CAPÍTULO 22

617 37 20
                                    

8:00 am.
Narra Sofía:

Amanecí porque alguien me movía, y ese alguien era Damiano. Abrí los ojos y lo vi recién duchado mirándome fijamente.

Cariño, vamos. Tenemos que irnos ya para California. En una hora la furgoneta pasa a buscarnos. — Suspiró. — Date una ducha rápida, te sentirás mejor.

Yo solo gruñí y segundo después me levante de la cabeza, parecía un zombie.

Llegue al baño y me encontré con toallas, y ropa limpia. El siempre era demasiado considerado.

— Dami, amore. — Dije sacando la cabeza tras la puerta.

El se giró, ya que estaba acabando la maleta.

— Gracias por las toallas y la ropa. Te quiero.

El río, y me brindó una sonrisa preciosa.

— También te quiero. — Dijo mandándome un beso.

[...]

Me dolía la cabeza horrores, y tenía que soportar aún cinco horas en esta furgoneta.

Recién era por la mañana, y aquel lugar estaba helado. Estaba muerta de frío, aún añadiendo la manta que nos cubría a Damiano y a mi. Porque si, el también estaba helado igual que yo.

Victoria había caído muerta a nuestro lado. Se notaba que había dormido poco al igual que yo.

Ethan estaba con sus auriculares mirando a la nada, y apuntando cosas en la libreta que tenía entre manos.

Thomas, estaba igual, escuchando música, y mirando a la nada.

Mi tío Alessandro, hablaba sonoramente con el chofer de la furgoneta. Parecía que en menos de dos semanas había creado una bonita amistad con el.

Damiano, solo miraba por la ventana mientras acariciaba mi cabeza.

Y yo, solo podía mirarlo a él. Su perfil desde mi perspectiva era precioso. Esos ojos color miel, esa nariz aguileña con su piercing en el lado derecho, esos labios finos y ese pelo tan sedoso, hacía que se viese como un total dios griego.

Entre mirar y no mirar, acabe durmiendo encima del hombro de Damiano.

[...]

Sentí que me cogían en brazos, y era mi tío. No entendía muy bien donde estaba, hasta que me acorde que estábamos en Los Angeles.

Mi tío me miró y río.

— Parece que la pequeña princesa se ha despertado. — Volvió a reír. —Damiano no te ha llevado porque le hemos cargado las maletas a él.

Yo asentí y me quede callada. Mi tío era demasiado tierno conmigo, pero me recordaba lo lejos que estaba mi padre. Lo echaba de menos.

Cuando llegamos al ascensor el me bajo, y me dijo en qué habitación estaba Damiano. Fui hacia allí y encontré la puerta entre abierta. Supongo que era para cuando llegara, pero yo me quede en la puerta porque lo escuché hablando.

— También te echo de menos. Hace mucho que no nos vemos, Elena.

A veces doy gracias que en manos libres estuviese puesto.

— Ni te cuento yo lo que te echo de menos, Dam. Aún me acuerdo las noches que pasamos juntos en tu casa.

Me quede paralizada ante eso. ¿Quien era esa Elena y que tenía con Damiano? ¿Era su amante? Imposible, no, negativo. No podía ser así.

— Ya, bueno, espero poder vernos cuando volvamos a Roma.

— Aquí te espero, rey.

Sentí que colgó el teléfono. Ese era mi momento.

Abrí la puerta de golpe, y el se quedó igual que estaba. No entendía el porqué de mi mal genio.

— ¿Que pasa, amore?

Estaba furiosa en cinco segundos. Las dudas habían vuelto a mi cabeza, y eso para mi era un infiero. "Aún me acuerdo de las noches que pasamos juntos." Esa frase, esa puñetera frase es la que me había dolido. No sabía quién era esa tal Elena, pero sabía que era más que una amiga para Damiano.

— Tu sabrás Damiano, tú sabrás lo que has echo, o mejor, lo que has dicho.

El se quedó perplejo mirándome. No entendía nada, y eso a mi me estaba poniendo nerviosa. Para lo que le convenía era muy espabilado y listo, pero para lo que no, era todo lo contrario.

Deje la mochila que llevaba, y cogí mi bolso que estaba en el interior. Quería ir a dar una vuelta sola, no conocía Los Ángeles pero tampoco pensaba que me perdería.

Fui hacia la puerta y la abrí, antes de salir escuché como él me llamaba y gritaba. Parecía que por fin había entendido porque me había ido.

No tenía pensado volver hasta dentro de unas horas, me negaba. Ni que me llegasen mil llamadas de mil personas, necesitaba respirar.

Habían fans fuera que me habían visto entrar con mi tío, y cuando me vieron salir se me quedaron mirando. Sospechaban que algo pasaba, pero no dijeron nada.

Empecé a bajar por el Sunset Boulevard, bajo la atenta mirada de aquellos americanos que pasaban por la calle. No entendía porque me miraban, odiaba que la gente me mirara, y más, si era para juzgarme. Odiaba ser juzgada.

No sé cuánto tiempo camine, ni cuanta distancia recorrí. Pero llegue a un mini parque que llevaba a una calle de casas. Sabía perfectamente por dónde había venido, así que cuando volviese sabía por dónde ir.

Me senté en el columpio de aquel parque. Algunas lágrimas salieron por mis ojos.

Narra Damiano:

Quizás haber hablado con Elena no fue la mejor opción, y mucho menos que recordara las veces que nos acostamos.

Sabía que la había cagado como un campeón. Me lo merecía por no haberle hablado de Elena.

La vi salir por aquella puerta y me temí que había perdido a lo que más quería. Me di cuán cabezazo contra la puerta de frustración.

No sabía dónde había ido ella, pero llevaba ya un par de horas fuera, y yo estaba preocupado. Fui a la habitación de final del pasillo en busca de Victoria, Thomas y Ethan, sabía que estaban juntos.

Ella abrió la puerta de la habitación, y efectivamente ahí estaban los tres.

— Dime Damiano. — Miró detrás mío. — ¿Y Sofía? — Arqueó una ceja.

Suspire frustrado.

— A eso venía. La he cagado como un campeón, y ella se ha ido hace un par de horas. Me da miedo que se haya perdido o que cualquiera le haya echo algo.

Victoria también suspiró frustrada.

— ¿Elena?

Yo asentí.

— Puta bocazas — Exclamó ella. — Te dije que ser amigos después de lo que tuvisteis fue un error.

— Somos muy buenos amigos con muy buenos momentos, sabes que no podía mandarla a la mierda, Victoria.

Ella me miró mal, y volvió a suspirar.

— No me voy a meter en eso ahora mismo, pero si vienes a buscarnos para que te ayudemos a buscar a Sofía, te ayudaremos.

Suspire de alivio.

Los cuatro salimos de aquella habitación.

Lo único que me y nos importaba ahora mismo, era que Sofía estuviese bien, y que, quisiese hablar conmigo.

L'inciampo dell'amore // Damiano David Donde viven las historias. Descúbrelo ahora