La tarde paso muy rápido, y Damiano no se había dignado a aparecer por casa.
Yo estaba frustrada, él había dado el primer paso en esta relación sexual, — digámoslo así—, y yo no sabía que hacer. Todo era mutuo, pero no sabía cómo expresarlo.
Al caer la noche, el volvió, pero no se digno a dirigirme la palabra. Preparo la cena lo más rápido que pudo, comió y se encerró en la habitación de invitados.
Tenía que arreglar de alguna manera esto. Quizás la mejor, era expresándole, que era mutuo. Demostrarle que yo tampoco puedo estar tranquila cuando estoy a su lado. Así que saque mis técnicas, bastante ocultas de seducción, o como queráis llamarles.
Subí las escaleras y piqué a la puerta de la habitación. Él soltó un simple "pasa" para darme acceso.
Estaba metido en la cama con el móvil en mano. Con una cara de enfado terrible.
— Vengo a dormir otra vez contigo, espero que no te importe.
Él me hizo sitio en la cama, y yo me tumbé a su lado.
Estuvimos un rato en silencio, sin decir nada. Estábamos los dos tensos.
— Damiano, ¿podemos hablar?
El asintió, sin articular palabra.
— Perdóname por ser tan insistente, me suelo preocupar mucho por la gente. — Dije acercándome a él.
Me acerqué sutilmente al hueco de su cuello y me apoye ahí. Fue todo sutilmente, para que no se diese cuenta de mis intenciones.
— Se que no tenemos ningún tipo de confianza, y no tendrías que habérmelo contado, así que por segunda vez, perdóname.
Después de acabar aquella frase, no le dio tiempo a articular ninguna palabra, porque mis labios ya estaban sobre su cuello.
Él soltó un ligero "mierda" en forma de susurro. Yo seguía besando aquella zona tan sensible para el.
Iba soltando pequeños gruñidos. Eso era una señal de que mi táctica, estaba funcionando. Agarro mi muslo de la pierna en buen estado, con fuerza, para así descargar todas sus ganas.
— Para. — Susurró. — Sabes que por mucho que esto me ponga, no podemos hacer nada de lo que piensas en tu estado.
Eso me daba igual, siempre habían otras alternativas.
— Pues... Tócame. — Susurré en su oreja.
El cerro los ojos y echo la cabeza hacia atrás.
— ¿Estas segura de esto? ¿No te vas a arrepentir?
Me acerqué más a su oreja.
— Tu tócame, y déjate de tonterías. El Damiano con el que tuve sexo la otra noche no era tan preguntón. — Reí ante esa frase. — Más bien, sin preguntarme, me folló mirando al jodido coliseo.
Él sonrió ante eso, estoy segura de que recordó aquella noche, cosa que yo también hice.
Su mano fue subiendo hasta mi ingle, dando así a entender que iba a hacer lo que yo le había dicho.
Jugueteó con mi pantalón solo un rato para provocarme, cosa que me puso de los nervios y tuve que agarrarle la mano y llevarla a mi intimidad.
— Estas impaciente porque te toque. — Susurró el cerca de mis labios.
Dejó un sutil beso en ellos, dejándome con ganas de más, así que le agarré la cara y volví a unirnos.
Mientras su lengua entraba en mi cavidad bucal, sentí como sus dedos entraban en mi, y no pude evitar soltar un leve gemido.
— Gime para mi, Sofía. — Dijo agarrando mi cuello.
Metió y sacó los dedos en un ritmo normal durante unos segundos, hasta que aceleró.
Me agarre a su cuello como pude mientras literalmente, le gemía en toda la oreja, y el disfrutaba como un niño.
Estoy segura de que le deje el cuello y una pequeña parte de la espalda con mis uñas marcadas, porque realmente, estaba en la gloria.
— Estoy a punto, Damiano.
— Pues si la señorita está a punto, vamos s hacer que llegue al final.
Acelero muchísimo más, haciendo que yo rodase los ojos. Me temblaba todo el cuerpo, cosa que me provoco dolor en la pierna, pero por placer, todo lo valía.
Llegue a mi punto máximo en menos de cinco segundos, y caí rendida en sus brazos. Estaba muerta del placer.
— No sé cómo lo haces, pero házmelo más seguido.
No me lo pensé dos veces al decir eso, quería tenerlo solo a mis disposición.
El arqueo la ceja, y decidió hablar.
— ¿Como que te lo haga más seguido? — Preguntó incrédulo.
Este chico a veces parecía que era demasiado inútil.
— Pues que te quiero solo para mi, para mi placer.
Lo mire fijamente, y el sonrió. No tenía ni idea de porque sonreía.
— Encantado. Solo tuyo... ¿Pero no pensarás que las cosa se queda aquí esta noche no? — Dijo agarrando mi mano.
Metió su mano dentro su ropa interior, y note su erección.
Me mordí el labio ante eso, sabía que estaba intentado decirme.
— Yo te he complacido, ahora te toca a ti.
No dude ni dos segundos en hacer caso a sus palabras. Empecé a mover mi mano de arriba a abajo.
Empecé con un ritmo lento, y fui acelerando. Literalmente, estaba pagando con la misma moneda que el.
Agarraba como momento antes mi muslo, expresando el placer que estaba sintiendo.
Yo estaba feliz, y cachonda. Me encantaba esta situación.
— Como sigas así, me voy a correr en nada.
Esas palabras, fue lo único que me hizo falta para agilizar mi trabajo.
Mi mano hacia movimiento extremadamente rápidos. Note sus piernas temblar, y sabía que estaba a punto.
Efectivamente, no me equivocaba. Llegó soltando el mayor gruñido que jamas le había escuchado pronunciar, y echo la cabeza para detrás.
— Dios...
— Eso mismo, Dios. — Dije riendo.
— No se que acabamos de hacer, pero cómo has dicho antes, quiero que me lo hagas más seguido. Tienes un manejo con la mano increíble.
Ante eso último le golpeé en el brazo. Me había gustado, pero había audio ridiculo a la vez.
Fue a por sábanas nuevas, y cuando las encontró, nos tapó a los dos. Evitando que así, pudiésemos tener frío cualquiera de los dos.
No sabía que faceta de Damiano estaba conociendo ahora, pero si sabía que me gustaba, que me encantaba. Parecía haber dejado su arrogancia atrás conmigo, siempre diré que era una coraza de su masculinidad.
Sabía que este Damiano, me gustaba, y mucho. Pero quizás, más de lo que yo pensaba.
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L'inciampo dell'amore // Damiano David
Fiksi PenggemarMadrileña y artista. Esa es Sofía. Una joven de apenas veinte años que ha decidido mudarse a Roma para perseguir su sueño de ser artista. Nada más llegar a Roma, decide salir a descubrir sus calles, pero en un despiste choca con un elegante chico, e...