CAPÍTULO 48

451 34 5
                                    

Los días siguientes fueron un tanto raros. Damiano estaba de un lado para el otro con la banda y apenas estaba en casa. Yo me quedaba en casa pensando en que hacer con mi vida y haciendo un poco de ama de casa.

Realmente no sabia que iba a ser de mi. No tenía trabajo ni a que dedicarme.
La pintura quedó en mi antiguo yo, él yo que sufrió demasiado. Quería dejar esa parte de mí atrás.

Bidet y Legolas me hacían mucha compañía. Se pasaban el día pegados a mi, como si supiesen que necesitaba un poco de apoyo. Amaba a esos dos gatos.

Aquella noche como siempre Damiano apareció tarde y disculpándose por llegar a altas horas. Yo no quise decirle nada ya que era su trabajo y no tenía porque pedirme perdón ninguno.

Cuando acabamos de cenar, él me dijo que iba a meterse en la cama porque estaba cansado, le dije que iría en un rato.

Quise sentarme en el suelo de la terraza mientras fumaba tranquilamente. Estos días había echo esto muchas más veces de las que debería. Me ayudaba a aclarar las pocas ideas que tenía. Pero eso era por poco rato, a la mínima que intentaba hacer algo, mi mente me inundaba de dudas.

La puerta de la terraza se abrió y apareció Damiano por ahí.

— Tienes visita, amore.

Detrás suyo apareció mi padre el cual se agachó a abrazarme y me dio un beso en la frente.

— No te preocupes, no la entretendré mucho.

Damiano asintió sonriente y se fue dejando un beso en mi cabeza.

Mi padre se sentó a mi lado y no dijo nada.

— ¿A que has venido, papá?

Mi padre suspiró.

— Eres mi hija, te conozco perfectamente, y se cuando estas mal. — Acarició mi mano. — Últimamente cuando hemos estado hablando te he notado más apagada de lo normal, y no podía dejar que eso fuese a más.

Como amaba y quería a mi padre. Tenía ese sexto sentido que tienen todos los padres para saber si les pasa algo a sus hijos.

— Me siento pérdida.

Mi padre se giró y me miró fijamente.

— Habla, te escucho.

Asentí y proseguí con mi historia.

— He amado volver a Roma, porque me encantó vivir aquí. Amo haber vuelto con el amor de mi vida, pero hay algo aquí que aún no acaba de encajar. — Musité. — Siento que lo he dejado todo atrás otra vez volviendo aquí de golpe. Estoy en un momento en el cual no se que hacer con mi vida, y no se a que dedicarme. Está claro que si quiero vivir con él, tengo que buscar un trabajo o alguna cosa, pero mi mente me impide pensar a que me puedo dedicar, y estoy muy frustrada por eso.

Mi padre suspiró y me agarró por los hombros

— Eres la persona más creativa que he conocido, y estoy segura que ahí fuera hay algo para ti, algo que en los más profundo te esta llamando y diciéndote que vayas a por ello, pero hija, yo no estoy dentro tuyo, así que tienes que descubrirlo por ti misma.

Quizás no eran las palabras que quería escuchar, pero se que tenía razón.

— Gracias, papá.

Mi padre rio.

— Eres mi hija, todo sea por tu felicidad.

Lo abrace como siempre lo he abrazado. Como esa niña que el siempre había criado.

[...]

Tras un café y un poco de charla más, mi padre se fue y pude ir a la cama, con Damiano.

Abrí la puerta y me lo encontré sentado mirando a través de la ventana.

— ¿Que haces despierto, Damià?

El suspiró.

— Me ha sido inevitable escuchar vuestra conversación.

Mierda, mierda y mierda. No quería que ahora pensase que es culpa suya.

— Quizás es culpa mía que no sepas que hacer con tu vida ahora mismo, a lo mejor te forcé a venir y no me di cuenta.

No, ahora no. No quería que volviésemos a los primeros días juntos después de tanto tiempo separados, esos días en los que los dos estábamos mal.

Él se levantó de la cama, agarró ropa del armario y se encerró en el baño durante cinco minutos al menos. Yo me había quedado estática en el lugar donde estaba.

Él salió recién vestido y yo lo único que pude articular fueron un par de palabras.

— ¿Donde vas?

Él se acerco a mi, y agarró mis mejillas.

— Voy a dar una vuelta, a tomar el aire. Me irá bien.

Negué absolutamente. Eso no era lo que tenía que hacer ahora mismo.

— Damià, son las tres de la mañana, creo que no es ho... — Me cortó.

— No te preocupes, cuando te despiertes por la mañana estaré contigo, abrazándote como siempre, solo déjame que salga aclararme las cosas yo solo.

Quise volver a debatir eso, pero sabía que si lo hacía, íbamos a acabar discutiendo. Así que lo dejé ir.

Él agarró sus llaves y antes de irse dejó un ligero beso en mi frente acompañado de un susurro diciéndome "te quiero".

Cuando salió por la puerta yo solo fui capaz de arrastrarme por la pared hasta el suelo, y quedarme ahí sentada mirando a la nada.

Yo tenía claro que el no me había forzado a volver aquí, y que mucho menos era culpa suya que yo no supiera que hacer ahora mismo.
Yo quería volver a Roma, quería volver a reencontrarme con el.

Mi mente llevaba jugándome malas pasadas desde que pasó todo hace cinco años. Me he sentido sin rumbo desde ese entonces, pero quizás al volver aquí me había bloqueado.

No era culpa suya, era mia. No iba a dejar que se sintiese culpable porque yo no supiese aclarar mis ideas.

Suspire una vez más, no se que estaba haciendo ahora conmigo misma.

Bidet y Legolas se acurrucaron a mi lado ronroneando, y yo solo los acaricié sin más, sin mirarlos apenas a ninguno de los dos.

No se cuanto tiempo me quede sentada ahí en el suelo mirando a la nada y dándole vueltas a todo, solo se que me quede profundamente dormida ahí mismo.

L'inciampo dell'amore // Damiano David Donde viven las historias. Descúbrelo ahora