Capítulo 8 •Alguien me está observando•

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Lo que Agustín me acababa de contar no sonaba bonito pero, ¡por Dios!, es muy difícil de creer

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Lo que Agustín me acababa de contar no sonaba bonito pero, ¡por Dios!, es muy difícil de creer. Imaginense un chico lindo, siendo malo y maldiciendo pueblos, suena bastante irreal.

Observe a Agustín quien después de contarme la Leyenda giró la cabeza hacia la ventana y miró el cielo.

—Agus... —él volteo a verme—. Él... ¿Tiene nombre?, además de ser llamado “Hijo de la luna”.

El castaño asintió.

—Por lo que yo sé, si, pero no sé su nombre. Nadie quiere mencionarlo, por lo tanto, las nuevas generaciones no sabemos su nombre.

—Oh.

El autobús llegó a nuestro destino, al bajar, la llovizna caía sobre nosotros.

—Vamos, te acompaño a tu casa —me dijo Agustín.

—No te preocupes, Agus, vivo cerca, ve a casa, ya es tarde están por dar las 11:00 —sonreí.

—Pero... —lo interrumpí.

—Insisto. No me pasara nada malo.

Agustín soltó un largo suspiro.

—De acuerdo, te veo mañana por la mañana —me dio un beso de despedida—. Ve con cuidado —me dijo con preocupación.

—Tú igual —él asintió y se alejó de donde yo estaba, suspire y mire la luna; estaba en su cuarto menguante—. Así que tienes un hijo —sonreí y comencé a caminar—. Quien lo diría.

Saque mi celular y entre a mis redes sociales, pero el sonido de pisadas detrás de mí me distrajo, me quede quieta y gire para ver quien era la persona que pisaba así, ya que hacía mucho ruido con el agua que se encontraba en el pavimento.

Pero no había nadie, decidí no darle importancia, tal vez sólo estaba imaginándome cosas, después de todas esas Leyendas que escuche, es normal que me haya sugestionado.

A varios cientos de kilómetros, puede tu voz darme calor igual que un sol y siento como un cambio armonico, va componiendo una canción en mi interior —comencé a cantar para aligerar el ambiente, que por cierto ya se me había hecho muy pesado y el camino más largo de lo normal—. Sé que seguir no suena lógico, pero no olvido tu perfume mágico y este encuentro telefónico, me ha recordado que estoy loco por ti —tuve la sensación de que alguien me estaba observando, gire la cabeza rápidamente y pude distinguir la silueta de un chico que estaba al final de la calle—. ¡Hey, tú! ¿Quién eres? —prendí la linterna de mi celular y lo alumbre, pero antes de que la luz pudiera tocarlo desapareció.

Abrí los ojos a más no poder y me eché a correr, de acuerdo, eso me había dado bastante miedo. ¿Será él?

Cuando llegue a mi casa abrí como desesperada la puerta y la cerré con llave.

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