Quien dirije las órdenes.
Metí el dedo en la crema batida del latte mientras caminaba por la casa presidencial, eran pasada las diez de la noche, ya todos se estaban yendo y yo ya haría lo mismo, pero quería ver si Khan seguía tan de malhumor como lo estuvo toda esta semana después de lo que sucedió con ese soldado.
Pensar en que Alexey o Elián infiltren personas a nuestro alrededor y ellos se vendan fácilmente no es algo agradable. Se supone que debemos confiar en nuestra gente, pero no es así, ellos se vendían por un poco de dinero o poder.
La cabeza de Khan la querría cualquier enemigo, y todos estarían dispuestos a cortársela y dársela de comer a los perros con tan de decir que tuvo la dicha de asesinarlo, pero no es como si Khan fuese un inepto y un hombre inútil, no.
Era el amo de Manhattan y del bajo mundo, no iban a poder con él y yo lo sabía.
—Kassia, sigues aquí, yo ya me iba —Rebeka me interceptó y sonreí de lado.
—Si, voy por Khan —le dije y asintió.
—Buena suerte, la necesitarás, se la pasa ahí malhumorado —hizo una mueca.
—Si, veamos que tal —nos despedimos y me fui hacia la oficina de Khan, respiré hondo y conté hasta cinco, pero la puerta se abrió sola cuando quise hacerlo yo.
Mis ojos se encontraron con los azules de Zaira y sentí como si una roca me hubiese caído al estómago.
—¿Qué haces aquí a esta hora? —le pregunté y arqueó una ceja.
—¿Ahora hablamos directamente, primera dama? —preguntó ella.
—Y hablaremos aún más directamente ya que soy tu jefa —sonreí de lado. Me regocijaba en poder restregarle en la cara que estaba mil veces por encima de ella y que Khan no era técnicamente su jefe ya que gracias a Malik tenía la APPI —. Pero creo que eso aún no te ha quedado claro, porque sigues en mi camino, y no solo literalmente.
Respiró hondo, sin quitarme la mirada de encima.
La única mirada que me ha logrado intimidar hasta el punto de bajarle la cabeza siempre fue a mi padre, él tenía ese algo caótico en su mirar que me hacía temblar.
—Khan siempre será quien me dirija las órdenes, para mí solo cuenta su palabra —respondió pasiblemente. Estaba perdiendo la compostura y no sé si podría resistir demasiado todo esto, la odiaba, era una perra, pero tampoco iba a darle el gusto de rebajarme a su nivel.
—¿Sí? ¿Tú crees? —volví a meter el dedo en mi crema batida y sonreí de lado —. ¿Y cuánto crees que dure este jueguito tuyo de creer que puedes tenerlo? Él es el ministro, es poderoso, pero con un solo chasquido de mis dedos, puff, desaparecerás si así yo lo quisiera.
—Khan y yo somos amigos, pasamos muchas cosas juntos, no va a poder alejarme fácilmente de él —avanzó hacia mí y me reí por lo bajo, en serio, trataba de no caer a su nivel, pero si me seguía invitando a golpear su maldito rostro, no rechazaría la oferta.
—Oh no, no quiero alejarte, él solo te aleja —suspiré —. ¿Sabes? Ni siquiera voy a malgastar mi tiempo contigo sí sé que él nunca volteará a verte, así que está bien, quédate y míranos de cerca.
Le guiñé un ojo y entré a la oficina de Khan, cerrándole la puerta en la cara. Mi móvil sonó en mi blazer y lo tomé, viendo en la pantalla el desconocido que sabía quién era.
El susodicho colgó una llamada, y apagó el cigarrillo, serio.
—¿Vas a dormir hoy aquí? —le pregunté y me miró.
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Dulce Castigo [+21]
AksiElla era una mujer de armas tomar. Él era un hombre bruto y violento. Todo había cambiado en estos dos años que habían pasado. El rencor, el odio y la venganza jamás iban a ser olvidados por ninguno de ellos. Resucitar del infierno era difícil, per...