Juliette carcajearse. Aunque el alimento estaba preparado sin sal, sin gluten y con lácteos desnatados para no violentar esa dieta que debía cumplir para no comprometer su nuevo riñón, tenía una pinta estupenda.

Se dirigieron al ascensor después de eso, lo abordaron y en par de minutos estuvieron en su piso. Allí, Chris descubrió que tenía competencia, puesto que Buddy pareció enamorarse al instante de su mujer. El animal se le echó encima, abrazándola mientras daba saltos para llegar a su boca.

—¡Hey! Búscate la tuya, perro —le dijo, con celos—. Lo siento, no pensaba traerlo... fue algo de último minuto.

—Es muy mono —respondió ella, mientras sobaba el pescuezo del cariñoso sabueso—, ¿tiene un nombre?

—Buddy... le pusimos así por esa película sobre un perro que daba grandes saltos y jugaba al basquetbol. Pero este no es nada atlético, por el contrario, su mayor pasatiempo es andar echado y lamiéndose a sí mismo.

Se dirigieron a la cocina, donde se sirvieron algo de beber mientras comían esa rica pizza que Juliette había comprado.

—Comes como una bestia... —la cara de Chris se había embarrado de salsa, y Juliette se la limpió con una servilleta.

—Es porque antes no podía hacerlo —se justificó—. No lo sé, es como que ahora todo me sabe mejor y todo se siente mejor, o tal vez, siempre fue así de bueno, pero yo no sabía apreciarlo.

La tomó de las manos y jugó con sus dedos, sobándolos y entrelazándolos con los suyos.

—Hagamos algo divertido —propuso, y notó esa mirada en ella, la que delataba su lujuria, pudo propiciar la intimidad en ese momento, pero quiso postergar el placer, y, por eso, sacó aquel tablero de Scrabble, que había metido en una las cajas de la mudanza, y le invitó a jugar un partido.

Juliette fue astuta al seleccionar sus palabras, también pícara, puesto que muchas de ellas constituían insinuaciones sexuales.

—Beso... Chupetón... Estremecimiento... Coqueteo...

Él no pudo soportarlo, y se echó sobre ella para paladearle la boca, sin importar que todas las piezas del juego, así como sus lapiceros y las papeletas, quedasen regadas por el suelo.

El trayecto al cuarto principal lo hicieron entre manoseos y jalones de ropa, a la vez que el viejo Buddy les ladraba, de un modo que casi parecía festivo, como si los felicitase por tener algo de acción esa noche. Toda la situación fue, en igual medida, graciosa y desastrosa, pero así eran ellos, impulsivos, pasionales y dulces, muy dulces. Porque aun cuando las cosas se descontrolasen en la cama, al final siempre terminaban abrazados y dándose besos suaves y afectuosos, la clase de besos que enaltecen al alma.

—Dejé la mitad del estante para ti, y hasta te compré un cepillo de dientes nuevo, para cuando te vengas a vivir conmigo...

—Chris, no me presiones.

—No es mi intención.

—Lo sé, pero a ratos siento como si estuviéramos en una carrera. ¡Porque todo está sucediendo muy rápido!... No sé si estoy lista para tal compromiso, y tengo miedo, a que mi vacilación haga que te alejes de mí, porque ¡te amo!, muchísimo, y no quiero perderte.

Le pareció tan joven en ese momento, tan ingenua, ¡y lo era! Ella era 6 años menor que él, por eso, comprendía su indecisión, porque cuando había tenido 23 años, lo menos en que Chris pensó fue en irse a vivir con alguien, o siquiera tener una relación monógama.

—Jules... No quiero que hagas esto por mí, quiero que tú también lo desees, y puedo esperar a que estés completamente segura —expresó, pasándole los dedos por los cabellos que ella tenía enmarañados, tras todas esas vueltas y meneos que juntos habían dado al hacer el amor—. Perdona si te he hecho sentir mal de algún modo.

—No, perdóname tú —contestó ella—... Por ser este jodido desastre.

—¡Eres perfecta para mí!, tal y como eres en este preciso instante —contestó Chris, echándosele encima de nuevo, y ella lo abrazó con sus piernas, a la vez que usaba las manos para tocarle la espalda—. Sé que sonará cursi, pero lo supe desde qué te vi, cuando entraste a mi cuarto con ese uniforme horrible y esa bandeja con vasitos de gelatina, pensé que eras la chica más sexy que había pisado esta tierra y cuando te hice reír, todo mi estómago se llenó de bichos, de estos que son grandes y tienen alas... aquel día, cuando estabas por cruzar la puerta e irte, pedí un deseo, y era volver a verte, para que así fueses mía. Nunca había querido algo tanto, y nunca he amado a nadie como te amo a ti. ¿Me crees?, cuando te digo que no son meras palabras, que esto es genuino.

—Sí, te creo... porque yo también lo siento, ¡es que te siento en todas partes!, y no hablo de cuando tenemos sexo, sino en todo momento, es como si te hubieras convertido en una parte de mí.   


Todo lo que quiero, eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora