CAPÍTULO 5

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Me retorcí en aquellas sábanas buscando dormir un poco más, pero mi cabeza me lo impedía, el dolor era terrible, parecía que me estuviesen clavando mil cuchillos sin parar.

Con pereza me levante y fui a por una pastilla, la cual me tomé súper rápido.

Eran alrededor de las once de la mañana. Aún era pronto. Pero a mi no me gustaba desaprovechar el día.

Me cambie y me puse mi ropa de estas por casa. Un top negro, y un pantalón de chándal gris. Me fui directa a la sala de pintura. Por mucho que me encontrase mal, siempre pintaba.

Estaba vez trace líneas sin más, porque quise forzarme a mi misma a hacer algo. Solo salían líneas al azar, y me frustre.

Justo picaron al timbre de casa. Tarde unos segundos en procesar quien era, pero luego me acordé de que era Damiano con mi anillo.

Baje corriendo y le abrí.

Abrí la puerta y ahí lo vi. Llevaba unos pantalones tejanos negros, acompañados de una camiseta de manga corta blanca. Sus botas sonaban desde el entrada.

— Hombre, la chica que sale huyendo. — Dijo riendo.

Ya empezaba a comportarse como un inútil.

— Dame mi anillo, es para lo único que has venido.

Extendí mi mano e hice el tipico gesto de que me diese lo que tenía.

— ¿Ni a un café, o vaso de agua me invitas? Que feo.

— Has venido solo a darme el anillo, no ha que te sirva un café, o un agua, o lo que sea. — Dije secamente.

— Oh venga, no seas tan seca. Ofréceme un café ni que sea.

Finalmente acabe aceptando, sabía que si no, no iba a irse de aquí.

Le serví el café con mala gana, y el río.

— ¿Sabes que ser tan borde, no te llevará por buen camino no? — Dijo sorbiendo el café.

Me giré. Esto ya era el colmo. No me conocía como para decir eso. Esta vez decidí hablar y no quedarme callada.

— ¿Sabes que ser tan inútil y arrogante, no te llevará por buen camino?

El se sorprendió ante mi comentario que se atragantó con el café y se lo tiro encima.

— Tienes el baño arriba, límpiate la mancha. — Dije cogiendo aquella taza.

El se levantó sin articular palabra.

Narra Damiano:

Siempre me comportaba así con las chicas que me gustaban. Me gustaba que sintieran que me son indiferentes, o que yo estoy a más nivel.

Todo eso era culpa de mi masculinidad, siempre actuaba por delante de todo, y eso siempre jugaba en mi contra.

Tenía bien merecido lo que ella me había dicho. Sofia 1, Damiano 0.

Me apoye en la pica, e intente limpiar la mancha. No salía, así que salí frustrado de aquel baño.

En aquel pasillo había una habitación de la cual salía una claridad inmensa, y mi horrible curiosidad pudo conmigo.

Abrí la puerta, y me encontré una habitación llena de lienzos, pinturas, pinceles, etc... Se notaba que aquella chica era una artista.

Había un cuadro en el suelo el cual tenía un gran reflejo que no dejaba verlo, así que me acerqué, por curiosidad.

Lo que vi, creo que me dejo con la boca abierta.

Narra Sofía:

Hacia un rato que don arrogante no aparecía. Así que fui en su búsqueda.

Subí las escaleras y vi la puerta del baño abierta de par en par y la luz apagada.

¿Donde estaba?

Mire por el largo pasillo, y ahí lo entendí todo. El estudio de pintura estaba abierto de par en par.

Me asomé y lo vi mirando un cuadro. Su cuadro.

— ¿Que haces aquí? — Dije arrebatándole el cuadro de las manos.

— Curiosidad. No te pienses que es por otra cosa.

— Sal de aquí. — Le indique con el dedo.

El se negó. Me arrebató el cuadro de las manos. Lo señaló y habló.

— ¿Así que me dibujas a escondidas?

Suspire.

— Simplemente me inspiraste en una idea. No te creas que eres el centro del mundo. — Dije cogiéndole el cuadro, otra vez.

— Ya claro, Sofía, no soy tonto. — Dijo riendo.

— No me agobies. Ya he soportado demasiado tu arrogancia.

Metí el cuadro dentro de aquel mueble que había justo en frente.

Unas manos se posaron en mi cintura. Sentí una respiración en mi cuello. La piel se me puso de gallina y me puse demasiado nerviosa.

— Si solo hubiese sido una aportación para una idea, ahora mismo no te tendría así. Nerviosa y con la piel de gallina.

Aquel susurro en mi oreja, hizo que la piel se me pusiese aún más de gallina.

Sus manos en mi cintura, encajaban demasiado bien, y se sentía tan jodidamente. Pero es que era tan arrogante, y tan inútil, que esa otra parte de mí se negaba a aceptar eso.

El subió sus manos hasta debajo de mis pechos y me acerco mucho más a él. Su nariz estaba rozando mi cuello.

— Si no fuese nada, ¿Entonces no te importaría que haga esto, no?

Apartó mi pelo, y me besó el cuello. Rodé los ojos, porque admitir que eso me había gustado, sería de ser una tonta.

Volvió a besar mi cuello, delicadamente.

— Damiano, para.

El sonrió en mi cuello.

— Te está encantando. Sabes perfectamente que no puedes resistirte. — Dijo aún en el hueco de mi cuello.

Suspire. Estaba confundida.

Cogí la poca fuerza de voluntad que me quedaba. Si no tenía las cosas claras, no iba a hacer nada con el. Agarre sus manos y les quite su agarre en mi. El se separó sin rechistar.

Yo me giré y lo mire.

Estaba sonriendo como siempre. Era jodidamente guapo, joder.

— ¿Podemos hablar de lo que acaba de pasar en otro momento?

El asintió, y se le escapó la risa. No entendía porque le hacía tanta gracia todo en general.

Lo acompañe hasta la puerta, sin articular ninguna palabra. Como siempre, se me había comido la lengua el gato.

Se fue sin despedirse y yo cerré la puerta detrás mío.

No sabía que acababa de pasar. Don arrogante me había encandilado con sus encantos, los pocos que tenía, o eso creía. Se había sentido jodidamente bien todo eso, y no me hubiese disgustado que aquello hubiese llegado a mas, a fin de cuentas... Era súper sexy. Mi otra parte pensaba que era poco ético liarme, o hacer cualquier cosa con él por cómo me había tratado.

Estaba confundida, necesitaba solucionar mis dudas.

L'inciampo dell'amore // Damiano David Donde viven las historias. Descúbrelo ahora