CAPÍTULO 4

1K 58 29
                                    

El me tendió la mano, y creo que yo estaba temblando como una gelatina prácticamente.

— Soy Damiano, encantado.

Le tendí la mano, y el la beso, como todo un señor básicamente.

— Soy Sofia, la sobrina de Alessandro.

El me miro, de arriba a abajo, y me sonrió. Esa sonrisa era idéntica a la que me brindó el otro día.

Las otras tres personas se presentaron, Ethan, Thomas y Victoria si no me equivoco. Segundos después se escuchó a alguien llamando a aquellos tres individuos, y ellos se fueron, dejándome a solas con el.

— Así que Sofía. Tenias cara de Sara, o Elena probablemente. — Dijo riendo.

— Ya, supongo.

El me miro seriamente esta vez.

— Oh venga vamos, no hagas como que no me conozcas. Sabes perfectamente que chocamos el otro día en Villa Borghese. — Dijo aún seriamente.

Yo no sabía que decir, se me había comido la lengua el gato. El me miro una última vez, y finalmente decidió irse.

No podía dejar que se fuese, había rezado por este momento.

— Damiano, espera.

El se giró y me miró fijamente.

— Por fin te has dignado a hablar, ya pensaba que eras muda. — Dijo entre risas.

Empezaba a pensar que este chico era bipolar. En dos segundos había pasado a reírse de la nada.

— Soy bastante tímida, me cuesta mucho hablar con la gente. — Dije rascándome la nuca.

El se rió otra vez.

— Pues para ser tan tímida, llevas un vestido que grita a más no poder todo lo contrario.

Mire mi vestido. Era ceñido a mi cuerpo, si, marcaba mis curvas. Pero quizás a lo que se refería es al escote. No era pequeño que digamos.

Significa, que me había mirado, en esa zona.

Era muy guapo, pero de momento me estaba demostrando que era un inútil y un arrogante.

— ¿Se puede saber que haces mirándome los pechos? — Dije encarnando una ceja.

— Cualquiera que te mire, sin querer se fijaría, por dios.

Suspire, y creo que tome la mejor decisión. Irme.

Empecé a caminar hacia otro lugar, donde sentirme más tranquila. El me agarró del brazo.

— ¿No piensas despedirte?

Volví a suspirar.

— Adiós, Damiano. — Dije girándome finalmente para irme.

— Que sepas que ahora volverás a verme, actúo con mi grupo.

Hice como que no escuche nada de eso, y me senté lejos de él. Necesitaba paz después de tanta arrogancia.

Un hombre, vestido con un traje de color azul marino, salió al pequeño escenario, y anunció a dichoso grupo de Damiano.

La melodía de aquella canción era pegajosa, tenía ritmo, lo peor es que aquello que don arrogante cantara me gustará. Decidí mirar.

Su mirada se cruzó con la mía y me guiñó un ojo. Yo rodé los ojos y a lo lejos pude ver una leve sonrisa en su cara.

Siguieron actuando y yo ya iba pasada de copas.

Mi tío me buscó, y cuando me vio, me obligo a subirme a un coche que él había contratado por si acaso. Le dio órdenes al chofer de que me llevase directa a casa, y así lo hizo. Aquel hombre me dejó justo en la puerta de mi casa, sana y salva.

Abrí la puerta y deje mis tacones justo en la entrada. Me tire en el blando sofá de aquel comedor y mire hacia el techo.

El haber bebido hizo que me entrará la risa tonta en ese momento, y así me tire al menos media hora, riéndome yo sola. Cualquiera que me viese quizás pensaría que estoy loca o que voy drogada hasta la trancas.

Una de la madrugada, y yo seguía tumbada en aquel sofá. Sin hacer nada.

Me decidí a quitarme aquel vestido, ya se me había echo hasta incómodo, aunque no lo fuese.

Me di también una ducha para quitarme los efectos del alcohol, porque aún seguía sumida en ellos.

Mis músculos se relajaron cuando el agua caliente hizo contacto con mi piel. Cerré los ojos, y mi mente me envió hasta el momento en el que he conocido a Damiano.

Ese hombre es jodidamente sexy. Es guapísimo, y no sé lo voy a negar. Es arrogante, y bastante inútil, eso de verdad era lo que más puntos le quitaba como persona. Aunque quizás era solo una fachada, eso espero.

Salí de aquella ducha caliente y me enrollé en una toalla totalmente blanca, y larga. Dejando así que mi cuerpo entrase en calor tras haber perdido el de la ducha.

Salí como nueva, y me puse mi pijama. Adoraba dormir en ropa interior siempre, pero hoy no era de esos días.

Fui a recoger mis cosas, las había dejado todas completamente tiradas por el baño.

Busque mis anillos, uno de ellos en concreto. No lo encontraba y me estaba preocupando. Era un anillo realmente especial, era un anillo que mi padre me regaló cuando cumplí la mayoría de edad.

Busque y rebusque. Estaba histérica.

Mi móvil vibro a mi lado, rece porque fuese mi tío diciéndome que lo había encontrado, pero no fue así.

Mire aquel mensaje que me llego.

Señorita Sofía, usted se ha dejado un anillo justo en la palma de mi mano. ¿Quieres recuperarlo?

Esa arrogancia... Era el, y no tenía ni idea de cómo había conseguido mi número.

Damiano, déjate de juegos, y mucho menos de tonterías. Quiero ese anillo, dime un lugar mañana para dármelo.

Eso fue lo que le dije. No quería que se creyese el héroe por tener mi anillo. Si que tenía que ser capullo para no habérmelo dicho justo cuando se me ha soltado del dedo.

Mmm, ¿Y si nos vemos en tu casa? Bella, te recuerdo que soy famoso, y si te ven por ahí conmigo, armarán polémica.

Mierda, no había pensado en eso. Pero tampoco quería que supiese dónde vivo. Era capaz de venir a verme cuando se le diese en gana.

No te pienso decir dónde vivo. Dime un sitio poco conocido y ahí nos vemos.

No tardo ni un minuto en responder.

Que pena que tu tío sea tan majo y que me haya pasado tu dirección. Mañana voy a llevártelo.

Ese es el último mensaje que recibí de él aquella noche. Entre pensar y no pensar, me acabe durmiendo.

L'inciampo dell'amore // Damiano David Donde viven las historias. Descúbrelo ahora