Capítulo 42 •Baile•

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—Gracias por traernos, papá —dijo mientras ayudaba a Agustina a sentarse en su silla de ruedas

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—Gracias por traernos, papá —dijo mientras ayudaba a Agustina a sentarse en su silla de ruedas.

Miré el lugar donde sería el baile, estaba hermoso, nunca había visto algo así, había muchas luces pequeñas y parejas entrando al salón me hizo recordar las películas de Barbie que veía cuando era niña.

—Gracias, señor —dije.

Él asintió.

—¡Diviértanse mucho!, cualquier cosa me llamas al celular, Agustina —mi amiga asintió.

El señor subió a su vehículo y se alejó del  lugar.

—¡Vamos dentro! —exclamó emocionada mi amiga.

Avanzamos y entramos al salón, todo estaba hermoso, había parejas bailando, otras sentadas en mesas muy bien adornadas, me sentía en verdad en la época victoriana. Dejé de admirar el salón y me di cuenta que las personas me miraban, asombradas y murmuraban entre ellas.

—Ya ves, te lo dije, todos te miran —dijo Agustina.

Me puse nerviosa, la música que sonaba era instrumental y muy bonita, caminamos entre la multitud de gente para buscar una mesa.

Cuando alguien me agarra de la cintura.

—¡Hola, Karol! —gire alarmada.

—¡Agus! —lo abrace—. Que bueno que estás aquí.

Agustín llevaba un traje negro con olanes en las mangas, el cabello despeinado y un moño en la camisa, se veía muy guapo para ser sincera.

—Digo lo mismo, estás muy guapa, bueno, las dos —dijo mirando a Agustina.

—Ella es mi amiga Agustina y trabaja conmigo —dije con una sonrisa.

—¡Mucho gusto! —dijo Agustín, Agustina frunció el ceño.

—Mucho gusto... Pero ya nos habíamos conocido —dijo mi amiga, ¡demonios! Era verdad, lo vió aquella noche que salí con Matteo y Ruggero ocupaba su cuerpo, Agustín la miró confundido y volteo a verme, le di una mirada cómplice.

—¡Oh, si!, disculpa, es que... Soy muy olvidadizo —dijo—. ¿Por qué no vienen a sentarse con nosotros? —comentó Agustín cambiando de tema—. Sería magnífico.

—Claro, vamos —dijimos Agustina y yo al unísono.

Agustín nos condujo hasta su mesa, donde estaba su hermana, Esteban y Maxi y reían animadamente, al vernos los dos chicos sonrieron.

—¡Karol! ¡Agustina! —dijo Esteban—. Es increíble que estén aquí.

Tomamos un lugar en la mesa.

—Así que ya se conocían —dijo Agustín sentándose a mi lado.

—Trabaja en la biblioteca con nosotros —comentó Maxi con una sonrisa.

—¡Vaya! Que sorpresa, no tenía idea —dijo el castaño.

—Yo igual la había visto —dijo la hermana de Agustín.

—Así es, tú y tu mamá me preguntaron sobre Agustín —dije amablemente.

—Cierto, mucho gusto soy Katja, hermana de Agustín —me extendió la mano y a Agustina también.

—Mucho gusto, Karol Sevilla —dije.

—Agustina Agazzani —sonrió mi amiga.

Comenzamos a platicar todos, era muy agradable hablar con ellos, ya tenía mucho que no me sentía tan bien en un grupo de amigos, pero ellos eran increíbles, Agustín nos hacía reír con sus ocurrencias, era una buena noche, pero fue cuando recordé a Ruggero, ¿dónde estará? No sé nada de él, eso me deprimió un poco.

De pronto, una canción muy bonita comenzó a sonar y varias parejas comenzaron a pasar al centro a bailar.

—Iré al baño —me avisó Agustina, asentí.

—¡Vamos a bailar, Maxi! —exclamó Katja.

—¿Qué? —dijo Maxi con cara de asustado, Katja ya se había levantado de su asiento y se encontraba a un lado de Maxi.

—¡Vamos! —ella lo jaló y literal lo arrastró a la pista de baile.

Agustín, Esteban y yo comenzamos a reír.

—¿No bailas? —le preguntó una chica a Agustín, él me miró y yo con la mirada le dije que fuera.

—Ok, vamos.

Agustín y la chica desconocida se fueron a la pista.

—Te diría que fueramos a bailar pero nah —dijo Esteban con una sonrisa—. Me aburre bailar.

Negué divertida.

Miré a la derecha y en la entrada había un chico que se me hacía conocido, no podía distinguirle el rostro, ya que de por si no veo de lejos, comenzaba a acercarse, muchas chicas lo miraban embobadas, usaba un traje blanco con un moño rojo, tenía las manos metidas en los bolsillos de su pantalón, a diferencia de todos los trajes que usaban los hombres el de él era muy normal, pero todas las miradas eran para él, cuando estuvo lo suficientemente cerca, me di cuenta que era...

—Ruggero... —susurré y me levante del asiento de donde estaba.

Ruggero esbozo una sonrisa y yo corrí hasta él.

—Sabía que te encontraría aquí —dijo con aquella voz hermosa—. ¿Te gustaría bailar conmigo?

—¡Claro que si! —dije con una enorme sonrisa, él me tomó de la mano y me condujo hasta la pista, todas las miradas se dirigían a nosotros, sobre todo las chicas que miraban a Ruggero, lo que me hizo sentir un poco de celos, pero mejor decidí ignorarlo y disfrutar el momento.

Ruggero tomó mi cintura y comenzamos a bailar.

—¿Por qué no te había visto?

Ruggero curvo la comisura de sus labios.

—Estaba un poco ocupado —me dijo al oído—. Tratando de... Aclarar mis sentimientos.

Fruncí el ceño.

—¿Tus sentimientos? —pregunte y levante una ceja.

—Si... Ahora que sé realmente lo que quiero... Vine a buscarlo —me sonrió.

—¿Y lo encontraste? —pregunte curiosa.

—Así es... Y se ve hermosa —abrí los ojos como platos.

—Ruggero...

Ruggero me interrumpió.

—Estás hermosa, y... —soltó un suspiro—. Debo decirte que... Estoy enamorado de ti —dejamos de danzar y lo mire a los ojos.

—¿Lo dices en serio? —él asintió sus ojos cafés tenían un hermoso brillo, debido a las luces del lugar, su cabello hacía juego con sus labios y el moño que llevaba en el cuello.

—Nunca he hablado más en serio —dijo y me tocó la mejilla—. Te amo...

Mi corazón latía muy fuerte.

Me acerqué a él y lo bese.

—Yo también, Ruggero, yo también— dije cuando me separe de él.

Hijo de la Luna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora