|| Capítulo 4 ||

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Cómplice de la mafia.




Me moví en la sala, buscando la maldita llave que había perdido en algún momento de la noche y ni siquiera me di cuenta de ello. Alexey estaba en su despacho hablando con quien sabe quién.

No conocía sus verdaderas intenciones, realmente puede estar mintiéndome y no pienso ser la idiota que confía nuevamente en cualquier imbécil con dinero y cara bonita. Si bien, él jamás me puso un dedo encima, no me hace confiar ciegamente en sus intenciones conmigo.

El hombre se veía aterrador, y no solo físicamente, sino por como actuaban sus empleados a su alrededor. Sus hombres incluso se mantenían alerta cada que pasaba por su lado, rígidos y bajaban incluso la cabeza ante él.

Solo, debía alejarme un tiempo, las voces en mi cabeza no se detenían un solo segundo y necesitaba ahogarlas.

Tomé la botella de whiksy de la licorera, tomando del pico varios tragos. Odiaba esta mierda, pero el agua no ayudaba en absolutamente nada.

Me lo bebí como agua, sin importarme que fuese de él.

—¿Crees que embriagarse sea la solución a tu vida? —su voz se hizo presente y alcé la cabeza para encontrarlo justo frente a mí con su móvil en la mano.

—Si, lo es —solté la botella y lo miré con cautela.

—¿Me tienes miedo?

—No, solo no confío en ti —solté sincera.

—Bueno, mientras no me tengas miedo —alzó el móvil hacia mi —. Ten, es tuyo.

—No me gustan los regalos —le dije —, y menos de desconocidos.

—Soy tu única opción en estos momentos, Kassia —y tenía toda la razón del mundo, pero tampoco iba a decirle que, si la tenía, no iba a caer rendida en sus brazos solo para darle el gusto —. Ten, tómalo, tiene solo mi número de teléfono.

Lo tomé y lo guardé.

—¿Estaré sola en esa mansión?

—No, conmigo —espetó —. Eres libre de hacer lo que quieras, ya no te retengo.

—Nadie ayuda gratis en la vida, y eso de que tenemos enemigos en común es solo una excusa.

—Tal vez. Hurga aún más adentro de tu cabeza y quizás tengas la respuesta —se dio la vuelta cuando su móvil sonó, se alejó unos pasos y oí poco y nada de su conversación.

¿Qué quiso decir con eso de hurgar en mi cabeza? Ya ni siquiera podía pensar por mi cuenta.

Masajeé mis sienes cuando un fuerte dolor de cabeza me tomó.

—Puedes comenzar con la APPI —comentó cuando regresó y alcé la cabeza.

—¿Qué?

—Tomar la agencia para ti, ellos te metieron en el exilio.

—¿Cómo haría eso? Son una agencia muy poderosa.

—Sé cómo entrar, mi especialidad no es ir por lo legal —sonrió de lado, mirándome —. Puedo conseguirte la cabeza de Dylan y meterte en su puesto.

¿En serio tenía ese nivel de poder? Entrecerré los ojos, era mejor mantenerlo muy vigilado de cerca, porque si podía destrozar una agencia policial con un chasquido de dedos, ¿qué no haría?

Ciertamente ahora estaba en cero, solo necesitaba conseguir mis cuentas bancarias y luego de que finalmente esté lista, volveré a Manhattan.

—Bien, lo haré —le dije y asintió —. ¿Y qué obtienes tú a cambio de ayudarme?

Dulce Castigo [+21] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora