Este fin de semana, habíamos decidido hacer una escapada. Nunca habíamos ido de viaje a ningún sitio sin el grupo o mi tío de por medio.
Habíamos elegido Positano. Tampoco nos habíamos ido muy lejos.
Yo tenía ganas de visitar este lugar. Me parecía de lo más bonito, y él se ofreció a llevarme.El condujo las tres horas y media hasta allí, mientras cantábamos a todo pulmón y reíamos mucho.
Cuando llegamos al hotel, enseguida me asomé a la ventana a ver el precioso paisaje. Tenía una gran debilidad por los pueblecitos como estos.
Me apoye en la barandilla observándolo todo. Era demasiado bonito.
Él no tardó en venir y abrazarme por detrás.
Así estuvimos un rato largo, porque se estaba demasiado bien. Había muchísima paz.
[...]
Por la noche, decidimos ir a cenar cerca de la playa. El olor a mar, aunque no estuviésemos en temporada veraniega, me encantaba.
Me puse un vestido blanco para nada llamativo, más bien, era sencillo. Me puse unas medias transparentes y una botas de color negro.
Él iba casi igual que yo. Llevaba una camisa blanca casi desabotonada al completo, y unos pantalones negros a conjunto de unas botas.
Salimos de aquel lugar agarrados de la mano, pero sobretodo con un par de miradas encima nuestro.
Nos habían reconocido, sin duda alguna.
La gente en aquel lugar era muy amable. Todos te saludaban cuando te veían, hasta los niños pequeños, los cuales te sonreían de una manera muy bonita.
Muchas tiendas estaban a punto de cerrar, pero pude echar el ojo a algunas cosas que me encantaron.
Damiano se perdió dentro de una tienda un tanto extraña con la excusa de que quería cómprame una cosa. Me temía lo peor.
Cuando llegamos al restaurante, algunas fans se le acercaron y efectivamente él no dudó en pararse a hablar con ellas y hacerse fotos.
Cuando acabó, nos sentamos por fin en la mesa que nos estaba esperando.
Pedimos un vino. Vino blanco.
Yo fui la primera en catarlo, y quise salir corriendo de ahí y llevarme el vino. Estaba demasiado bueno.
Mire el mar mientras bebía de mi copa, y lo escuché reír. Así que me giré.
— Estas preciosa, jodidamente preciosa, amore.
Le agarre la mano por encima de la mesa. Enrede sus dedos con los míos y le sonreí.
Quería más momentos así con el.
Nos trajeron la cena en menos tiempo del que me esperaba y lo agradecí. Estaba hambrienta.
Devoré aquel plato con entusiasmo, al igual que el. Estaba todo delicioso.
Cuando acabamos de cenar, obviamente nos llevamos aquel vino. Necesitaba tener más a mi disposición.
Nos pusimos a pasear cerca del mar, cosa que me encantó.
Mis pies no acaban de tener contacto total con la arena por culpa de las medias, pero era prácticamente igual la misma sensación.
El finalmente se había desabotonado la camisa al completo. Hacia muy buena temperatura, así que era normal.
Él se paró un momento y fue hacia el agua. Sumergió sus pies y luego se giró a mirarme.
— Ven, el agua está buenísima.
Negué absolutamente. No quería mojar mis medias.
— Damià, llevo medias.
El suspiro y vino hacia mi.
— Que le den a las medias.
Y me arrastró prácticamente hasta el agua.
Estuve a punto de matarlo, pero el agua estaba demasiado bien, y me estaba relajando un poco que digamos.
Caminamos hasta el final de la playa, charlando de todo y a la vez de nada.
Llegamos a unas rocas que parecen especialmente cómodas para sentarse, así que eso mismo hicimos.
Él se sentó y yo me colé entre sus piernas, dejando así mi cabeza apoyada en su pecho, el cual subía y bajaba tranquilamente.
Empezó a acariciarme el pelo, y estuve a punto de dormirme de no ser porque él habló.
— Primer viaje solos, que extraño se me hace no tener a Thomas quejándose por aquí.
Reí divertida. Thomas y sus quejas nunca faltaban.
— El primero de muchos, amore. — Hablé yo esta vez.
El sonrió felizmente y empezó a acariciar mi cara. Lentamente y cuidadosamente.
— Siempre he querido saber lo que es encontrar la paz en alguien, y contigo lo que he hecho. ¿Sabes lo bien que vivo sin tener que preocuparme por nada estando contigo? — Explicó.
Me levante para poder abrazarle.
Y es que tenia toda la razón. Yo también había encontrado la paz con el. Vivir sin preocupaciones a su lado era lo mejor que podía haberme pasado en la vida.
Suspire relajada y esta vez cambiamos roles. Yo me puse a acariciarle la cabeza a él mientras él me acariciaba las piernas, ya que estaba entre mis piernas pero con la cabeza apoyada en la zona de mi barriga.
Amaba su pelo. Era la cosa más sedosa que había tocado. Sus finos mechones, oscuros como la noche, se enredaban entre mis dedos y dejaban que mi mano fluyera entre ellos.
A mi mente vino la imagen de Damiano una hora diciéndome que me quería comprar una cosa, así que iba a empezar mi investigación con una simple pregunta.
— Damià, ¿que me has comprado antes? — Pregunté curiosa.
El río y no dijo nada.
No pensaba contármelo, y yo quería saber que me había comprado esta personita de aquí.
— Dami, dímelo.
— No me llames así joder, que sabes que es mi debilidad y así te cuento cualquiera cosa. — Se quejó.
Reí ante eso. Ya sabía que hacer.
— Dami. — Me quejé.
Internamente me estaba muriendo de la risa. Probablemente montaría un espectáculo solo para saber lo que demonios me había comprado.
— A veces odio el día en el que empezó a ser mi debilidad que me llamaras así, Sofi.
Sofi. Efectivamente había jugado con la misma moneda.
— No me robes las ideas, Dami.
Volví a atacarlo, y él parece que se dignó a contarme, o mejor dicho enseñarme lo que me había comprado, ya que se levantó y rebuscó en las bolsa que habíamos dejado al lado de las rocas.
— Prométeme que primero de todo, me vas a dejar explicarme y no vas a salir corriendo, segundo, que si no te gusta me lo dices, y que te lo vas a poner siempre.
Y me temí lo peor, pero quise tomar ese riesgo.
— Prometido.
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L'inciampo dell'amore // Damiano David
Hayran KurguMadrileña y artista. Esa es Sofía. Una joven de apenas veinte años que ha decidido mudarse a Roma para perseguir su sueño de ser artista. Nada más llegar a Roma, decide salir a descubrir sus calles, pero en un despiste choca con un elegante chico, e...