CAPÍTULO 44

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— ¿Es eso verdad? — Preguntó mi padre.

La mirada de mi madre se llenó de miedo, y yo por mucho que la quisiera, me sentí aliviada de soltar aquel secreto que llevaba años ocultando.

— No es lo que tú crees, enserio.

El suspiró y la miro incrédulo.

— Me creó más a mi hija que a ti, sabes perfectamente que no es la primera vez que me mientes, y tengo a Sofia de testigo.

Yo sabia cuántas veces le había mentido a lo largo de su vida, y no eran pocas.

Ella me miró mal, y por una vez en la vida sentí mucho odio por su parte. Yo solo pude levantar los hombros en forma de darle la razón a mi padre.

De repente mi madre se puso rígida, y me temí lo peor.

— Pues ya que estamos diciendo cosas malas, vamos a decir una cosa peor. — Ella río amargamente.

Sabia cuales eran sus intenciones, no nos quería ahí, el odio la carcomía, como siento que alguien le hacía algo malo. Sabia que era capaz de echarnos.

— Os quiero fuera de esta casa, mañana mismo.

Sabia que iba a echarnos después de desvelar esto, era lo peor que yo podría haber desvelado, y juro odiarme si lo hacia.

— Estáis los dos completamente fuera de la empresa a partir de hoy, así que buscaros la vida.

Salió de aquella habitación bajo nuestra mirada, y mi amor por ella se disipó en dos segundos. Ahora sentía mucho odio.

Mi padre se acercó a mi cama.

— ¿Donde vamos a ir? — Preguntó el.

Quise pensar que no quedaba ninguna alternativa, pero la mejor de ellas vino a mi cabeza.
Roma, Damiano, mi tío. Eso vino a mi cabeza. Aunque sí que era un poco arriesgado volver nada más haber vuelto, pero me daba igual.

— Dame dos minutos y te confirmo si lo que tengo en mente es viable. — Musité.

El asintió y yo salí a la terraza de mi habitación. Busque el número de Damiano y lo llame. El lo cogió al momento.

— Dime, Sof. Justo iba a llamarte ahora.

Reí nerviosa.

— Te necesito, en una cosa bastante urgente.

— Dime. ¿Cojo un vuelo y voy a verte? Lo hago si hace falta. — Dijo acelerado.

Yo quise reír otra vez, pero no lo hice.

— Exactamente no es eso, es una cosa mucho peor. — Musité. — Mi madre nos ha echado de casa y de la empresa a mi padre y a mi. Tenemos que irnos mañana.

— ¿Que? ¿Como?

— Ya te contaré, Damià. Ahora solo quiero saber si tienes sitio para uno más en casa.

— Claro que lo tengo. ¿Pero eso quiere decir que viene tu padre también?

— Si, no puedo dejarlo solo en Madrid. — Susurré apenada.

Escuche a Damiano suspirar.

— Puede venir, pero déjame ver cómo lo monto, ¿vale?

Suspire aliviada.

— Mañana por la noche estamos ahí, Damià.

Sentí que suspiró esta vez de alivio.

— ¿Eso quiere decir que mañana por la noche te tengo toda para mi? ¿Completamente toda?

Esta vez sí que reí de verdad.

— Dijimos de ir despacio, así que relájate fiera.

El río, y yo también. Sabíamos que ninguno de los dos era capaz de ir despacio.

— Mañana ven a buscarnos al aeropuerto. Ahora sacaré lo vuelos y te diré a la hora que llegamos.

— Perfecto.

— Te quiero mucho, amore. — Susurré.

— También te quiero mucho, piccola.

Después de eso colgamos la llamada y le conté todo a mi padre. Dudó al principio, pero no se negó al saber que iba a poder estar con su hermano, mi tío, y que encima iba a estar lejos del ogro de mi madre.
Mi tío y el se tenían un cariño muy especial, y hacía años que no vivían en la misma ciudad. Necesitaban verse y recuperar tiempo perdido.

Llame a Mara, para poder darle una sorpresa a mi tío esa misma noche. Le dije que planeara una cena para todos, y nosotros llegaríamos de sorpresa.

[...]

— Les diré a la empresa de mudanzas que os lo envíen todo.

Mi madre ya nos acababa de echar oficialmente. Nosotros íbamos cargados de maletas hasta arriba, pero que le íbamos a hacer.

Pedimos un taxi hasta el aeropuerto, y se nos hizo completamente eterno a los dos.

Íbamos a echar de menos Madrid, y mucho.

Pero no íbamos a volver nunca más.

Adiós Madrid.

[...]

Mi padre y yo nos fundimos en risas con unas de las azafatas del avión. La cuales nos estaban contando anécdotas de algunos vuelos, ya que habíamos podido hacer amistad con ellas.

Eran un amor de chicas, y eran de mi edad. Una de ellas era de Milán, y la otra de Florencia.
Me dieron su numero de teléfono para cuando tuviesen tiempo libre poder vernos y reír como habíamos reído en ese vuelo.

Cuando llegamos a Roma nos despedimos de ellas, y bajamos del avión.

Respire fuertemente. Bendita Roma y su olor tan bueno.

Fuimos a por las maletas corriendo, ya que teníamos pendiente la cena con mi tío, y encima Damiano nos estaba esperando fuera.

Cuando lo tuvimos todo, salimos de esa zona y busqué a Damiano con la mirada, pero en lugar de encontrarme con su mirada, me encontré con la de Ethan.

No pude evitar correr hasta el y abrazarlo.

— ¿Y a mi no me abrazas? — Musitó Damiano detrás suyo.

Me asomé y le saqué la lengua.

Cuando solté a Ethan fui a por Damiano y lo besé, mientras los abrazaba.

Al lado, estaban Thomas y Victoria, mirando los dos hacia el suelo. Quise dejar los rencores de lado, y los abracé a los dos a la vez.

— No sabes la falta que has echo, Sofía. — Susurró Victoria.

— No sabes como he echado de menos tu risa. — Susurró esta vez Thomas

Quise llorar de alegría, quise gritar que los quería a todos tanto que me iba explotar el corazón.

Mi familia estaba aquí en Roma, y no en Madrid. Tenia a las personas que más quería aquí delante mío, y ahí tuve claro que este era mi lugar. Mi lugar feliz, y sobretodo, mi hogar.

Cuando me di cuenta, mi padre y Damiano se estaban abrazando. Que imagen más bonita.

Sabia que se habían adorado nada más verse por primera vez, y sabía que ellos dos habían conectado como dos buenos amigos.

Y eso quería yo, que las dos personas más importantes de mi vida, se quisieran tanto como los quería yo.

L'inciampo dell'amore // Damiano David Donde viven las historias. Descúbrelo ahora