|| Capítulo 73 ||

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Conteo regresivo: 10 segundos.



Moví la pierna con frustración mientras esperaba a que Niko volviera, desde ayer no lo hacía y no respondía a las llamadas. ¿En dónde demonios se había metido?

Solté el vaso de whisky y salí de mi despacho, subí a la habitación, encontrándome a Kassia a mitad de ponerse un enterizo negro, de mangas largas. Vi de reojo la mordida del ruso en su mierda y me generó un mal estar en la boca.

El enterizo le ciñó el cuerpo, dejando ver cada maldita curva y adhiriéndose como una segunda piel a ella. Tomó un chaleco engomado sobre la cama, negro y se lo puso, junto a unas botas militar. Me atrapó mirándola a través del espejo y desvió la mirada.

—¿Niko ya volvió? —preguntó.

—No.

Me metí al baño y me di una ducha de agua fría, necesitaba comunicarme con el maldito cabrón de Niko, porque no tengo cabeza para otra contienda con su hermano. Al parecer el maldito imbécil no comprende que somos hombres de riesgos no sujetos que están detrás de un mostrados en una cafetería.

—Voy a salir, y no te estoy pidiendo permiso, solo te aviso para que no me estés jodiendo como demente —avisó Kassia desde la puerta del baño, apagué el grifo cuando no esperó a que dijera algo.

Tomé la toalla y la enredé en mi cadera, saliendo del baño.

—¿Y por qué huyes como cobarde? —me burlé y se detuvo a mitad de camino.

—No estoy huyendo, solo prevengo que me quieras encerrar de nuevo —dio pequeños pasos hacia atrás cuando avancé, me detuve, pero ella no —. Hablo en serio, Khan. Tengo mis dos malditos anillos de seguridad.

—Eso no creo que baste.

Chasqueó la lengua, frustrada.

—No jodas, ¿quieres? —espetó de mala gana.

—Kassia, no juegues con mi nula paciencia. En serio, no me conoces al cien por ciento, solo conoces una parte medianamente reparable de mí —se detuvo y me miró —. ¿O es que aún no entiendes que si se trata de ti me vuelvo loco? No vas a ser el trofeo de nadie.

—Eso no es lo que dijiste hace un año, cuando me trajiste a New York a la fuerza, ¿lo recuerdas? —dijo entre dientes —. Solo soy un maldito trofeo para todos, e incluso para ti. Ni creas que se me ha olvidado eso.

Sacudí la cabeza. Maldita boca mía.

—Me ves como una mujer débil e ingenua, pero tal vez solo soy como mi papá y tengo una máscara puesta —alzó un hombro, desinteresada, pero el tono rabioso y dolido de su voz no se pasaba por alto para mí —. Recuerda que soy muy buena mintiendo, estuviste todo un año al lado de una agente encubierta sin siquiera darte cuenta. Soy más que un insignificante trofeo para los hombres.

—Si te quisiera de trofeo, estarías lamiendo la suela de mis zapatos y no ahí de pie.

Se rió y negó.

—No, Khan, no puedes ni hubieses podido. Al fin y al cabo, he notado una cosa —se relamió los labios y me barrió de pies a cabeza lentamente.

—¿Qué cosa? —me crucé de brazos.

—Que desde el primer maldito día en que me viste, he sido tu debilidad —presumió, y mierda que cuando era fría me la ponía dura —. Tú lo negarás, es obvio...

—No, no lo negaré, porque tienes razón —admití y me miró —. ¿Y qué ganas sabiendo eso? Incluso mis malditos enemigos saben lo que significas para mí, por eso para llegar a mí van por ti. ¿Apenas lo notas?

Dulce Castigo [+21] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora