|| Capítulo 39 ||

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Romper lazos y debilidades.




Khan se mantuvo en el sofá, con su móvil en mano, escribiéndole a quien sabe uno, y no me dejaba largarme de su oficina.

—Vi gotas de sangre en la entrada, ¿qué pasó? —Rebeka entró y fijó su vista en mí —. ¿Es tuya?

—No, de Zaira.

Me puse de pie y bajó la mirada al dorso de mi mano, donde tenía gotas de sangre de la nariz de Zaira. Suspiré, resignada y me limpié cuanto antes.

—¿Golpeaste a Zaira? —preguntó, curiosa.

—Me trató de traidora y dejó que Lilly escapara del exilio —me encogí de hombros y caminé hacia la puerta —. Todos los que me odian están sueltos, y seré yo contra cada maldito imbécil obsesionado conmigo.

Ella miró encima de mí, supuse que a Khan.

—Vete a casa —demandó, lo miré sobre mi hombro.

—No, voy a trabajar —respondí.

—No te estoy diciendo.

—No, me lo ladras como perro furioso —bufé, de mala gana —. De todos modos, tengo cosas mejores que hacer.

—¿Te llevo? —me preguntó Rebeka y asentí.

—No, la llevaré yo —Khan me tomó del brazo y rodé los ojos —. Sé lo que quieres hacer, y es un rotundo no. No vas a ir detrás de Lilly.

—¿Por qué todo siempre lo sabes? Es estresante —espeté. No se negaba que Khan conocía este mundo mil veces mejor que yo —. ¿Y qué quieres que haga? Es obvio que Elián la sacó para joderme a mí, para ponernos en alerta. No puedes pretender que me quedé de brazos cruzados.

Entornó la mirada, molesto. Rebeka se retiró cuando vio que él no daría el brazo a torcer, diciéndome que si necesitaba cualquier cosa la llamara. Ahora que mi querido esposo arruinó mis planes no podía hacer nada.

—¿Vas a buscarla? —le pregunté a Khan.

—Si.

—¿Y si ya se fue de Nueva Zelanda? El exilio no es aquí, no puedes atraparla —le dije.

—Tengo a los jefes de seguridad de todo Nueva Zelanda, haré que cierren cada frontera de los países cercanos —dijo y asentí, ella no presentaba ninguna amenaza para mí, pero sé que Elián la había sacado para enviarme un mensaje, y es que estaba cerca.

Me pasé las manos por el rostro.

—No voy a ir al penthouse, me volveré loca como me quede encerrada ahí todo el día —le dejé claro.

Me miró de reojo, alejándose hacia su escritorio. Encendió un cigarrillo, malhumorado como siempre.

—No salgas de la casa presidencial, y no se te ocurra escaparte como una cría —siseó.

—¿Y si me atas a ti todo el día? Así me puedes controlar mejor —respondí —. Puedes traspasar mi oficina aquí y hacerla aún más grande —solté, sarcástica.

—Sí, no sería mala idea atarte a mí todo el puto día para que dejes de meterte en tantos problemas —pensó, rodé los ojos, lo creí absolutamente capaz de hacerlo, así que no le di más locas ideas.

—Si, me amas y me quieres tener todo el día pegada a ti, pero necesito mi espacio —me le burlé.

Me dedicó una mirada cansada y me reí.

—¿Qué harás con Zaira?

—Primero ver si su incompetencia fue la que soltó a Lilly.

—¿Entonces puedo matarla? —presioné.

Dulce Castigo [+21] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora