¡CAPÍTULO EXTRA POR EL ESPECIAL UN AÑO!

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— Papá, dime que estoy genial o te juro que saldré corriendo en menos de cinco minutos. — Murmuré mirando a mi padre.

El rio ligeramente y se sentó a mi lado. Cogió mi mano y la acarició.

— Estas igual de preciosa que siempre, Sofía. Eres la mejor novia que puede lucirse hoy aquí. El vestido es precioso, y tú estás preciosa.

Mire a mi padre con lágrimas en los ojos. Era demasiado tierno.

Joder. Iba a casarme. Iba a casarme con Damiano. Con el amor de mi vida.

— Dios mío, ¿y esta novia tan guapa?

Ese era Ethan que acababa de aparecer por la puerta de aquel lugar. Era quien venía a recogerme para llevarme a la iglesia donde se celebraba la boda.

— Ahora mismo, más que una novia soy un manojo de nervios, Ethan. — Conteste ofuscada.

— Déjate de tonterías, piccolina, tienes un italiano de metro ochenta buenorro esperándote en el altar y que te quiere como nadie, tú mejor vida te está esperando. — Finalizó el antes de sacarme de ahí.

Me metió en el coche como si de nada se tratase, y no tarde en empezar a quejarme. No era plan de que me arruinasen el maquillaje que tanto trabajo le había costado a Chantal hacer, porque si, la había contratado a ella. Éramos muy amigas a día de hoy.

Ethan condujo súper rápido hasta la iglesia, como si de una carrera se tratase. Fuera me esperaban tres de las personas más esenciales de mi vida; Mara y Victoria quienes eran mis damas de honor y obviamente mi padre, quien iba a llevarme al altar. Como había prometido desde que era pequeña.

Victoria tenía los ojos inundados de lágrimas cuando me cogió la mano antes  de abrazarme. Mara sonreía como si hubiese visto la flor más bella delante suyo.

Y mi padre, no decía nada, porque yo ya lo sabía todo. No hacían falta palabras.

Ethan me saco del trance dándome un beso en la mejilla antes de entrar, y dejándome claro que era mi momento.

Cerré los ojos y me agarré al brazo de mi padre. El cual me miraba con admiración y ternura.

En menos de cinco minutos las puertas de aquella iglesia se abrieron de par en par, y me dejaron ver a la persona que tanto había anhelado estos días.

Damiano estaba precioso. Más que nunca. Su sonrisa relucía desde donde estaba yo, y alguna que otra lágrima se le cayó mientras yo llegaba hasta a él.

Mi padre me dejó en el altar, y lo que menos pensé fue que cuando le cogí la mano a Damiano estaba temblando como nunca, no se creía nada de lo que estaba pasando.

Y yo tampoco.

Los dos nos miramos de arriba a abajo. Estábamos sin palabras. No hacía falta decir nada.

Después del típico discurso de cura del cual me perdí en la mitad, llegó el momento que más ansiaba. El momento de dar nuestro si.

Damiano agarrándome de la cintura y mirándome a los ojos dijo en alto aquel si que quedó grabado en mi cabeza, y yo, abrazada a su cintura, dije aquel si que esperaba que quedara grabado en su cabeza el resto de sus días.

— Puede besar a la novia.

El se giró, y me agarró de la nuca. No me dio tiempo a pronunciar palabra, nuestros labios ya se habían unidos en un precioso beso que provocó que todos los presentes allí chillaran como locos, y que mi padre y mi tío lloraran como nunca.

Su pequeña había crecido, y acababa de casarse.

— Ahora, vámonos lo más rápido posible para que este día pase rápido y pueda quitarte ese vestido con esas preciosas vistas al mar que has escogido. — Susurró el en mi oído.

L'inciampo dell'amore // Damiano David Donde viven las historias. Descúbrelo ahora