Vancouver/ Canadá.
Alexey Belov.
Kassia.
Empujé con el pie al sujeto frente a mí y lo derribé fácilmente, pero la presencia de un segundo en mi espalda me hizo girar, esquivé el golpe y le di con el codo en el cuello, le enterré la navaja en su abdomen y cayó al suelo. Me detuve, pasándome una mano por la frente, estaba sudada, ensangrentada y exaltada.
Los hombres a mi alrededor se quedaron mudos, cada vez mejoraba más mi forma de pelear. Si antes era una excelente peleadora, ahora aún más.
Vi a los diez hombres en el suelo y me llevé las manos al rostro, la visión se me hizo borrosa y el zumbido en mis oídos me desconcentró de la realidad a mi alrededor. Vi negro por unos segundos.
¡Sigue con otros diez!
¡Imagina que son tus enemigos!
Respiré hondo un par de veces, queriendo apagar esas voces. ¿Hace cuánto las tengo? No lo recuerdo, solo sé que no han dejado de atormentarme día y noche desde hace un año. Desde que él vino por mí y me sacó del exilio.
—Señorita...
Pestañeé dos veces, encontrándome con el césped verde frente a mí. Apoyé las manos en el y tomé bocanadas de aire, tratando de volver en sí.
Ninguno se atrevía a acercarse a mí por ese sujeto que era su jefe. Me sacó del exilio para meterme aquí, bajo su poder.
Su nombre no lo sabía, pero sabía muy bien que era un hombre muy poderoso y peligroso. Durante todo este año que me mantuve aquí, desconocía en que trabajaba o quien era realmente. Recuerdo que me dijo que me conocía cuando me sacó del exilio, pero aún no revelaba su identidad verdadera.
Aquí lo llamaban jefe, nunca oí su nombre.
Si bien, no me ha hecho daño, no sé cuáles eran sus verdaderas intenciones conmigo. Estaba atrapada en una enorme torre rodeada de seguridad armada, había un campo de entrenamiento en el que me encontraba en este momento.
Las casas de alrededor me rodeaban a mí, siendo como una estúpida princesa protegida.
Era como un confinamiento, donde solo tenía contacto con hombres, ya no recordaba oír la voz de alguna mujer.
Me puse de pie lentamente y respiré hondo, tratando de tomar algo de aire.
—Es mejor dejar el entrenamiento hasta aqupi, el jefe nos avisó que nos retiremos —comentó uno de los hombres —. ¿Usted se encuentra bien, señorita?
—Si, gracias —respondí, se retiraron en menos de un minuto, dejándome sola.
Él, no sé quien era exactamente, lo vi en este año solo cinco veces, casi siempre se hacía presente para ordenar algo directamente o importante, luego, desaparecía por días. Era algo brusco al tratar, aunque a mi nunca me dijo más que unas palabras, sin ser un cretino.
Era como una prisionera con privilegios, algo extraño ciertamente. Me había dado acceso a armas y navajas, con supervisión, pero no sé como confiaba en que no lo iba a atacar, será porque tenía las de perder. No era idiota.
Durante todo este año me ha entrenado, pero también atacado. Varios hombres se cuelan por mi torre algunas veces, ya sea de día o de noche. Eran sus hombres, eso era claro.
Sé que algunos eran simulacros, pero debía defenderme o moriría, llevaban órdenes de que me dañaran de verdad. Los tenía que matar o yo moriría.
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Dulce Castigo [+21]
ActionElla era una mujer de armas tomar. Él era un hombre bruto y violento. Todo había cambiado en estos dos años que habían pasado. El rencor, el odio y la venganza jamás iban a ser olvidados por ninguno de ellos. Resucitar del infierno era difícil, per...