CAPÍTULO 45

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Estaba saliendo todo bien. Mi tío no sospechaba absolutamente nada, según Mara.

Estábamos todos yendo de camino, un poco incómodos en el coche ya que no cabíamos. Para colmo y hacer una ilegalidad, tuve que sentarme encima de Damiano. Sabia perfectamente que esto no iba a acabar bien.

Sus manos estaban enganchadas en mis caderas, era imposible separarlas de ahí.

No voy a negar que la temperatura de mi cuerpo aumentó al sentir un bulto justo debajo mío.

Efectivamente, acababa de pasar lo que me imaginaba, y menos mal que los chicos iban hablando con mi padre, porque si no, creo que estarían un poco incómodos ante tal situación.

Cuando llegamos quise salir la primera, pero el me lo impidió y todos salieron antes que nosotros.

— ¿Ves que efectos tienes en mi, no? — Susurró en mi oreja.

Yo asentí, y sentí su mano deslizándose por mi cuello, pero antes de que fuese a más, escuchamos un grito de fuera del coche.

— ¡Venga tortolitos! ¡Ya haréis guarrerias después! — Chilló Thomas desde fuera.

Rápidamente quite su mano de ahí y me bajé mientras él reía. Sin duda estos años no había cambiado en este sentido.

Nos cogimos de la mano y nos juntamos con los otros, quienes nos esperaban en la puerta de aquella casa.

Pique sutilmente, y para mi sorpresa, fue mi tío quien abrió.

La cara se le quedó echa un cuadro, y lo único que pude decir fue:

— ¡Sorpresa! — Chillé emocionada.

El no entendía nada, entonces le obligue a entrar. Detrás mío mi padre le sonrió, y ahí se relajó.

Mi padre tuvo el detalle de explicarle lo que había pasado a todos, mientras que yo iba a fuera a fumar. Necesitaba aire nuevo.

Sentí pasos detrás mío, y supe automáticamente quien era cuando se sentó a mi lado y me agarró la mano.

— Prefiero que me expliques tú que ha pasado.

No tuve que dudar ningún momento, yo también quería que lo supiese.

— Intente decirle a mi madre de buenas maneras que habíamos vuelto, y no le pareció nada bien que digamos. Empezó a soltarme el típico rollo de que yo no sabía lo que era el amor porque es imposible enamorarse en unos meses, y en ese momento quise gritarle, porque ella no entendía mis sentimientos hacia ti, pero quizás acabe soltando una cosa que la hundió.

— ¿Que le dijiste? — Musitó el sorprendido.

— Que ella nunca había querido a mi padre, y te juro que no mentía, ella nunca le ha querido. Se casó con él por pura conveniencia, porque con él al lado triunfaba más. — Susurré. — ¿Que como lo se? Pues porque ella misma me lo confesó hace unos años, y juro odiarme si se lo contaba.

Sabia que el no sabia que decir, así que quise seguir hablando.

— Su odio es tan profundo, y tiene tanta maldad, que la lleva a hacer cosas fuera de lugar, como echarnos de casa. No nos quería ahí.

El suspiró y me agarro de los hombros, para acercarme más a él y acariciarme la cabeza.

— Yo pensaba que la querías...

— Mi madre me ha cuidado como nadie, y siempre me ha querido como ya la he querido a ella, de eso estoy segura. Pero a veces hay gente que tiene más mal que bien, y no se ve a simple vista. — Suspiré mientras sacaba el humo del cigarrillo.

El besó mi cabeza mientras lo ultimo que quedaba de mi cigarrillo y del suyo iban acabándose y consumiéndose.

— Te agradezco que me lo hayas contando, no sabes cuanto. — Susurró el.

Necesitaba sentir ese calor que tanto había anhelado, así que lo abracé y él también hizo lo mismo.

— No sabes cuanto te he echado de menos, cariño. No te haces una idea de la falta que me has echo estos cinco años. — Susurró otra vez el.

Quise llorar por la suerte de tenerle, pero parece que él reaccionó ante eso.

— Y ni se te ocurra llorar. No quiero que se te corra el rímel de esa manera hoy.

Quise reírme en voz alta como una loca, había tardado en soltar una cosa así.

Saque mi cabeza de la zona de su pecho y lo mire fijamente.

— ¿Y entonces como quieres que se me corra el rímel? — Pregunté pícaramente.

Él sonrió de esa misma manera.

— Teniéndote ahí abajo, mirándome con esos ojos tan bonitos, mientras me das placer, el placer que me debes desde hace mucho.

Rodé los ojos ante eso, y también me vi obligada a cerrar las piernas, pero él interpuso su mano.

— Ni se te ocurra cerrar las piernas, a mi me tienes mal desde que te me has sentado encima, así que vas a tener que aguantarte preciosa. — Susurró cerca de mi cuello para después dejar un beso en él.

Agarré su nuca y le robe un beso bastante apasionado. Un beso que era fuego puro. Si no nos habíamos derretido de tanta calentura era un gran milagro.

Él me sentó encima suyo, agarrándome el culo, para aguantarme. Yo enrede mis manos en su cuello, acariciandolo suavemente.

Alguien carraspeó detrás nuestro, y yo me asusté hasta el punto de que casi me caigo si el no me estuviese aguantando.

Era Thomas.

— Es la segunda vez que os pillo en menos de una hora, pero voy a obviar eso.

— ¿Que quieres Thom? — Preguntó Damiano.

— Que vengáis a cenar, la cena ya está echa. Además, por el salón la reclaman.

Después de eso se fue, y yo me reí.

Damiano no entendía absolutamente porque lo estaba haciendo, hasta que tuve que contárselo.

— Date cuenta que nos ha pillado dos veces en menos de una hora, tenemos que aprender a tener las manos quietas. — Dije mientras me levantaba.

Damiano movió los hombros en signo de indiferencia mientras me dejaba pasar a mi primero, o al menos yo creía que era por eso hasta que me dio una nalgada que resonó por todo el pasillo.

— ¡Damiano, por dios! — Chillé divertida.

El río tras ver mi reacción. Paso su brazo por encima de mis hombros, y por fin pudimos llegar a aquel comedor sin volver a tocarnos en ningún momento.

L'inciampo dell'amore // Damiano David Donde viven las historias. Descúbrelo ahora