|| Capítulo 6 ||

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Un solo paso del amor al odio.

Khan.

Aspiré el humo del cigarrillo, desinteresado en el mundo exterior que era una extensa mesa con políticos hablando sin parar. Prestaba atención a las partes que me interesaban realmente, lo demás, lo olvidaba como si nunca lo hubiesen dicho. Mis ojos estaban fijos en Lilly, había reaparecido hace dos semanas, diciendo que necesitaba un descanso de la política y no sé qué mierda más.

¿Me lo creí? Claro que no. Cuando ellos fueron, yo ya fui y vine quince veces antes y más rápido. Eran novatos en este juego en el que yo era experto desde niño.

Maldito Evan, se lo agradecía en parte, era un desalmado de mierda y me convirtió en su estúpida versión, bueno, no solo a mí, su sangre era peor que yo, era traicionera y apuñalaba por la espalda.

—¿Está oyendo, señor ministro? Porque siento que estamos hablando y usted no está escuchando —espetó Lilly tan altanera y mandona como siempre. Los miré a todos, ella bajó la cabeza un poco, apagué el cigarrillo y me aclaré la garganta.

—No es que no te escuche, es que lo que sea que salga de tu boca, me es mierda —me puse de pie, acomodando mi blazer, todos me siguieron, Blade se salió de la sala de reuniones con desinterés y Rebeka me dedicó una mirada confusa —. Acabemos con esto ya se dijo todo lo necesario, lo demás, háblenlo con el vicepresidente o la jefa de estado.

Me di la vuelta y me fui a mi oficina, asfixiado. Me quité la corbata y la arrojé sobre uno de los sofás, yéndome a la licorera. Necesitaba pensar, pero me dolía demasiado la cabeza para siquiera pensar en algo.

Rebeka entró a mi oficina como si fuese su casa y la miré mal, pero siguió hacia mi escritorio.

—Toca antes de entrar.

—Seguro tienes a alguien entre tus piernas —rodó los ojos, bufando —. Firma esos documentos cuando se te antoje.

Me señaló la pila de hojas y masajeé mis sienes, frustrado.

—Bien, ahora lárgate, me molestan las personas —le dije. Ella mejor que nadie lo sabía, pero le encantaba tomarme el pelo a la hija de puta. Si podía joderme iba a tomar la oportunidad para hacerlo, así fuese mínima.

—¿Qué fue eso con Lilly en la sala de reuniones?

—¿Ahora son íntimas y patéticas amigas que te preocupas por lo que le diga? —me senté en uno de los sofás y me bebí el whisky de dos tragos, absorto en mis pensamientos, pero oyendo lejanamente la voz de Rebeka.

—Claro que no, sé que ella tiene que ver con todo el daño que le hizo a Kassia...

—No menciones su nombre —le dije entre dientes.

—Si, si, bien. Si sospechas algo dime, porque yo encantada de desarmarle la cara de estúpida que tiene —se emocionó y espabilé.

—No, primero quiero que se asuste, jugar con su cabeza será mejor y luego exprimir su información —espeté —. Envíale fotos de Lorey, hazle creer que la tiene Benjamín, pronto soltará todo.

—Bien, es un buen plan —se enderezó y me miró fijamente, entrecerré los ojos. ¿Con qué demonios me iba a salir ahora? —. Me voy, cuídate, corazoncito mío, y no extrañes mucho a Kassia o se te fruncirá aún más el ceño.

Se fue corriendo cuando le arrojé el porta bolígrafos, se dio contra la puerta y se rompió en el suelo al ser de vidrio.

Maldita seas Rebeka.

Dulce Castigo [+21] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora