CAPÍTULO 43

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Narra Sofía:

Llegamos otra vez a aquella casa donde se estaba celebrando todo, pero llegamos juntos, y prácticamente abrazados.

Alessandro y mis padres nos miraron extrañados, pero no dijeron nada. Ethan, que estaba hablando alegremente con Victoria y Thomas, también me miró, pero él me sonrió y me guiñó el ojo.

Tener a Damiano a mi lado otra vez significaba mucho. Pero no había que olvidarse que estábamos empezando de cero, aunque me olía que él se lo iba a pasar por donde ya sabíamos.

Nos unimos a bailar con toda la gente que había por allí. Bebimos un par de copas que nos dejaron tocados a los dos, y borrachos a más no poder.

Tuvieron que sacarnos casi en brazos a los dos porque no nos aguantábamos de pie.

[...]

Lo único que me acuerdo de lo que quedaba de día es que nos dejaron en casa de Damiano, y nos acostamos un par de veces, para que nos vamos a engañar.

A la mañana siguiente amanecí con un dolor de cabeza impresionante, no me aguantaba de pie, y encima, estaba muerta de frío.

Hice memoria y me acordé que estaba desnuda, y el también. Madre mía, no podíamos juntarnos sinceramente.

Agarre la almohada y me la puse encima de la cabeza para evitar que me diese la luz en la cara, y segundos después sentí su mano en mi espalda.

— No te preocupes, a mi también me duele la cabeza horrores.

Suspiré y me quite la almohada de la cabeza. La luz me estaba matando.

— Voy a por algo de comer o de beber. ¿Que quieres? — Preguntó.

— Un café, por favor.

Se levantó de la cama y a los minutos aparecio con una bandeja con dos cafés y tostadas, justo lo que necesitaba.

Levante medio cuerpo, pero seguía tapándome hasta el pecho con aquella sábana.

Él sonrió al ver mi imagen de recién despierta, y yo no entendía porque, si estaba horrible.

— Estas preciosa, así con el pelo corto y oscuro.

Sonreí ante eso. Ya empezábamos con las cursiladas. Si seguíamos así eso de ir lento se iba acabar porque acabaríamos yendo lo más rápido posible.

[...]

Nos pasamos todo el día en la cama abrazados, mientras veíamos una serie. No nos apetecía hacer nada más.

A eso de las ocho de la tarde, mi madre me llamó recordándome que tenía que hacer la maleta, que mañana volvíamos para Madrid.

— Prométeme que volverás, enserio. — Musitó el.

Le acaricie la mejilla ligeramente, y luego le sonreí.

— No te preocupes tanto, Damià. Voy a volver, pero dentro de un mes.

El quiso rechistar ante eso pero no lo hizo, así que se quedó callado mientras me acariciaba el pelo lentamente.

[...]

Al día siguiente Damiano, Ethan y mi tío nos acompañaron al aeropuerto.

Él no paró de mirarme en el coche, y sé que quiso tocarme, pero se resistió. Estaba haciendo bien.

Cuando nos llamaron para embarcar tocó despedirse.

Me acerqué a mi tío, y le susurré una cosa que lo dejo pensativo.

— No me eches mucho de menos, volveré cuando menos te lo imagines.

Me separé y fui a por Ethan, al cual le dije lo mismo.

Ahora me tocaba Damiano, que me esperaba con las manos en los bolsillos y me miraba nervioso. No pude resistirme y tirarme encima suyo para poder besarle, delante de todos los presentes.
Él me agarró de la cintura para profundizar ese beso, y cuando nos separamos me sonrió.

— Te voy a echar de menos, cascarrabias. — Susurró.

Le mire mal, y le enseñe el dedo corazón. Él me hizo una pose de ofendido y luego se rio conmigo.

— Te quiero, Damià.

— También te quiero, Sof.

Y después de eso, nos embarcamos de camino a Madrid mis padres y yo.

Tenía que encontrar la manera de decirles que iba a volver a Roma, que iba a volver con Damiano. También era consciente de que mi madre no se lo iba a tomar muy bien, porque me acuerdo cómo se tomó la vez que lo dejamos. Odió a Damiano durante muchos meses. Pero a fin de cuentas, era mi vida, y eran mis cosas. Si me equivocaba, podía rectificar, ese era el privilegio que tenía.

El avión iba muy vacío, más de lo que pensaba , así que pude quedarme con los tres asientos de mi fila y estirarme a mi manera.

La azafata no me miró muy bien que digamos, pero tampoco se molestó en decirme nada, así que yo continué a lo mío mientras mis padres charlaban abiertamente en los asientos de delante.

Me sumergí en mi preciada música, la cual siempre me acompañaba y me ayudaba en todo. Desde música de los años ochenta hasta actuales, digamos que era un mix de todo.

[...]

Cuando llegamos a casa me lance a la cama que tanto había echado de menos estos días. Por fin respiraba tranquila.

Der repente, alguien picó a la puerta y supe que era mi madre.

Ella entró sin permiso alguno y se sentó en el borde de la cama.

— ¿Lo habéis arreglado Damiano y tú, no?

Me giré para poder mirarla mejor.

— Digamos que si, en eso estamos.

Mi madre suspiró.

— Después de como acabaron las cosas, no creo que debas volver con el, sinceramente.

Yo suspiré. Ya empezábamos.

— Mamá, es mi vida y mis decisiones. No tiene que parecerte a ti bien. — Rechisté.

— Pero soy tu madre.

— Seas quien seas no vas a impedirme que me vaya con el, es el amor de mi vida.

Mi madre rio, y pensó que no la escuché. Error, si que lo hice.

— ¿El amor de tu vida? Vamos hija, no seas tonta. Solo estuvisteis unos meses juntos, y eso no es suficiente.

— ¡Los mejores meses de mi vida, mamá! — Grité. — No hay un tiempo determinado para enamorarse, y no vas a ser tú quien lo dictamine en mi vida.

— Sofía, te hizo daño.

— ¡Lo se! Pero se que se arrepiente, y en la vida hay que aprender a perdonar. — Suspiré. — Por dios, mamá, deja de ser tan egoísta.

— No soy ego...— Le corté.

— ¡Si que lo eres! ¡Eres la persona más egoísta que conozco! ¡Deja de reflejar tus problemas en mí siempre, también! ¡Que tu nunca hayas querido a papá no es culpa mía!

Escuchamos detrás de la puerta que algo se había caído y la puerta se abrió seguidamente.

Era mi padre.

L'inciampo dell'amore // Damiano David Donde viven las historias. Descúbrelo ahora