CAPÍTULO 50

472 32 10
                                    

Mi tío me recogió a la hora que anteriormente habíamos acordado, y me llevo a la cafetería que siempre habíamos ido.

Cuando nos sentamos ya tuve que explicarle porque lo necesitaba.

— Cuéntame que es lo que te preocupa, Sof.

Inspire y simplemente deje que las palabras fluyeran.

— Necesito algo que hacer, un trabajo, o cualquier cosa a la que dedicarme. No puedo esta viviendo en el mismo piso que Damiano y que él se encargue de todos los gastos.

Mi tío me sonrió, y no entendí bien porque.

— Tu, y tu pensamiento de querer ayudar a la gente cuando realmente no es necesario, me hace sentir afortunado de que seas mi sobrina.

Sonreí ante eso.

— Pero creo que tengo el trabajo perfecto para ti.

— Dios, sorpréndeme.

— Se que dejaste le arte de lado cuando te fuiste, porque tu padre me lo ha explicado absolutamente todo, pero necesito que vuelvas.

Negué absolutamente. Mi antiguo yo debai quedarse en el pasado.

— No es al tipo de arte que tú crees, pero sí que es un poco parecido.

Puse cara de enigma y ahí fue cuando recibí mi explicación.

— Creo que serías una buena diseñadora de portadas de discos o simplemente de caratulas de canciones. En la empresa nos hace falta alguien así a tiempo completo, porque tenemos bastantes artistas que manejar como ya sabrás, y no damos a basto teniendo que contratar siempre personas diferentes.

Era una buena idea, aunque una parte de mí se negaba. Pero no iba a ser inútil, si no me gustaba siempre podría intentar otra cosa.

Me gustaba probar cosas nuevas, así que le di mi aprobado.

Quedando en que la semana que viene pasaría a acomodar mi despacho, porque si, me habíamos ofrecido hasta un despacho. A raíz de eso, empezaría a trabajar, porque trabajo especialmente es de lo que no carecían en esa empresa.

Llegue feliz a casa. Necesitaba contárselo todo a Damiano.

Abrí la puerta y saludé como una niña pequeña a Legolas y Bidet. Olía realmente bien y ahí supe que Damiano estaba preparando ya la comida, así que fui hacia la cocina.

Estaba sin camiseta, de espaldas a mi. Solo llevaba unos pantalones oscuros de chándal e iba totalmente descalzo.

Amore.

El pego un bote extremadamente gracioso que me provoco un ataque de risa increíble.

— No me pegues esos sustos por dios.

Me acerqué a él y dejé un ligero besos en su labios mientras con un brazo me rodeaba la cintura.

— Ya tengo trabajo. — Casi grite emocionada.

Él sonrió.

— Explícame absolutamente todo. Quiero detalles.

Me senté encima de la encimera, justo al lado de donde él estaba cocinando, así que se puso entre mis piernas, agarrándome de la cintura pero siempre pendiente de que no se quemara nada.

— Pues, es un trabajo que quizás nunca me había imaginado, pero creo que me gustará. — Dije nerviosa. — Me ha contratado para diseñar portadas de discos y también las carátulas de las canciones de cualquier artistas que trabaje ahí.

El acarició mi piernas ligeramente.

— Pues ya se a quien voy a recurrir cuando necesitemos a alguien para eso.

Sonreí ante eso, pero sabía que él aún no había acabado de hablar.

— ¿Trabajarás desde casa o te ha ofrecido despacho?

— Tengo despacho, no te preocupes.

El sonrió pícaramente después de eso, y dios, sabía perfectamente que se estaba imaginando.

— Espero que no sea el despecho de las paredes transparentes que lleva vacío como un año o cosa así, porque quiero probar una cosa extremadamente buena contigo ahí.

El fue a por un ingrediente a la nevera para la comida que estaba haciendo, y yo automáticamente cerré las piernas porque sabía a que se refería.

El cuando se giró se rio ante mi gesto.

— Parece que ya has pillado a que me refiero. — Musitó cerca mío.

— No vamos a hacerlo en el despacho, Damià.

El negó con la cabeza.

— Eso dices ahora, ya verás como cambias de opinión cuando estes contra la mesa un día de estos.

Apreté mis piernas aún más y él volvió a reírse. Esto de jugar a provocarse se le daba genial.

— Y deja de apretar las piernas, déjame acabar de cocinar y arreglo ese pequeño problema húmedo ahí abajo.

Vale, definitivamente ahí había ganado. Era el Dios de la provocación, y de la seducción.

No podía negarme a lo que iba a hacerme, porque lo necesitaba, necesitaba el contacto de sus dedos o de su boca ahí abajo para solucionar mi pequeño problema húmedo, como lo había llamado el.

Me dediqué a observarlo mientras cocinaba.

Era jodidamente guapo, y ver sus brazos moverse con tanta agilidad, me encantaba.

Cuando menos me di cuenta, la comida ya estaba echa, y lo tenia entre mis piernas.

— Será rápido, no querrás que la comida se enfríe. — Susurró cerca de mi oreja.

Simplemente eche la cabeza para detrás, y me deje llevar por sus acciones.

Sus dedos se movían ágilmente por aquella zona, y era normal, había recorrido eso mil y unas veces.

Sabía que me estaba mirando fijamente, lo sentía.

Cuando menos me lo espere, me agarro del cuello, haciendo así que mi mirada quedase fija con la suya.

— Sabes perfectamente porque te hago que me mires, así que no intentes apartar la mirada.

Asentí sin más, y un jadeo salió por mi boca. Tuve que taparme la boca porque sonó más de lo que yo me esperaba, y no quería que los vecinos se enterasen que ahora lo hacíamos en la cocina.

No pude reprimirme, estaba temblando, así que me agarré a él, y llegué a mi esperado climax.

El río al verme agotada sobre su hombro, y después me bajo de ahí.

— Ahora a comer, que la comida se enfría.

No se como pretendía que comiese después de un orgasmo. Necesitaba mi tiempo, tenia que recuperarme.

Volvió al ver que no me inmutaba de mi sitio.

— No sabía que mis dedos hacían tan buen trabajo.

Yo me puse igual de roja que un tomate después de esa frase.

Y es que, razón no le faltaba.

L'inciampo dell'amore // Damiano David Donde viven las historias. Descúbrelo ahora