|| Capítulo 61 ||

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Vendida al peor postor.



Miré el club repleto de personas, los hombres de poder estaban llegando, llenando las mesas y las mujeres se movían nerviosas por su alrededor, algunas, a otras les gustaba esto. Como a mí, siempre me gustó el escenario y bailar, era y es algo que me encanta, eso, hasta que supe que no solo estaba bailando, sino vendiéndome, carajos, de solo pensarlo em daba asco.

Mis ojos encontraron a Niko a lo lejos con Liam, se acercaron a mí, Niko no iba nada a gusto con que estuviese aquí, pero me daba igual, me cansa hacer lo que todos quieren.

—¿Está Cora lista? —les pregunté.

—Sí, en el camerino, Gerry la sacará —respondió Liam y asentí. Volví a mirar el escenario y el movimiento exprés que había por todo el club.

—El señor está en su oficina —me avisó Niko y abrí los ojos, creí que estaba en la casa presidencial. Giré mi cuerpo completamente y alcé la cabeza, encontrándomelo frente al ventanal, mirándome fijamente, con los dientes apretados.

—Maldita seas, Niko, no tienes que informarle todos mis pasos —le bufé y no se inmutó, se alejó y me escabullí, yéndome al que era mi camerino, tomé una peluca rubia y me la puse, cambiándome la roja que tenía hace un momento puesta.

Miré mis ojos azules frente al espejo, me había puesto una lentilla azul, aún no mostraba mi identidad aquí y no lo haría, aunque ya muchos sabían quién era la mujer del dueño de este club.

Me choqué con alguien cuando salí del camerino y levanté la cabeza, era un sujeto rubio, alto, tatuado en el rostro.

—¿Bailarás? —me preguntó.

—Tal vez —mentí, sonrió ampliamente, mostrándome dientes de oro, arrugué la nariz y pasé por su lado, pero me tomó de la muñeca.

—Yo te quiero para mí esta noche —pidió.

—Claro —sonreí y me solté de su agarre, maldije y me quité la peluca apenas me alejé de él, poniéndome la capucha, un pecho fornido y musculoso se atravesó en mi camino y mi rostro impactó contra él.

Ni siquiera tuve que alzar la cabeza al saber de quien se trataba.

—Hola, mi amor —lo molesté y me tomó del brazo, jalándome lejos de las personas —. Con calma, ¿quieres? Un paso tuyo son tres míos.

Me metió por un pasillo, empujándome dentro de una puerta, vi que era la bodega llena de vinos y botellas de alcohol.

—Antes de que te enojes, ¿cómo te sientes?

—Déjate de maldito juegos, Kassia, ¿qué demonios haces en mi club? —siseó y miré de reojo su torso, estaba mucho mejor de las heridas, pero tampoco estaba recuperado al cien por ciento —. Mírame a los malditos ojos cuando te hablo.

Me tomó de la barbilla con fuerza y alcé la cabeza.

—Tengo una sorpresa para los hijos de puta sentados ahí afuera —me encogí de hombros —. Ya dije, no voy a contarte todo si tú no lo haces. Para que sientas lo feo que es que te oculten cosas todo el maldito tiempo.

Entornó la mirada, furioso.

—¿Qué hiciste?

—¿Con qué? —pestañeé varias veces, inocente.

—¿Cuál es la maldita sorpresa? Me dijeron que ayer te llevaste a Cora del comando y enviaste a sus soldados al exilio.

—Tic tac, quien da más por ella —sonreí y me solté de su agarre, mirando las botellas de reojo —. Me confesó que en el exilio después de todos esos golpes enviaría a varios hombres a...a...

Dulce Castigo [+21] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora