CAPÍTULO 36

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Estuvieron espectaculares cuando les tocó actuar, me enamoré aun más de Damiano, si eso era posible.

Salimos entre gritos y miradas de mucha gente que había ahí. Algunos me miraban mal, y otros solo me sonreían.

Realmente no supe cómo reaccionar, preferí no mostrar ninguna emoción.

Fuera fue aún peor. Los paparazzis se nos tiraron encima, no había quien se moviese ahí. Los flashes de las cámaras me cegaban a más no poder, y al cabo de los minutos sinceramente deje de ver lo que tenía delante, ya que me agobie, y me puse muy nerviosa.

No sé cómo logramos llegar a la camioneta que Damiano y yo habíamos alquilado para nosotros solos, pero yo me senté prácticamente temblando, cosa que Damiano no notó hasta medio camino, porque estaba realmente frustrado por los paparazzis.

Sentí un dolor en el pecho muy fuerte, y empecé a dejar de sentir que el aire entraba por mis pulmones, así que lo agarré de la mano rápidamente y se sobresaltó.

— ¿Estas bien? — Susurró.

Negué rápidamente y lo agarre más fuerte de la mano, pensaba que me iba a morir ahí mismo.

Él se levantó y le dijo al chofer que parara el coche, cosa que hizo automáticamente.

El chofer bajo para no sentirme observada, o eso me había dicho Damiano. Yo solo se, que estaba teniendo un ataque de ansiedad.

Narra Damiano:

Cuando me agarró de la mano tan rápido me asuste, y cuando vi la cara que tenía, aún más.

No había sido una buena idea salir por la puerta principal, y mucho menos hacerlo público.

Estaba temblando y totalmente pálida. Yo estaba que tenía lágrimas en los ojos por verla tan mal, tan devastada.

Agradecí que el chofer saliera del coche para que ella no se sintiera observada.

Le deje su espacio, e intente tranquilizarla. Cosa que me fue bastante difícil, ya que nunca le había pasado esto conmigo.

Joder, si que dolía ver a alguien tan mal, me recordó tanto a mi hace un par de años, y creo que se me escapó una lagrima porque ella aun estando mal, me observo con pena, esa pena que te atravesaba el corazón.

No sé cómo lo hizo, pero se calmó al momento, y me abrazó. No sé si porque me necesitaba, o por la lágrima que se había escapado de mi ojo hace unos segundos.

No supe cómo reaccionar, me quede paralizado, pero después la estreché entre mis brazos.

[...]

Se había quedado dormida tranquilamente en mis piernas mientras llegábamos al hotel, por el cual entraríamos por la puerta trasera.

La saqué del coche en brazos y la llevé a la habitación. Salí un momento para avisar a los otros que ya habíamos llegado, y también, para dejarles claro que mañana no me buscarán hasta la hora del vuelo de vuelta a Roma.

Cuando volví la vi sentada en la cama rascándose los ojos, y me acerque lentamente.

Ella levantó la cabeza y me miro con la misma pena que me había mirado antes.

— ¿Podemos hablar?

Narra Sofía:

Quizás había sonado fría con lo que acababa de decir, pero necesitaba saber porque esa lágrima le había caído hace un par de minutos.

El asintió y se sentó a mi lado.

— ¿Que ha pasado antes?

El puso cara de no entender nada.

— La lágrima, Damià. Nunca te he visto tan mal, y mucho menos sé te ha escapado una lágrima delante mío.

El suspiró.

— Algún día te lo contaré. — Musitó.

— ¿Algún día?

El asintió.

— No puedes dejarme así, Damià. — Suspiré. — Sabes más de lo que te he contado de mi gracias a mi tío, y yo de ti no sé nada, absolutamente nada, porque no me has hablado de ti, de tu vida, de todo en general. — Volví a suspirar.

— No es el momento, enserio. — Susurró.

Bufé.
Y quizás estaba siendo egoísta, quizás estaba siendo la peor persona, pero yo no sabía casi nada de él. No sabía nada de su vida personal, solo lo que él me había mostrado, y lo que yo había descubierto.
Si que era el momento, no podía no contarme algo que lo había entristecido, cuando normalmente, nos contábamos cómo nos sentíamos y los porqués.

— Si que es el momento.

El bufó.

— Te lo estoy diciendo enserio, no es el momento.

Suspire y eche la cabeza para detrás.

— Cuéntamelo, Damià.

— Dejalo.

— No lo pienso dejar.

— Deja de ser tan cabezota, Sofía.

— ¿Cabezota? ¿Por preocuparme por ti? Lo que me faltaba escuchar hoy ya.

— Eres una cabezota de los pies a la cabeza que no se conforma hasta que lo tiene todo al momento. — Suspiró. — Eso me agobia mucho y se me hace muy pesado, joder.

No sé si se había pasado con eso, pero realmente había dolido, y mucho. Me atravesó con esas palabras, y no pude evitar que se me llenaran los ojos de lágrimas.

— ¿Me hago pesada y encima soy inconformista? — Bufé. — Pues vete a tomar por culo, Damiano.

Cogí mi maleta mal echa y mis cosas tras su atenta mirada.

— ¿Se puede saber dónde te vas?

— Me voy a dormir con Thomas, no quiero verte la cara en lo que queda de noche. — Casi grité.

Él me miro sorprendido.

— ¿Y ya de paso que, te vas a acostar con el?

Me hirvió la sangre. Hacia demasiado que esa cada de Damiano no salía delante mío, y lo único que hice fue pegarle una bofetada que resonó en toda la habitación.

Abrí la puerta, y me giré para decirle una última cosa, con toda la rabia del mundo.

— Puede que me acueste con el, porque el al menos es sincero, y no piensa que soy la persona más pesada e inconformista que conoce. — Cogí aire. — Y tampoco piensa que soy una zorra la cual se acuesta con el primero que pilla después de discutir con su novio. — Me gire completamente. — Eres un completo gilipollas, por no ser capaz de dejar tu puta arrogancia de mierda de lado por las personas que te quieren, y ni te atrevas a buscarme en un par de días.

Salí, y cerré de golpe.

Obviamente no iba a irme a dormir con Thomas, iba a volver a Roma ahora mismo.

L'inciampo dell'amore // Damiano David Donde viven las historias. Descúbrelo ahora