Antes de la gran noche, fuimos a cenar a un restaurante que quedaba cerca del hotel, el y yo, completamente solos.
El restaurante era con temática italiana. Si, ni fuera de casa sabíamos comer otra cosa que no fuese italiano.
Damiano no paro de quejarse de lo mal que habían salido algunos platos, según el, les faltaba esencia y manipulación por una persona que si lo era.
— Damià, deja de quejarte. — Reí. — O si no, vete tú a cocinar ya que te molesta tanto. — Reí otra vez.
Él me miró con mala cara, y yo reí ante eso. Me encantaba meterme con el. Pero, eso no hacía que ya estuviese como una moto prácticamente por lo que iba a pasar después, y él igual.
Nos mirábamos con deseo, y mucho. Hasta que tuve la genial idea de quitarme el tacón que llevaba, y con mi pie, ponerlo en aquella zona tan sensible para el.
El cerró los ojos y suspiró, cuando los abrió, me miró tan mal, que si no fuese porque lo que le estaba haciendo le gustaba, me hubiese matado en ese mismo momento.
Yo seguí con lo que estaba haciendo, hasta que el cogió mi pie de golpe, y lo paró en seco.
— Sofía, te agradecería que pararas, estamos en un restaurante.
Yo me mordí el labio y reí ante eso.
— Oh, venga, no me niegues que te ha gustado. Tu cara decía todo lo contrario.
Él me miró fijamente, y solo con eso tuve claro que lo mejor era parar.
El se levantó ligeramente y me hizo señas de que me acercara, que quería susurrarme algo.
— Te juro que como vuelvas a hacer eso, te estampo contra lo primero que pille, te saco el vestido como sea, si hace falta lo rompo, y te follo como nunca te lo han echo, Sofia. — Suspiró. — Deja de provocarme si no quieres que la gente te vea gemir aquí mismo.
Yo me senté automáticamente después de eso e hice el ademán de cerrar las piernas, pero el coló una suya entre medio antes de eso.
Negó con el dedo índice, y susurró.
— Ahora te fastidias, Hernández. Las piernas abiertas, ese será tu castigo hasta que lleguemos al hotel.
Le saqué el dedo corazón en respuesta a eso, y el me guiñó un ojo.
[...]
No sé cómo llegamos el completo silencio, pero con las manos agarradas a la habitación de hotel.
Quizás era porque los dos sabíamos que si hablábamos, éramos capaces de hacerlo en plena calle. Las palabras eran uno de nuestros fuertes.
Deje mi bolso en la pequeña mesa que había en la habitación, mientras él se quitaba la americana que llevaba, para así solo quedar con la bonita camisa negra que llevaba.
Sentí sus manos por encima de mis hombros, y apartó mi pelo, para así poder repartir besos por mi clavícula, espalda y cuello.
Deslizó los tirantes del vestido por mis brazos, y segundos después, lo dejó caer completamente en el suelo, quedando yo así expuesta completamente para el.
Me giré, y el se mordió el labio. Lo agarré de la camisa y lo besé, con muchísimo deseo. Empecé a desabotonársela poco a poco, hice lo mismo con su pantalón.
Cuando estuvimos en igualdad de condiciones, fue cuando todo se volvió más agresivo.
Él me tiro a la cama, y literalmente arrancó mi ropa interior. Besó todas las partes de mi cuerpo, y las lamió también. Mi intimidad, era la parte en la cual se tiró más tiempo.
Después yo hice lo mismo con el. Cada rincón de su cuerpo lo hice mío. Hasta el rincón más rotundo. Bese todos aquellos tatuajes, y uno en especial, más que los otros.
Volvió a lanzarse encima de mí tras eso, y nos seguimos besando, acariciando y rozando nuestros cuerpos. Sentía como su intimidad rozaba con la mía, y eso que me tenía bastante mal.
Él parecía divertido con eso, porque no paraba de hacerlo.
Se separó de mi, y fue a por un preservativo, yo me preparé para la accion, mirando la bonita Sunset Tower, pero él me dio una nalgada y luego me dejó como estaba antes.
Yo puse cara de no entender nada, pero él me lo explicó.
— Quiero probar otra postura, siempre lo hacemos igual. — Se puso el preservativo. — Está vez la verás igual, y gemirás mirando esa preciosa torre, pero quiero que esto sea un poco más íntimo.
No entendí nada, hasta que me hizo estirarme en la cama, y el se coló entre mis piernas. Yo automáticamente, pase mis manos y una parte de mis brazos por detrás de su cabeza. Nos miramos fijamente.
Cuando note que estaba a punto de entrar en mi, el paró en seco.
— ¿Hacia donde tienes que mirar?
Automáticamente supe que si no miraba aquella torre, no iba a hacer nada, así que lo hice.
Entró dentro de mi con brusquedad. Yo solo lo acerque y posicioné su cara en el rincón de mi cuello.
Sentía su respiración en mi nuca prácticamente, y eso me ponía nerviosa, pero a la vez me gustaba. Me encantaba tener vistas a la preciosa espalda de Damiano, y a su bonito culo también.
Cuando estábamos a punto, me negué a no verle la cara cuando los dos estuviéramos en aquel punto, así que saqué su cara del hueco de mi cuello, y lo miré.
Él tenía cara de cansancio, bastante notoria, así que puse un poco de mi parte, y me moví también.
Cuando llegue, rodé los ojos, y los puse completamente en blanco por el placer, el cayó desplomado encima mío.
Le acaricie el pelo y un poco la espalda, hasta que vi que se movía, y se tumbaba a mi lado.
— Que sepas que está muy guapa rodando los ojos y poniéndolos en blanco.
Le pegué un manotazo en el pecho.
— ¡Damià! Por favor, guárdate esos comentarios.
Me puse completamente roja ante eso, y él empezó a reírse.
— No me creo que seas una obsesa del sexo, y que te pongas roja cuando alguien te echa un cumplido en este contexto.
Primero le saqué el dedo corazón, pero luego se me pasó el medio enfado que había cogido. Sus caricias y besos, hicieron que cerrará los ojos, y me quedase profundamente dormida, mientras el tarareaba una canción.
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L'inciampo dell'amore // Damiano David
FanfictionMadrileña y artista. Esa es Sofía. Una joven de apenas veinte años que ha decidido mudarse a Roma para perseguir su sueño de ser artista. Nada más llegar a Roma, decide salir a descubrir sus calles, pero en un despiste choca con un elegante chico, e...