Capítulo 4 •El empleo•

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Las clases transcurrieron tranquilas, en realidad, el tiempo en la Universidad fue demasiado relajado y es algo raro, por lo general yo me estreso demasiado rápido, es uno de mis defectos

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Las clases transcurrieron tranquilas, en realidad, el tiempo en la Universidad fue demasiado relajado y es algo raro, por lo general yo me estreso demasiado rápido, es uno de mis defectos.

—¿Quieres que te acompañe a la parada de autobuses? —me preguntó Michael, creo que se volverá un amigo muy importante.

—Claro, Michael, gracias, necesito saber cual es la parada más cercana —dije con una sonrisa mientras metía mi libreta a mi mochila.

—De acuerdo, entonces vayamos —habló mientras se echaba la mochila al hombro.

Caminamos fuera del aula.

—¿Mañana a que hora llegaras al Teatro? —cuestione al castaño.

—Por lo general acostumbró a llegar 20 minutos antes, en estos eventos se llena demasiado el Teatro puesto que es una invitación abierta.

—Gracias por el dato, supongo que llegaré al mismo tiempo que tú —sonreí.

—Es muy conveniente —me dedicó una sonrisa—. Si quieres te espero para poder entrar juntos —sugirió.

—Me parece buena idea —dije.

—¿Entonces me pasarías tu número? —preguntó.

—¡Claro! —Michael saco su celular para anotar—. Es 2711682987.

—Perfecto —sonrió—. Estaré en contacto contigo.

—Vale.

—¿Qué te pareció la Facultad?

—Hermosa y muy tranquila, bueno, en general también Tlaxcala es muy tranquilo a comparación de la Ciudad de México.

—No, pues, en eso creo que todos estamos de acuerdo —soltó una risita.

Después de platicar un rato sobre diversas cosas llegamos a la parada más cercana, compré mi boleto, Michael decidió esperar a que llegara el transporte junto conmigo y en verdad se lo agradezco por ser tan gentil conmigo.

—¿Qué tiempo haces en llegar a la Uni por la mañana? —me preguntó.

—Dos horas, debo de levantarme muy temprano —solté un suspiro.

—¡Wow, impresionante! Yo en tu lugar no llegaría a tiempo —me dijo soltando una risa.

El autobús hacia mi pueblo se paró enfrente de donde estábamos.

—Bueno, Michael, un placer conocerte, nos vemos mañana —dije.

—Igualmente, Karol, te cuidas —nos despedimos con un beso en la mejilla, subí al autobús y como siempre tome el último asiento, saqué mi celular y mis auriculares y decidí poner un poco de música

🌙🌙🌙

Abrí los ojos y me di cuenta que faltaba muy poco para llegar a El beso del diablo, me quité mis auriculares y los guardé, me levante del asiento y camine por el pasillo, las personas me miraron y se persignaron ya que sabían que iba a bajar en el “pueblo maldito” rodé los ojos, ahora entiendo por qué Agustín en la mañana dijo eso.

Baje del transporte y para mi mala suerte estaba lloviendo, no había gente por las calles.

—Demonios —susurre y me puse el gorro de mi sudadera.

Comencé a correr, sólo me faltaban unas pocas cuadras para llegar a la casa de mis abuelos, cuando llegue abrí rápidamente la puerta y entré, me seque las suelas de los zapatos con el tapete que estaba en la entrada, moría de frío.

—¡He llegado! —avise.

—¡Que bueno, hija! —se escuchó la voz de la abuela—. Ven aquí.

La voz de mi abuela me daba mucha tranquilidad, me acerqué a donde estaban, recorrí el pasillo de la entrada y gire para encontrarme a mis abuelos frente a la chimenea. La casa de mis abuelos es enorme y muy vieja, parecía una “mansión embrujada”, además de que el piso era de madera y crujía con cada paso que daba.

—¡Mira nada mas como vienes! —me dijo mi abuela, me acerqué a ella y le di un beso en la mejilla al igual que a mi abuelo quien se encontraba leyendo un periódico.

—Querida, te recomiendo que siempre lleves un paraguas contigo —me dijo mi abuelo—. Aquí llueve muy seguido.

—Lo tomaré en cuenta, abuelo, gracias —dije con una sonrisa.

—Bueno, hija, ve a ducharte y luego bajas a cenar, Amanda ha preparado chocolate caliente —dijo mi abuela, asentí y subí a mi recámara, la casa de mis abuelos me daba miedo, arriba había muchas habitaciones y por desgracia a mí me había tocado la última del pasillo.

Abrí la puerta de mi habitación y deje mis cosas en el escritorio, busqué mi toalla, ropa interior limpia y mi pijama, entré al baño y abrí la llave del agua caliente, me quité la ropa mojada y comencé a ducharme.

Al salir decidí poner algo de música en lo que me cepillaba el cabello, pero el sonido de que alguien tocaba la puerta me distrajo.

Me levante a abrir.

—Señorita Sevilla —dijo Amanda, la señora que ayudaba a mis abuelos con la casa.

—Hola. ¿Puedo ayudarla?

—Venía a avisarle que la cena ya está lista —asentí.

—Gracias, ahora bajo.

Amanda asintió y se alejó de mi recámara, apague la música y bajé a cenar.

—¿Qué tal tu primer día en la Universidad? —preguntó mi abuela mientras cortaba un pedazo de pan y lo remojaba en su chocolate caliente.

—Estuvo bien, muy tranquilo, diría yo —dije.

—Me parece muy bien... —dijo ella.

Mi abuelo continuaba leyendo su periódico, es muy aburrido estar aquí, mis abuelos son personas con mentalidad muy antigua por lo tanto no había TV en la casa, a duras apenas me dejaron traer mi laptop, pero les dije que la necesitaba por las tareas, por lo tanto no tuvieron de otra más que acceder.

Me llamó la atención un anuncio del periódico que leía mi abuelo.

—Abuelo —lo llame, él me miró por encima del borde de sus lentes.

—¿Si?

—¿Me prestarías la página de tu periódico? —señale la página que contenía el anuncio, mi abuelo asintió y me la dió.

Leí el anuncio y decía.

Se solicita chica con o sin experiencia para encargarse de la biblioteca pública por medio tiempo (7:00 a 10:00 p.m.)
Dirección: A.v Cross.
Tel: 234678799.
Número: 7810.

¡Perfecto! Amo los libros y trabajar en una biblioteca me caería como anillo al dedo, no perjudicaría mis clases, tendría un ingreso para mí sola y además no me aburriría al estar aquí toda la tarde.

—¡Necesito este empleo! —dije en voz alta.

—¿Para qué quieres un empleo, cariño? Aquí tienes todo, además, no es recomendable que los estudiantes trabajen —me dijo mi abuela con su leve acento italiano.

—Pero es en una biblioteca, abuela... Me serviría hasta para hacer mis tareas —comente—. Trabajaré ahí, mañana mismo iré a pedir ese empleo.

—Si eso quieres, preciosa, pero... Sólo ten cuidado —me acarició mi brazo como si me estuviera advirtiendo de algo.

Hijo de la Luna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora