CAPÍTULO 41

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Narra Sofía:

Mara y Alessandro bailaron pegados, y creo que llore una vez mas, por lo bonitos que eran juntos.

Apenas conocía a esa mujer, pero me había caído genial, y no dudé en quererla en igual que a él en menos de una semana.

Cuando dejaron de bailar, todo el mundo se sumo a bailar en la pista, mientras, yo salí a sentarme donde había estado horas antes, saqué un cigarrillo y lo encendí.

Note que alguien me seguía, pero no le di importancia.

— No me imaginaba verte fumando nunca.

Otra vez el.

Me giré y lo mire demasiado mal.

— ¿Se puede saber porque me sigues?

El suspiró y también se encendió un cigarrillo.

— Porque me debes una conversación, desde hace cinco años.

Mierda.

— No te debo absolutamente nada. — Musité.

— ¡Me abandonaste! ¡Te fuiste sin darme ninguna explicación! — Gritó enfadado.

Me asuste ante ese grito, nunca lo había visto tan dolido. Pero no iba a dejar que me pasase por encima, y que me echase la culpa de todo lo que pasó.

— ¡El que me llamo inconformista y también zorra indirectamente fuiste tú! ¡El que fue un arrogante de mierda fuiste tú!

Me levanté de donde estaba y lo encaré.

— Sabes que no era mi intención, sabes que yo te quería, o bueno, te quiero. Nunca quise decir eso, porque nunca lo pensé de verdad.

Lo mire incrédula.

— Si llegaste a decírmelo, estate seguro de que si lo pensabas. — Le recrimine.

El saco el humo del cigarro y suspiró.

— Joder, puede que tengas razón. ¡Pero te fuiste sin darme ninguna explicación! ¡Desapareciste!

— Soy consciente de que desparecí, pero después de todo, no quería verte, no quería tener que darte ninguna explicación, porque no te la merecía. Además, te las llevaba dando desde hace meses.

— ¿Y lo mejor era huir?

— Si, era lo mejor, Damiano.

Él me miro fijamente, clavo su mirada con la mía.

— ¿Sabes que aún te quiero, no? — Dijo mirándome fijamente.

Se me hizo un nudo en la garganta ante eso, me entraron ganas de llorar, y muy fuertes.

— Ya te he superado, tenlo claro.

Él se descompuso ante mis palabras al parecer durante unos segundos , pero luego relajó la expresión, porque él notaba en mi, que eso no era verdad.

Decidí que era el mejor momento de irme, de largarme lejos de aquí, pero él me agarró la mano antes de irme.

— Sabes perfectamente que no me has superado, y que no serás capaz de hacerlo nunca. — Suspiró. — Algún día admitirás que cometiste un error al dejarme, ¿pero sabes lo peor de todo? Que yo voy a estar esperándote, porque mi corazón es tuyo, y de nadie más.

Y esta vez, quién se fue, fue el. Me dejo ahí, sola, sin palabras.
Esas palabras me habían explotado en la cara como bombas. Los dos sabíamos que era verdad, pero antes de que él entrase dentro de esa casa, tuve el valor de gritarle una última cosa.

— ¡Tenemos que sanar! ¡Tenemos que aprender a sanar sin el otro, y sin su ayuda! ¡Yo aún no he sanado, y tú tampoco!

El me echo una última mirada ante eso, y después asintió.

Esta vez la que había perdido era yo, pero antes de todo, como ya había dicho, teníamos que curar esas herida que estaban abiertas, aún no era nuestro momento.

Avise a mis padres, y cogí otro taxi para volver a casa de mis tío. Me sabía mal haberme ido, pero yo sabía que él lo entendía mejor que nadie, que él nos entendía básicamente.

Saqué mi traje de moto de la maleta, porque si, estos años había sido capaz de sacarme el carnet.
Después, baje al garaje y cogí las llaves de la moto de mi tío, la cual arranque y me subí en ella.

Conduje una hora, hasta Ostia.
Nunca había venido, pero aquí seguro que no me encontraría nadie, solo mi tío que era el único que sabía dónde estaba.

Narra Damiano:

Por una vez, ella había perdido. Yo hoy no tenía ganas de luchar más, pero más adelante, seguiría luchando por ella, porque no pensaba dejarla escapar.

Si que tenía razón, teníamos que sanar. No se puede amar a alguien con las heridas abiertas.

Entre y busqué a Ethan con la mirada, era el único con el cual podía hablar ahora.

— ¿Donde estabas? — Preguntó.

— Fuera, hablando con Sofía.

Él me miro mal, sabía que lo que habíamos echo no era hablar, si lo chillarnos prácticamente.

— ¿Se ha ido, no?

Yo asentí.

— Se ha ido por mi culpa, soy consciente.

Ethan suspiró y me miro fijamente.

— Necesita su espacio, ¿respétalo vale? Ella te quiere como la primera vez que te vio, pero la heriste pensando todo eso de ella. — Me abrazó. — Todo a su debido tiempo Damià.

Sonreí como pude y nos fuimos a actuar. Quise cantar imaginándome que ella estaba ahí, sonriéndome como si no hubiese pasado nada estos cinco años. Como si ella y yo aún estuviésemos juntos, nos despertásemos cada mañana juntos, que hiciésemos él amor juntos, pero sobre todo eso, juntos.

Estuve a punto de derrumbarme, pero a tiempo todo acabo y pude bajar normal de aquel mini escenario.

Corrí a por Alessandro. Mientras cantaba, había tenido más claro que no quería dejarla escapar hoy, que capaz si que tenía ganas de seguir luchando. Nunca se sabe la última vez que vas a ver a alguien, y eso duele tanto.

Habíamos intercambiado papeles, ahora el insistente e impaciente era yo, y ahora la entendía más que nunca.

Alessandro me miro mal cuando me vio llegar.

— No te voy a decir donde se ha ido, Damiano.

— Joder, Alessandro, por favor.

— No, no es no.

Me agobie y una lágrima salió de mi ojo derecho. Eso pareció hacer reacción en el.

— La necesito, por favor.

Él me miro esta vez con pena.

— Está en Ostia, cerca del puerto.

No me dijo nada más, pero yo corrí hacia el coche en el que habíamos venido los cuarto.

Necesitaba ir a por ella, ya mismo.
Necesitaba besarla, necesitaba abrazarla, o si no seguramente iba a morirme, porque era un puto infierno no tenerla.

Que duro fue conducir hasta aquel lugar con lágrimas en los ojos que me nublaban la vista cada dos por tres, pero aún así, logré verla sentada en la arena al lado del puerto.

L'inciampo dell'amore // Damiano David Donde viven las historias. Descúbrelo ahora