♡ Capítulo 32

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   Estaba sudoroso, y le costaba respirar. Su madre lo hizo sentarse sobre uno de los sillones de la sala de la casa familiar; después, le sirvió un vaso de agua, así como una aspirina.

—Cariño, debes calmarte —expresó nerviosa, tras medir su tensión arterial y confirmar que la tenía alta.

—¡No puedo! —gritó Christopher con rabia; no hacia su madre, sino para con el maldito pediatra. Él no le iba a dejar salirse con la suya, pero tampoco contaba con el poder suficiente para hacer clausurar ese hospital; sabía que, si acudía a la policía y denunciaba el rapto, los agentes no le iban a creer, porque no poseía evidencia suficiente.

Dave había armado su farsa con astucia, y gozaba del apoyo del director de la institución, quien mantendría su historia de que Juliette estaba muy enferma, y por eso, necesitaba de tantos cuidados.

«¿Qué debo hacer?», se cuestionó, pasándose las manos por su pelo rubio.

Se levantó del sillón y buscó su teléfono móvil, el cual estaba colocado sobre una de las mesas de la sala. Tomó el aparato entre sus manos y revisó las aplicaciones, moviendo sus dedos sobre la pantalla, bajo la estricta mirada de su madre, hasta encontrar lo que buscaba.

Margaret Rhys le había dado su número telefónico durante el viaje, que él y Juliette hiciesen a Nueva York meses antes.

Pegó la bocina del celular a su oído derecho y escuchó los repiques con atención, sintiendo los latidos de su corazón en la garganta.

—Contéstame —manifestó, teniendo a Juliette en mente. Al imaginarla indefensa, bajo el efecto de las drogas y a completa merced de Dave, se colmó de ira. ¡Lo iba a matar si abusaba de ella! No era una amenaza, sino una determinación. Compraría un arma y la descargaría sobre el cuerpo de ese degenerado. Aunque esperaba no tener que llegar a esos extremos, y evitar una tragedia—. Vamos, Margaret... Por favor, ¡contéstame! —murmuró, suplicante. Luego, su deseo fue concedido, y escuchó la voz alegre de la mujer mayor al otro lado de la línea.

Le saludó con su usual amabilidad, y él escuchó varios sonidos en el fondo, parecía estar en un lugar atestado de personas.

Margaret le contó que iba camino a reunirse con su marido, y que había comprado unos panecillos deliciosos en una pastelería que descubrió ese día, por casualidad, al deambular por el barrio chino.

Lo trataba como a un viejo amigo, con esa familiaridad y desenvoltura; pero Chris la interrumpió antes de que pudiera seguir con su verborrea, y con rapidez le explicó que Juliette había sufrido un accidente, y se encontraba hospitalizada. Tal como había sospechado, nadie se había tomado el tiempo de contactar a los padres de la muchacha.

Margaret le manifestó su asombro ante la noticia, y su preocupación se acrecentó cuando Chris le contó lo ocurrido por la mañana; el cómo le habían prohibido verla, siendo que la mantenían aislada del resto de pacientes. La mujer madura le aseguró que hablaría con su esposo, y que se comunicaría con el hospital para solicitar información respecto del estado de salud de su hija, también le habló de sus intenciones de adquirir unos boletos de avión y desplazarse hasta San Francisco a la brevedad posible.

Todo aquello tomaría varios días en concretarse... Días en los que Juliette iba a seguir a merced del hijo de puta de Dave. Chris no podía quedarse a esperar a que los esposos Rhys aparecieran, y solucionasen su problema. Debía dar con un modo de entrar a ese hospital, y rescatar a su amada.

Pegó su columna contra el respaldar del sillón, y estiró su cabeza. Cerró los ojos, esforzándose por alcanzar algo de serenidad, y así poder pensar adecuadamente.

Su madre seguía observándolo, pero sin hablarle, porque no quería arriesgarse a que le gritase de nuevo. Él estaba irascible, y se manejaba como un lunático, pero era todo producto de la desesperación tan grande que en el momento sentía.

Casi como si fuese una señal del cielo, recordó esa puertecilla trasera, en la que, tras ser echado por los guardias, había visto que se metían varios obreros, que cargaban cajas y demás recursos necesarios para el funcionamiento del hospital. Cabía la posibilidad de que, a través de ese depósito, pudiese llegar a los pisos superiores, fuese por otra puerta, por un pasillo o alguna escalera que conectase a las diferentes habitaciones del edificio.

Aunque no iba a poder hacerlo por su cuenta, necesitaría ayuda de algún trabajador, y para pasar desapercibido, tendría que hacerse con un uniforme.

La enfermera Khloe parecía ser una buena persona, le transmitía bondad y Chris solía confiar en sus instintos. Sin embargo, no fue a ella a quien contactó primero.

—¿A dónde vas? —gritó su madre, al ver cómo, tomaba las llaves del vehículo, y se dirigía otra vez hacia la calle —. ¡Christopher! Detente. ¿Mira cómo estás de alterado?, en cualquier momento te puede dar un ataque...

—Estoy bien. —Se giró para mirar sus ojos, y con afecto le tocó la barbilla—. Nunca me he sentido más fuerte, y es por Juliette, mamá... Porque sé que me necesita. ¿Lo entiendes ahora?, porque no puedo quedarme aquí y esperar. Soy el único que puede salvarla. —Le dio un beso sobre la frente, y se marchó.


Todo lo que quiero, eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora