CAPÍTULO 12

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El olor de café llegó mis fosas nasales, cosa que hizo que me despertara de golpe. Abrí los ojos y observé que no estaba en mi cama, pero entonces recordé la noche anterior y una pequeña sonrisa salió de mi cara.

Note como la cama se hundía a mi lado, así que me giré.

— Buenos días, cascarrabias.

Un Damiano sin camiseta y con el desayuno recién echo y servido en una bandeja, me daba los buenos dias, tenía que estar soñando o algo. Me fregué los ojos, pero efectivamente vi que todo era real.

— Buenos días, Damiano. Gracias por el desayuno. — Dije mirando aquella bandeja.

Café, tostadas y un vaso de zumo, el desayuno perfecto, pero a todo esto, al café le faltaba azúcar

— La falta azúcar al café, ¿puedes traérmelo?

El se levantó asintiendo y me dio la espalda. Diría que nunca había visto a Damiano de espaldas y menos sin camiseta, porque si no me habría fijado en la obra de arte que tiene tatuada en la espalda. Me quede embobada mientras se iba.

Al cabo de los dos minutos volvió con dos sobres de azúcar en la mano y me los lanzó, pero yo antes de desayunar, tenía que ver aquel tatuaje de cerca.

— ¿Te puedes sentar de espaldas a mi? Quiero ver una cosa.

El asintió, y se sentó delante mía, de espaldas.

Pase mi mano por su espalda, por aquel tatuaje que ocupaba todo aquel lugar. Era precioso, y una obra de arte. Yo sabía que él estaba tatuado hasta las trancas, pero esto quizás, no me lo esperaba. Era una batalla realmente conocida la que tenía tatuada, ademas, justo debajo, habían unas llamas que acababan de decorar aquel tatuaje.

— ¿Te gusta, no? — Preguntó el girando la cabeza

— Es precioso, me encanta.

El río.

— Es mi tatuaje favorito quizás, a todo el mundo suele gustarle. Aunque también, el de il ballo de la vita, triunfa bastante.

Hice que se girara y así poder tocar aquel otro tatuaje que acababa de nombrar. Las letras estaba perfectamente dibujadas y perfectamente claras.

Sentí que al tocar esa zona más sensible suya, se le aceleraba el pulso, sus latidos iban más rápidos, estaba nervioso.

El acabó retirando mis manos de ahi, bruscamente, cosa que yo no me esperaba.

— Ya empezamos. — Susurré.

Sin más dilación, cogí mi desayuno y empecé a catarlo. No estaba mal, para nada. Estaba buenísimo.

En medio desayuno el se fue, y se encerró en el baño de justo al lado. No sé si estaba frustrado o le pasaba otra cosa.

No sé cuánto rato estuvo metido ahí, pero empezaba a parecer otra cosa, así que yo decidí levantarme de la cama e irme a pintar un rato. Tenía que abrir y relajar la mente.

Quise representar esa sensación que el me había transmitido anoche. Esa sensación de cariño, y de estar en casa, de volver a casa, básicamente. Dibuje dos figuras totalmente aleatorias uniéndose, sin más.

No sabía ni siquiera porque estaba pintando esto. Entendería que si fuese una loca enamorada, estuviese haciéndolo. Pero yo no era una loca enamorada.

O quizás si, pero estaba confusa.

Sentí que la puerta de detrás mío se abría, y sabía perfectamente que era el.

Ignore completamente su presencia, y seguí a lo mío, sin importar que él estuviese observándome.

— ¿Que buscas representar en ese cuadro? ¿La unión? ¿El amor?

— ¿Ya se te ha pasado el enfado? — Pregunte descaradamente sin mirarle.

Él resopló y se quedó en silencio un par de minutos, como si estuviese intentando buscar una respuesta realmente buena, a la pregunta que yo descaradamente le había lanzado.

— No es enfado, es frustración. Son dos cosas muy diferentes, y bastante distinguibles.

¿Frustración, porque? No lo entendía. ¿Yo le provocaba frustración?

— ¿Frustración? — Pregunte incrédula. — ¿A caso te provoco frustración? Porque si es así, no necesito tu compañía, Damiano. Sé cuidarme sola.

El volvió a resoplar.

— No es eso, es mucho más difícil de entender, Sofía.

¿Que era tan difícil de entender?

— ¿Y que es tan difícil de entender?

— Sofía, es mucho más complejo de lo que piensas. No es una cosa que pueda explicarte sin más.

No entendía porque le estaba siendo tan difícil  ser claro, y conciso. Mi cabeza no lograba entenderlo.

Me estaba poniendo nerviosa, porque si la convivencia iba a ser una mezcla de misterio y frustración, prefería quedarme sola y cuidarme sola.

— ¿Puedes ser claro? — Dije esta vez girándome.

— No es fan fácil, te lo he dicho.

— Joder, Damiano, ¿que coño te cuesta contármelo? Si vamos a pasar dos semanas y media juntos en esta casa, algún vínculo de confianza tendremos que establecer. — Medio grité.

— Sofía, déjalo.

— No, no voy a dejarlo.

— Que lo dejes.

— Me niego, Damiano. — Dije levantándome y poniéndome delante suya.

Deje nuestras caras a centímetros, para que supiese que no tenía miedo de lo que pudiera decirme en ese momento.

— Te repito una última vez, déjalo. — Susurró.

Negué con la cabeza, y se que ahí colmé el asunto. De un momento a otro, iba a gritarme y a comportarse como un capullo.

— ¡¿Eres así de insistente con todo el mundo?! — Gritó a centímetros de mi cara. — ¡Pues si tanto insistes, no hay más remedio que contártelo para que te calles! — Cerró los ojos y se puso las manos en la nuca, cogiendo aire. — ¡¿Sabes que me pasa?! ¡Que me es imposible estar a tu lado tranquilo! ¡Me es imposible tenerte cerca y no pensar en todo lo que quiero hacerte! ¡Joder, Sofía!

Después de eso, me miró fijamente y salió de aquella habitación súper rápido. Yo no sabía que acababa de pasar.

No sé si esto acababa de ser una declaración de amor, o una declaración sexual, lo único que sé, es que todo lo que había nombrado el, era mutuo.

A mi también me era imposible no tenerle cerca, y pensar en todo lo que quiero hacer con el. Dije que lo quería solo para mi, para mi disfrute personal. Lo quería en mi cama, para que me complaciese como nadie lo había echo.

L'inciampo dell'amore // Damiano David Donde viven las historias. Descúbrelo ahora