|| Capítulo 8 ||

1.1K 91 12
                                    


Aurora Morozov, confesiones y huida.





Aurora Morozov estaba justo frente a mí, tan imponente y elegante que parecía surreal. Para ser que era jefa de una mafia lucía muy bien, quiero decir, me la imaginaba más brusca y violenta, pero ella hablaba con tanta delicadeza y elegancia que fácilmente podría ser de la realeza o algo así.

Estaba justo frene a mí. Mi madre. Mi progenitora.

Mi cuerpo tembló de solo verla de pie frente a mí, como si estuviese de nuevo en una realidad diferente a la mía, en la que me costaba creer lo que veía. Ya no sé si todo esto era imaginación mía o qué, pero el suelo debajo de mí se movió con violencia.

¿Por qué aparecía justo ahora?

Ese par de ojos eran idénticos a los míos, me sentía como si me estuviese viendo a un espejo. Además de la nariz pequeña y los pómulos remarcados.

Era igual a ella.

—Kassia —la voz de Aurora se me hizo más cercana y espabilé —. Al fin te tengo en mis manos, nena.

—¿Y cree que esta es la forma de traerme? —bufé, movió la cabeza y me quitaron las esposas.

Masajeé mis muñecas, mirándola con cautela.

—No, esa no era la forma —miró mal a sus hombres, ese tal Vlad apareció y nos miró.

—Mató a varios de los nuestros y fue la única forma de que no escapara —se encogió de hombros, con desinterés.

Ella volvió a mirarme y suavizó su mirada.

—Te he estado buscando hace mucho.

—¿Usted me ha estado buscando? ¿En serio?

—No me digas usted, soy tu madre, aunque...sé que Evan te puso una figura materna diferente, la genética no la puedes negar —comentó, suave y no amenazadora como recién con Vlad —. Ese cabrón, siempre tan imbécil, ni siquiera sé cómo llegué a enamorarme de un bastardo mentiroso como él.

—Él me eligió y tú me abandonaste por la Bratva.

—¿Qué? Eso no es así, Evan te arrebató de mis brazos, haciéndome creer que habías muerto —me explicó —. Era joven cuando te tuve, pero podía perfectamente cuidarte y hacer de ti una joven de la mafia. No habrías pasado toda esa mierda con Khan Wagner.

Y de nuevo ese nombre.

—¿Lo conoces?

—Claro que sí, te he estado buscando desde hace tres años —siseó y eso me tomó por sorpresa —, y ese bastardo se ha esmerado en mantenerte oculta de mí.

—¿Qué, de qué habla?

—He enviado a cientos de mis hombres por ti cuanto me enteré de que estabas en sus manos, quise arrebatarte enseguida de ese animal —quise sonreí por como lo llamó, la genética no se niega —. Pero no fue nada fácil, siempre se esmeraba por evadir a mis hombres y entregármelos en pedazos.

—Es decir, que él sabía que tú eras mi madre.

—Sí, él sabe todo de todos, es un hijo de puta sin escrúpulos —espetó de mala gana —. Siempre fue el perro de Evan, sabía que yo era tu madre desde siempre, solo que nunca te lo dijo al parecer. Te quiere para vengarse de tu padre, no sé qué mierda quiere lograr, Evan ya está muerto, y ahora tú estarás bajo la protección de la mafia rusa.

Bajo la protección de la mafia rusa, es decir, bajo su protección. ¿Finalmente iba a estar a salvo? ¿Por qué aparecía ahora? No era justo, crecí veinticuatro años sin mi madre verdadera, y ahora la tenía frente a mí, sintiéndome tan ajena a todo esto.

Dulce Castigo [+21] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora