Capítulo 59 •Final•

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Horas mas tarde

•Karol•

Cuando llegue al beso del diablo estaba lloviendo muy fuerte, eran las 5:49 de la tarde, corrí por las calles esquivando los charcos de agua que se habían formado. Iba mirando al suelo para evitar pisar uno, pero de pronto unos pies se hicieron presentes en mi campo de visión, levante la vista lentamente pensando en que quizás era Pasquale, ojalá no, pero mi sorpresa fue encontrarme con aquellos ojos cafés, los cuales ahora brillaban con mucha intensidad.

—Ruggero —dije boquiabierta.

—Hola —curvo la comisura de su boca.

Sonreí y deshice la distancia que nos separaba, lo abracé como si fuera la última vez que lo iba a ver.

—¿Por qué te desapareces así de mi vida?

Ruggero me apretó mas contra él y yo apoye mi cabeza en su hombro.

—Te dije que iba a buscarte cuando todo estuviera listo —nos separamos y él me miró a los ojos—. ¡Lo está, Karol! —exclamó con una sonrisa.

Había olvidado que la lluvia nos estaba empapando, pero es que teniendo a Ruggero frente a mí hacía que no me importara esa mínima cosa, aunque tal vez luego pesque un resfriado, pero ahora eso no importa, Ruggero había venido a buscarme.

—¿Lo dices en serio? —cuestione—. ¿Haz venido para...quedarte conmigo?

Él me sonrió tiernamente.

—Claro que si, pero antes debo hacer algo, Karol —fruncí el ceño.

—¿Qué cosa? —cuestione, bajando la mirada, tenía miedo de que se fuera nuevamente de mi lado.

Ruggero tomó mi mentón e hizo que lo mirara a los ojos.

—No pongas esa carita —dijo Ruggero tiernamente—. En lo que tengo que hacer —hizo una pausa—. Debes estar presente tú —abrí los ojos a más no poder.

—¿Y eso? —pregunte sorprendida.

—Ya lo sabrás, hoy por la noche estarás conmigo, aproximadamente 11:00 en punto, debes estar en el monte del pueblo, ahí estaré esperándote, será cuando por fin estaremos juntos, hermosa.

Ruggero se acercó lentamente a mí y me dio un pequeño beso en los labios, sonreí ante su acto.

—Ahí estaré, Ruggero, te lo prometo —dije dándole un beso en la frente.

Ruggero acarició mi rostro y sonrió tiernamente.

—Hoy seré el hombre más feliz del mundo —habló el ruloso—. Ve a casa, linda, no quiero que te enfermes.

Asentí.

—¡Te amo! —dije con todo mi corazón mientras me alejaba corriendo de Ruggero.

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