♡ Capítulo 15

418 45 0
                                    

Chris despertó al oír la voz de su madre; ella había tomado esa costumbre, de presentarse en su cuarto para darle los buenos días, y apapacharlo como si volviera a ser un niño. La dejaba hacerlo, porque sabía que poder cuidar de él, y consentirlo, le concedía dicha; además, era agradable, el ser receptor de tantas carantoñas.

—Levántate, cariño, y ve a darte un baño, que el agua ya debe estar calentita, como a ti te gusta. Mientras tanto, yo estaré abajo preparando el desayuno —le dijo, pasándole las manos por el pelo. Chris luego se las tomó entre las suyas, y con afecto, le dio algunos besos en los nudillos.

—Gracias, Ma.

Le dejó a solas, y él, entonces, se despojó del bóxer que usó para dormir y se metió en el cuarto de baño. Vio su reflejo en uno de los espejos, percatándose de que la barba le estaba creciendo; compuesta de vellos gruesos, de color castaño claro, como lo era también su pelo, aunque de forma dispareja, por lo que él no estaba seguro de querer dejársela. Notó la marca que tenía en el cuello, de color rojo, pero ya tendiendo al morado en sus vértices; que Juliette le había dejado tras su último encuentro íntimo. Suspiró al pensar en ella, y hasta se acaloró un poco. Estar juntos era todo lo que pensó que sería, y más, ¡mucho más!, porque cada día era más intenso que el anterior, como si cada beso le supiera mejor, y al amarla, le resultaba tan bello y placentero, que a veces su corazón parecía estar a punto de un colapso. Se sentía vivo, ¡tan vivo!, como jamás pensó que podría ser posible para un hombre, y lo agradecía, porque poder estar allí, de pie, bajo el agua de la ducha, bañándose a sí mismo, sin tener que ser asistido por todos esos enfermeros, era una gran bendición. Había rogado por tiempo, y Dios se lo había concedido. Él procuraba aprovechar cada instante, y disfrutar de los pequeños detalles, como la espléndida vista que se mostraba en el ventanal de la cocina, o ese rico café que su madre le había servido esa misma mañana. Comió lo que ella le preparó con gusto, deleitándose con sus huevos revueltos, y su ración de hot cakes.

Maggie había vuelto a Los Ángeles hacía algunos días, para continuar con sus estudios superiores, por lo que la casa se concebía silenciosa, salvo por los ruidos que hacía el perro, un beagle de orejas largas y colgantes, pelaje tricolor (de tonalidades blancas, negras y marrones), y ojos castaños, que a la luz parecían ambarinos; quien siempre sacaba la lengua, lo olisqueaba, y mordisqueaba todo. Aunque ya estaba viejo, en años caninos, seguía siendo muy vivaz y se levantaba al percibir los primeros rayos del amanecer.

Chris le dio de comer un trozo de tocino, y se rio, al sentir la lengua del animal entre sus dedos.

Le sobó el pescuezo, a la vez que escuchaba a su madre hablar.

—Tengo un buen presentimiento sobre esta entrevista —le comentó ella—. ¡Te darán el puesto! Ya lo verás.

Lo mismo le había dicho sobre las seis entrevistas anteriores a las que había asistido, pero Chris no quiso bajarle los ánimos, así que se reservó su sarcasmo, y trató de seguirle la corriente.

A eso de las 8 am, salió de casa, y a pie recorrió el pequeño trayecto que le separaba de la estación donde podría coger el tranvía. Estaba algo lleno, porque muchas otras personas se dirigían a sus trabajos y ocupaciones; por lo que tuvo que ir parado y medio encaramado de uno de los tubos del artefacto. Los bamboleos eran desagradables, así como esas pendientes que parecían salidas de una montaña rusa. San Francisco estaba erigida sobre una gran colina y la ruta consistía en infinidad de subidas y bajadas.

Respiró profundo al poner sus pies sobre una superficie estable, y luego, entró a aquel edificio corporativo de más de treinta pisos y exterior brillante, por todos los cristales que tenía en su fachada.

El interior no era menos lujoso que el exterior, el lobby poseía una decoración bastante moderna, con muchas lámparas y artefactos tecnológicos. Se identificó como: "Christopher Adrian Keller", ante la recepcionista, quien hizo unas cuantas llamadas telefónicas antes de permitirle subir.

Todo lo que quiero, eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora