CAPÍTULO 51

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A la semana siguiente, todo volvió a la normalidad. Lo único que cambiaba es que yo tenia trabajo, y ese trabajo suponía verle casi todo el día rondando por el lugar.

Me hacía gracia verle de un lado para el otro mientras se metía con Thomas o con Victoria. Ellos dos siempre acababan pegándole por no saber cerrar el hocico.

Para mi alivio, si que me toco el despacho de las paredes transparentes, y lo agradecí. No me apetecía hacerlo sabiendo que la oficina estaba llena de gente.

Damiano se enfadó como un niño pequeño cuando se lo dije. Decía que iba a pedir a mi tío que me cambiase de despacho, pero menos mal que siempre que iba a hacerlo, yo lograba que se callase.

Ya tenia suficiente con que me hubiesen dado un despacho solo para mi, y que ahora el fuese a cagarla.

Pero aún así me reía mucho cuando lo intentaba, porque era inevitable.

En el medio día, siempre tenia a los cuatro en mi despacho comiendo conmigo, y es que, eran una compañía muy grata.
Mi relación con Victoria y con Thomas volvió a estrecharse otra vez.
Ethan y yo seguíamos como siempre. Éramos mejores amigos, y él era mi mejor confidente.

Alessandro siempre se quejaba de que porque comíamos los cinco ahí dentro y no nos íbamos a un restaurante, pero es que al final tendría que acostumbrarse.

Hoy el día estaba algo calmado. Me había encontrado con Chiara y con Fedez en los pasillos. Se alegraron mucho de verme. También tuve tiempo para explicarles un poco todo lo que había pasado, y Chiara me abrazo muy fuerte, y me dijo que un día de estos me llamaría para ir a tomar algo juntas.

Agradecí no tener que hablar mas del tema.

Damiano me había enviado un mensaje diciéndome que si podía ir a verle un momento, y obviamente fui.

Abrí la puerta del estudio y me lo encontré sentado concentrado mirando algo en el ordenar. Cuando me vio, lo dejo de lado y me dijo que sentara encima suyo.

Mala señal. Pero tampoco había más sitio.

Tuve que hacerle caso, sin remedio alguno.

— Estas preciosa hoy, o bueno, lo estás siempre.

Cuando se ponía así es porque que quería alguna cosa.

— Damià, ¿que es lo que quieres?

El río, y me miro fijamente.

— Esto es lo que quiero.

Y me besó.

No me negué a ese beso. Bueno, es que nunca me he negado a ningún beso suyo.

El profundizó aquel beso. Me agarro del culo. Y yo me temí que nos pillaran ahí a los dos.

Creo que ninguno de los dos escuchamos que la puerta se abría.

— ¿Se puede saber porque mierdas soy yo el que siempre os pilla? — Casi gritó Thomas detrás nuestro.

Yo me asusté y me separé rápidamente de Damiano. Me había puesto roja.

— Joder, siempre me interrumpes los mejores momentos, Thomas.

Thomas suspiró aún en la puerta.

— No es culpa mía que andes más caliente que un radiador, amigo mío.

Se me escapó la risa ante esa comparación. Acababa de compararlo con un radiador así sin más.

Damiano se levantó y pasó su brazo por encima de mis hombros.

— Al menos salte para que pueda despedirme de ella.

Thomas rodó los ojos, y se fue. Yo mire mal a Damiano por echarlo.

— ¿Ahora te da vergüenza besarme delante de él o que?

El negó.

— Es demasiado sensible, y lo que quiero hacerte no es apto para todos los públicos.

Levante una ceja.

— ¿Y que se supone que vas a hacerme?

— Esto.

Agarro mis caderas y las apretó contra las suyas, para segundos después agarrar otra vez mi culo y besarme apasionadamente.

Cuando nos separamos, tuve que recolocarme absolutamente todo, hasta la ropa.

La puerta volvió a abrirse, y esta vez quien apareció fue Victoria.

— ¿Habéis acabado ya de meteros mano? El pobre Thomas me ha dicho que lo habéis echado para eso.

Tampoco se equivocaba. Mano me había metido. Como siempre.

Yo reí nerviosa.

— Será que tú no haces lo mismo con Janis cuando no estamos, Vic.

Victoria rodó los ojos y abrió la puerta completamente.

— Yo no ando caliente las veinticuatro horas del día igual que tú.

— Diría que eres hasta peor.

Victoria miró mal a Damiano, y sabía que aquí iba a saltar la tercera guerra mundial, así que me escabullí de sus brazos sin que se diese cuenta.

Victoria le lanzó un bolígrafo a la cabeza a Damiano, y ahí fue cuando se dio cuenta que me había ido.

Me miro con cara de "ya hablaremos", y me reí ante eso. Tenia trabajo pero quería ver como se peleaban.

Damiano cogió ese mismo bolígrafo y volvió a tirárselo.

Victoria desprevenida cogió un cojín del pequeño sofá que había en aquella sala y se lo tiró.

Me temí lo peor así que cerré la puerta y me fui, riéndome yo sola por lo infantiles que eran a veces.

No voy a negar que amaba que él fuese así. Ese era el porque nuestra relación a veces era tan divertida.

La secretaria de recepción me miró un poco mal al verme riendo sola, pero tampoco le di importancia.

Cuando llegue al despacho me senté. Tenia que trabajar durante un buen rato e ir con Damiano me había distraído completamente. Además de ser el dios de la seducción y la provocación, era también el dios de la distracción.

Me reí para mis adentros por tal ocurrencia.

Decidí subirme a trabajar lo más posible, tenia más trabajo del que me pensaba en una semana, y creo que esta noche hasta que todo el mundo no se fuese, yo no acabaría todo el trabajo que tenía planeado para hoy. Diseñar portadas de discos y carátulas de canciones era más ajetreado de lo que yo me pensaba en un principio, pero ahora tenía que aguantarme. Era mi trabajo, y me estaba gustando más de lo que yo pensaba, sinceramente.

Creo que no me di cuenta de que era ya tarde, hasta que Damiano picó en la puerta, y entró sin previo aviso.

No había nadie en toda la planta.

Estábamos el y yo completamente solos.

L'inciampo dell'amore // Damiano David Donde viven las historias. Descúbrelo ahora