CAPÍTULO 42

492 36 19
                                    

Narra Damiano:

Baje del coche rápidamente, y corrí hasta ella. Pareció no darse cuenta de mi presencia.

Le vi la cara un poco de lado, y tenía el maquillaje corrido. Una razón más para derrumbarme, estaba llorando.

— Sofia... — Musité a su lado.

Ella se sobresaltó al escuchar mi voz, y luego se giró mirándome mal, para segundos después levantarse e intentar irse, pero no le deje. La agarre fuerte de la muñeca, y se giró de golpe. Por primera vez desde que nos habíamos vuelto a ver, había cambiado la mirada, a una mirada de tranquilidad.

— ¿Como has sabido que estaba aquí? — Susurró ella.

— Alessandro, tu tío, me lo ha dicho.

Ella rodó los ojos, y aunque no lo dijera en voz alta, pude intuir que ahora lo estaba odiando.

— ¿Que es lo que quieres ahora?

Me miro esta vez a los ojos.

— Que dejes de huir, que dejes de huir de mi.

Ella tragó saliva, y se quedó callada sin decir nada.

— Llevamos cinco años separados el uno del otro, cinco años haciéndanos falta. Pasará lo que pasará, es pasado, ya ha pasado. Nos estamos haciendo más daño separados que juntos, y lo sabes.

Ella no se soltaba de mi agarre y eso me mantenía tranquilo.

— Me hiciste más daño con tus palabras que cualquier persona. Llegue a pensar que no merecía estar contigo, que no era lo que necesitabas, que era lo peor del mundo, y por eso mismo hui de aquí, porque esa noche rompiste las esperanzas que me quedaban de creer que era todo lo contrario a eso.

Se le llenaron los ojos de lágrimas, y a mi también. Esto estaba doliendo demasiado, más de lo que me pensaba.

— He tenido cinco años para asimilar que te hice daño, porque si, te lo hice, y no te lo merecías.

Esta vez ella me miro tranquilamente, y sentí paz.

— No me merecía que me despreciases de esa manera. Me alivia que seas consciente de eso.

Cogí aire, lo necesitaba.

— ¿Sabes? Cuando antes te he dicho que te quería, no mentía en absoluto. Has estado cinco años clavada en mi cabeza, dando vueltas en ella. — Musité. — Intente olvidarte y hacerme entrar en razón de que no volverías, pero me ha sido imposible, porque eres el amor de mi vida, mi alma gemela.

A ella se le escaparon un par de lágrimas que se limpió, pero la última de ellas, la paré yo con mi pulgar. Acaricie su suave mejilla ahora húmeda bajo su atenta mirada.

— Nunca me ha dolido tanto pronunciar unas palabras como decir que te he olvidado, Damià. Joder, no he sido capaz de ello, y no creo que lo sea.

Se me escapó una leve sonrisa ante sus palabras. Que bonito era escuchar eso.

Junté mi frente con la suya, y ella no se apartó en absoluto.

— Dime que me quieres, por favor. — Susurré.

— Damiano, tenemos que sanar antes de todo. — Susurró ella.

Posicioné mi dedo en sus labios para hacerla callar.

— Dímelo, Sofía.

Ella suspiró y noté como cerraba los ojos.

— Te quiero, Damiano, más que a mi vida entera.

Después de eso se rompió bruscamente, y yo como siempre, la rescate. La protegí entre mis brazos.

Era evidente que la gente no dejaba de mirarnos, pero me daba igual, que le den a todo el mundo.

Acaricié su pelo, mientras yo lloraba también. Estábamos los dos igual de rotos sin el otro.

De un momento a otro, sacó su cabeza de entre mis brazos, y sujetó mi cabeza para segundos después besarme.

Cinco años para ese beso. El beso que tanto había necesitado. Su lengua se movía al compas de la mía, y después de tanto tiempo, noté ese fuego que me hacía falta. Esa llama que me encendía y me mantenía cuerdo y con los pies en el mundo.

Nos separamos bajo la atenta mirada del otro y fue realmente extraño.

Junte nuestras frentes otra vez.

— Dime que después de esto, no vas a irte otra vez sin darme explicaciones.

Escuché una risa amarga por su parte, y ella movió su cabeza hacia mi oído.

— No pienso irme, pero primero, tenemos que sanar. No podemos pretender actuar como si no hubiese pasado absolutamente nada. Necesitamos empezar de cero, otra vez.

Yo asentí porque ella tenía razón. Teníamos que empezar de cero, pero esta vez sin ser yo el arrogante que se lo carga todo, y que la trata mal.

La mire fijamente, y creo que le hice la pregunta más ridícula que podía haberle echo.

— ¿Puedo volver a abrazarte?

Ella asintió y dejó que colara mi cabeza en el hueco de su cuello. Esta vez quién se derrumbó fui yo.

Por fin la volvía a tener conmigo, entre mis brazos. Para mi, y solo para mi.

Sentí su mano acariciarme el pelo y la nuca, para segundos después dejar un beso en mi coronilla.

— Tranquilízate, estoy aquí. — Susurró. — He vuelto, amore.

Esa última palabra, me hizo creer definitivamente que ella estaba ahí. No pude evitar volver a llorar como un niño pequeño cuando perdía un juguete.

Me había vuelto un sensible de pies a cabeza, y ella, ahora, era todo lo contrario, pero quizás tenía que ser así. Quizás teníamos que intercambiar papeles para que todo fuese bien de una vez por todas.

Después de tanto llorar, fui capaz de separarme de ella, y mirarla a los ojos.

— ¿Vuelves a Roma?

— Aún no. Me queda un mes de contrato en el despacho de mis padres. Tendrás que esperarte aún un mes.

Asentí, porque entendía la situación.

— ¿En un mes vuelves?

Ella asintió, y fui feliz otra vez. Iba a volver, pero por mi.

— ¿Tienes sitio en casa?

¿Eso es que quería venirse a vivir conmigo?

— Si, ¿porque? — Pregunté intrigado.

— Porque mas te vale hacerme un hueco en el armario cuando vuelva.

Abrí los ojos porque no me lo creía. La había recuperado, y encima, quería que viviésemos en el mismo espacio.

— No te emociones, igualmente vamos a ir poco a poco, ¿vale?

Asentí, que todo fuese como ella quisiera, pero por fin pude respirar tranquilo después de tanto tiempo.

L'inciampo dell'amore // Damiano David Donde viven las historias. Descúbrelo ahora