|| Capítulo 23 ||

1K 91 11
                                    

2/3

Muerte o cárcel.

Khan.

Troné mi cuello, frustrado de tanta mierda en un solo día. Miré a Kassia de reojo hablar ante las cámaras, exponerla es traer a Elián aquí, pero él ya sabía que estaba en Manhattan, al igual que el bastardo de Alexey, dejarlos entrar a mi territorio será difícil, pero si entran, los destrozaré.

Saboreé el tequila que me atravesó la garganta como una roca al ver de soslayo a Lilly teclear algo en su móvil.

Le hice un movimiento de cabeza a Liam y se acercó a ella, chocando su hombro y haciendo que su móvil cayera al suelo, lo pisó a propósito y se disculpó con Lilly. Ella le sonrió de lado, nerviosa y dirigió sus ojos en mi dirección, estaba con su esposo a unos metros de distancia.

Niko entendió mi mirada y se movió, pero dirigí mi atención de nuevo hacia Kassia que estaba escandalosamente emocionada por estar de vuelta en la política y no mantenerse oculta al mundo, siendo odiada.

Se quitó el cabello del rostro, dejando su perfil a mi vista. Rebeka se acercó a ella y la estrechó en un abrazo, solté el vaso a un lado y me moví hacia ellas, viendo como la maldita pelirroja besaba su mejilla.

—Oh, sabía que aparecería —se burló cuando me acerqué.

—Vete a trabajar o a hacer algo por tu vida —le dije.

—No, jefe, quiero hablar con mi amiga, danos un poco de espacio, ¿quieres? —tomó la mano de Kassia y le rodeé la cintura, pegándola a mi cuerpo —. No voy a besarla a escondidas, tranquilo.

—¿Te volvieron a gustar las pollas? —bufé con hastío.

—Algo así —se rio y dirigió su atención a Niko que estaba a unos pasos de nosotros.

—No molestes a mi seguridad —le dejé claro —, ni tampoco te metas en mi vida o te enviaré lejos.

—Ni aunque pudieras, ahora soy la viceministra —presumió y sonrió, arrogante —. Ahora entiendo porque estos últimos días estabas menos furioso, ya la habías encontrado y te la escondiste para ti, ¿eh?

Apreté los dientes cuando Kassia me miró de reojo. Busqué a su hermano con la mirada, pero al parecer cada que me jodía a mí desaparecía el imbécil.

—No me toques los huevos, Rebeka y lárgate.

Ella chasqueó la lengua.

—Tenemos muchas cosas que hablar, y la pobre necesita aproximación femenina, no solo la masculina —espetó —, pero ya nos pondremos en contacto, cuando el ogro se va, podemos hablar.

Le regaló un guiño a Kassia y se alejó. Apreté la mano en un puño y oí la risa de la cría a mi lado.

—¿Qué? —bufé.

—Nada, amo su personalidad, es todo —se burló —. Ella puede sacarte de tu perfecto orden enseguida.

—Y ciertamente no es la única —espeté de mala gana. Se encogió de hombros, haciéndose la desentendida.

La vi tocarse el hombro, adolorida. La bala no le había atravesado el hombro, solo fue un leve roce, pero en su mano fue un tiro limpio, aún la llevaba vendada y la tendría así por un buen tiempo. Ese tipo de heridas tardan en sanar.

Echó un vistazo a su alrededor, feliz. Las cámaras nos tomaban como primera plana y me moví, hastiado de tanta mierda.

Cuando toda la conferencia de mierda acabó, cada uno se fue a su puesto de trabajo.

Dulce Castigo [+21] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora