|| Capítulo 40 ||

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Aliado secreto.


Khan.


Escuché parlotear a Rebeka en la sala de reuniones mientras todos la miraban hablar, mi cabeza estaba en desorción porque no presté mínima atención a nada de lo que decía. Lilly ya estaba en Manhattan y debía ocuparme de ella y lo que significaba matarla. Iba a sufrir, la haría sufrir mucho.

Me pasé una mano por la barbilla, estresado de esta reunión. Miré a Kassia en la otra punta de la gran mesa, ella escribía algunas cosas, a diferencia de mí, interesada por lo que dijera la pelirroja.

Arrugó la nariz, tachando algo con su bolígrafo. Alzó la mirada en mi dirección unos segundos y sonrió, me le quedé viendo cuando volvió a centrarse en su libreta.

Me pase una mano por la barbilla, estresado.

La reunión terminó y firmé los papeles necesarios para entregar, me largué cuanto antes de ahí, pero me detuve al ver a Stephan acercarse, Kassia le sonrió y Rebeka también.

—Khan —se acercó a mí —. Zaira me comentó sobre el incidente en la APPI, dijo que se tomará unos días antes de regresar.

—¿No pudo dar la cara ella misma? —bufé.

—Sabes que las mujeres en el negocio no son buena idea, son todas inestables —dijo, y no mentía, tenía toda la razón del mundo —. Kassia le rompió la nariz.

—Malditas mujeres, me dan dolores de cabeza.

Se rio y sacudió la cabeza.

—Aún así eres el marido de una —se jactó y miré a Kassia meterse a su oficina con Rebeka.

—Si, irónico —nos fuimos a mi oficina.

—Y pensar que eras el cero mujeres, pero te casaste con la hija de tu verdugo.

—No es como si no lo hubiese planeado todo igualmente —admití.

—¿Casarte con Kassia? —se cruzó de brazos y lo miré.

—Si. Le dije a Evan que si quería que me quedara y me hiciera responsable de su mierda y su hija, la única opción era casándome con ella —admití, él arqueó una ceja, algo sorprendido —. Que no te sorprenda, cuando quiero algo lo consigo.

—Eso es cierto, pero nunca quisiste una mujer al punto de casarte sin retorno con ella —comentó algo incrédulo.

—Siempre hay una primera vez para todo al parecer.

—¿Y Evan no se negó?

—No, estaba en la últimas. Él quería que cuidara de su única hija, su debilidad, y así como él era tramposo, también lo fui yo —bufé, me serví un poco de whisky y apoyé mi cadera contra mi escritorio —. Al ver que quería a su hija aceptó el trato, porque sabía que nunca me casaría con nadie, y que cuidaría bien de ella.

—Para ser que tienes una relación sigues siendo el mismo hijo de puta desalmado de siempre.

—No voy a cambiar por nadie, no me va a ablandar estar casado —respondí, todos viven en un mundo de mierda al creer que el malo cambiará por la chica. Absurdo.

—Ya veo.

—La quise y la tuve, solo que fui algo impulsivo y no supe cómo sobrellevar el hecho de tener que cuidar de una cría de dieciocho años —encendí un cigarrillo y lo miré —. ¿Te sorprende?

—Jodidamente —se rio —, pero hacen una linda pareja.

—Lo sé. Ella es mía y así será para siempre —dejé claro.

Dulce Castigo [+21] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora