|| Capítulo 33 ||

1.1K 97 8
                                    





Noche de viejos amigos.




Quité la coleta de mi cabello, dejándolo suelto, mis ojos no se despegaban de la pantalla delante de mí, donde veía la base de la APPI, pese a ser las 21:40 pm, ellos seguían entrenando, y no me sorprendía, eran hombres de Khan la gran mayoría, los otros eran los que estaban al mandato de Dylan. Reconocía varias caras, entre ellas, la de la perra de Cora Bennet.

La habían trasladado aquí, la agencia tenía muchaa sedes, pero Khan había agrandado todo y ahora la de Manhattan era la central principal, para tenerla en nuestro territorio.

Empujé la cuchara del helado contra mi boca sin perder de vista cada mínimo movimiento de Cora o Zaira.

Había decidido poner cámaras en cada rincón de la central para poder vigilar bien, Zaira no sabía, no tenía por qué hacerlo.

Me sentía de cierta manera un poco más satisfecha de volver a tener la APPI en mis manos, nuevamente. No confiaba en nadie más que en mi pequeño núcleo de amigos, Zaira no me era de fiar y mucho menos Cora. En cualquier momento se podría voltear la tortilla y no quería un golpe sin antes verlo venir y estar preparada.

No quiero volver a ser la de años atrás que siempre iban un paso por delante de mí. No, esta vez quería estar lista y preparada para lo que sea, porque sé que esta paz no iba a ser duradera, sino temporal.

La puerta del despacho de Khan se abrió y él entró, me miró de reojo, serio.

—¿Qué haces aquí?

—Mirando mi nueva serie favorita —respondí sin mirarlo.

Él miró la enorme pantalla en la pared y no dijo nada. Se fue a su escritorio y revisó algunos cajones, tomando unos papeles y sacándole fotos.

—¿Ya cerraron el acuerdo de negocios entre Malik, René y la presidencia? —le pregunté, me embuté de helado la boca ya que se me estaba derritiendo.

—No, en una hora será —respondió y lo miré.

—¿Vas a ir a una reunión de negocios?

—Si.

—¿Y no me vas a llevar?

—No —sacó una navaja y la guardó en su chaleco —. No me sigas ni insistas porque te encadenaré al sofá como me jodas.

Suspiré.

—¿Van a ir las mujeres del equipo?

—No sé y no me importa —respondió de mala gana.

—¿Por qué me ocultas ante el mundo? —bufé, apoyé mi cabeza contra mi mano, seria —. Antes no te gustaba que te ocultara o te negara, pero ahora eres tú el que quiere dejarme fuera de todo.

Encendió un cigarrillo y me miró, impasible.

—Simplemente no vas a ir a donde todos los putos hombres te morbosean, fin del tema —la cortó.

—¿Y tú si puedes ir a donde todas te morbosean? Imagino que Zaira estará ahí —seguí comiendo mi helado y solté el pote sobre ella mesita de centro.

—Zaira me importa tres hectáreas de mierda, así que no empieces que me va a estallar la cabeza —me tomó de la barbilla desde su altura y lo miré —. No me sigas, ¿te queda jodidamente claro, cría?

—Bien, no te seguiré —bufé de mala gana. Se inclinó en mi dirección y sacó su lengua, lamiendo mis labios, me los relamí yo también, sintiendo el gusto del helado y su nicótica en ellos.

Dulce Castigo [+21] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora