CAPÍTULO 17

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Ir a Estados Unidos quizás había sido una de las mejores decisión de mi vida, pero por otra parte no, le tengo un miedo atroz a los aviones.

Hay que admitir, que subí medio drogada a base de pastillas a aquel avión para distraer mi mente de que estaba sobrevolando medio mundo, porque si no, era capaz de darme la vuelta y quedarme totalmente sola dos semanas en Roma.

Dormí casi todo el vuelo por eso, y realmente lo agradecí, no quería ni pensar donde estaba. Damiano se encargó todo el rato de que yo estuviese bien, y agradecí eso.

Nada más llegar a Nueva York, fuimos directos al hotel para poder descansar.

Toda aquella tarde, dormimos Damiano y yo, porque estábamos cansados, no sabíamos porque.

Cuando llegó la hora de la cena, nos tocó bajar al comedor donde todos habíamos quedado para comer, pero cuando llegamos abajo, solo estaba la única chica del grupo, Victoria.

Cuando llegamos a su lado, Damiano dijo que tenía que volver a la habitación porque se había dejado el móvil. Insistí en subir yo, pero se fue dejándome ahí tirada con Victoria mirándome.

No habíamos hablado mucho, solo la típica conversación que tienes cuando conoces a alguien.

Yo estaba nerviosa porque no sabía porque me miraba tanto.

— Me encanta la pareja que hacéis con Damiano. — Dijo ella.

Levante mi cabeza y la miré.

— Gracias. — Susurré.

Ella rio. Vaya, todos tenían la manía de reírse siempre.

— Anda, no seas tímida. No te lo digo por quedar bien, de verdad, me pareces una chica perfecta para el. Además, soy la única chica del grupo, no me vendrá mal tenerte como amiga y compañía siempre de ahora en adelante.

Yo medio sonreí. Me encantaba haberle caído bien, porque tenía razón, a fin de cuentas éramos dos chicas que iban a hacerse compañía casi siempre a partir de ahora. Estábamos rodeadas de chicos y se agradecía tener compañía femenina.

Escuchamos voces por detrás y ahí vinieron todos hacia nosotros. Damiano llegó y pasó su brazo por encima de mis hombros.

De ahí, fuimos directos a cenar todos juntos.

[...]

No podía parar de reírme. Thomas sin duda era la alma más joven y creativa del grupo. Estaba todo el rato metiendose con Damiano y con el resto.

Damiano me miraba mal de vez en cuando por reírme de él, pero al rato se le pasaba.

Ethan era una persona muy callada, pero realmente muy amable. Habíamos hablado un poco, pero yo sabía que era una persona genial.

Cuando salimos de aquel comedor Thomas y yo nos pusimos hablar delante de los chicos. Realmente era diversión sin parar.

Cuando llegamos a nuestra planta nos despedimos entre todo, y nos fuimos cada uno a la habitación.

Cuando llegamos a la habitación me quite la chaqueta que llevaba quedando así en una camiseta de tirantes.

Me acerqué a la ventana de la habitación, se podía ver el Empire States desde aquí, y era sinceramente, precioso.

Sentí las manos de Damiano posicionarse en mi cintura y su cabeza colarse en el hueco de mi cuello.

— ¿Es bonito, no?

Yo asentí, y suspiré después. Estaba demasiado bien.

— ¿Hacemos un Roma?

¿Un Roma? ¿De que hablaba?

— ¿Un Roma? — Pregunte riéndome.

El también río, pero después habló.

— Con Roma, me refiero a aquel día que viniste a casa, te desvestí, y mientras mirabas el Coliseo, viste las estrellas. ¿Sabes ahora de que te hablo, amore?

Sentí que esas palabras viajaban por todo mi cuerpo y lo encendían como si de fuego se tratase. Trague saliva.

Pero, quise jugar con el.

— Mhmm... No sé a qué te refieres, tendrías que ser un poco más claro, cucciolo.

Sentí su risa ronca en mi cuello, y me mordí el labio esperando su respuesta.

— ¿Que quieres que te diga? ¿Que te voy a follar tan duro que no sabrás ni quién eres ni dónde estás?

Me giré, poniendo así mis manos en sus hombros, como la primera vez que nos dimos un beso.

— Efectivamente, eso espero que hagas.

El sonrió, y luego se mordió el labio inferior. Junto nuestras frentes haciendo así que nuestras mirada chocarán y se encontrarán.

— No sabes lo loco que me tienes.

Yo sonreí ante eso, y me acerqué a su oreja, para susurrarle.

— Pues... Espero volverte más loco aún, porque, esta noche, no lo vas a tener tan fácil.

El suspiro y saco mi cabeza de ese lugar.

— ¿Vas a dominarme? — Dijo incrédulo.

— Ni que fuese tan difícil, David.

El tiro la cabeza hacia atrás. Sabía que llamarle por su apellido, le ponía, y ese era mi objetivo.

— Soy todo tuyo, Hernández.

Yo sonreí ante eso, y lo arrastré hasta la cama. Quedando así yo encima de él.

Le saque la camiseta de un tiron, y me saque también la mía, quedando así expuesta a él, viendo como se estaba muriendo por tocarme.

Me acerqué a su cara, y lo besé. Lo agarre de la cabeza para así profundizar ese beso tan lujurioso y mágico para los dos.

Esta vez, le permití tocarme, haciendo que automáticamente pusiera las manos en mi culo. Lo hizo aposta, porque sabía que en estas situaciones me encantaba.

Dio un apretón, provocando así que un ligero jadeo saliera de mi boca. Estoy segura de que eso sonó por toda la habitación.

Esta noche, los huéspedes que estaban en las habitaciones de al lado y en frente, iban a escucharnos, pero creo, que a los dos nos daba igual todo eso, solo existíamos nosotros y nadie más en estos momentos tan especiales.

Saque sus pantalones, y también los míos. Estábamos los dos en nuestro yo más verdadero y real.

El solo suspiraba durante todo eso, se estaba muriendo por hacer algo.

— Te lo juro que como no espabiles, pasaré totalmente de hacerte caso, y te haré mía contra la primera cosa que encuentre por el camino.

Yo reí ante eso, definitivamente, estaba muerto por tocarme o hacerme cualquier cosa.

— Tranquilo, amore. Ten un poco de paciencia anda, esta será una de tus mejores noches.

L'inciampo dell'amore // Damiano David Donde viven las historias. Descúbrelo ahora