Capítulo 19 •3 Días•

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•Karol•

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•Karol•

Saque mi celular y vi algunos mensajes que tenía de mis antiguos amigos de la Ciudad, decidí responderlos y volver a mi trabajo, ya casi terminaba, me faltaban pocos libros.

🌙🌙🌙

Estaba buscando las secciones para colocar los libros que los habitantes habían devuelto, pero uno resbaló de mis manos sin querer.

Fue cuando unas manos masculinas se encargaron de levantarlo.

—¡Matteo! —dije sorprendida—. Gracias —le sonreí, él me entregó el libro.

—No, linda, no hay por qué —sonrió, me mostró los libros que llevaba en la mano—. Llevare estos.

—De acuerdo, sígueme.

Matteo me siguió hasta el escritorio, tome una pluma y anote los títulos y el número de serie, se los entregue.

—Gracias —los tomó—. ¿Y ya haz pensado en la invitación que te hice? —me sonríe tiernamente.

—Bueno, yo... —me interrumpió.

—¡Di que si! Puedo venir a buscarte el día que quieras para invitarte a cenar —me suplicó.

Solté un suspiro.

—De acuerdo. ¿Te parece el Viernes? —dije.

—¡Si! Entonces paso por ti —dijo muy alegre—. Nos vemos.

Matteo salió de la biblioteca, solté una risa y volví a buscar el lugar de los libros que me faltaban, para poder irme.

Al día siguiente

Las clases habían terminado y yo ya iba en el transporte, hoy le diría a Ruggero que si lo ayudaría, pero es obvio que él no sabe lo que tengo planeado.

Baje del transporte no sin antes recibir malas miradas y susurros.

Al momento en que mis tenis tocaron el piso sentí una vibra muy rara, di unos cuantos pasos.

—Me alegro que ya llegaras —se escuchó la voz de el ruloso—. ¿Y bien? —gire a verlo, estaba retrancado en un poste de luz con las manos metidas en las bolsas de sus pantalones.

Me acerque a él de mala gana.

—Sólo lo haré por Agustín y porque no le hagas daño.

Ruggero rodó los ojos, los cuales ahora eran de un tono verde esmeralda, me sorprendió mucho verlo con ese tono de ojos, hacía que se viera incluso más pálido.

—Bien —se acercó a mí, mientras arrastraba los pies.

—Pero, quiero algo a cambio.

Ruggero levantó una ceja y pasó su lengua por el interior de su labio inferior.

—¿Qué? —dijo sonriendo con burla.

—Sé que tienes el libro de las Leyendas del pueblo, lo quiero y si lo obtengo me encargaré de convencer a Agustín.

Ruggero me miró serio.

—¿Te crees muy lista, verdad?, nena, lamento decirte que no, ese libro nadie lo tendrá, ni tú, ni nadie, ¿comprendes? —dijo y esbozó una sonrisa cínica.

—¡Bien!, entonces no haré nada —di la vuelta para comenzar a caminar pero su voz me detuvo.

—¡Asombroso! Entonces, creo que Agustín no pasa de esta noche.

Maldito imbécil.

—Ruggero...

—¡Ya te dije, Karol! La única forma en la que puedes salvarlo es convenciéndolo, sino, bye, bye, porque ni creas que te voy a dar el libro.

El coraje que sentía era enorme, mi único plan que tenía para hacer que Ruggero se largara había fracasado.

—¡De acuerdo, acepto!

Ruggero sonrió y chasqueo los dedos.

—Agustín ha quedado libre, tienes tres días para convencerlo.

Ruggero desapareció justo frente a mí, ¡demonios! ¿Tres días? ¿Cómo voy a convencerlo en tan poco tiempo? ¿Qué pasará si no logro hacerlo? ¡Ay, nanita!, en que lío me he metido, me mordí las uñas.

🌙🌙🌙

Cuando llegue a mi casa, aventé la mochila al sofá y me senté a observar la chimenea arder, mientras pensaba que mi vida estaba de la fregada.

—¡Oh!, señorita Sevilla —habló Amanda—. Creí que aún no llegaba —esboce una sonrisa.

—Lamento si te asuste —dije—. ¿Mis abuelos?

—Salieron, señorita, dijeron que tenían que ir a la iglesia —asentí—. ¿Gusta que le sirva de comer?

—Por favor, Amanda, traigo un hambre feroz —dije.

—Enseguida.

Amanda se retiró de ahí. Mi celular vibró, era una llamada.

¡Agustín!

—¡Agus! ¿Estás bien? ¿Dónde estás? Ruggero... —me interrumpió.

—Estoy bien, un poco adolorido, ya he llegado a casa, mi mamá me ataca con muchas preguntas —suspiró.

—¿Dónde te tenía? —comente con voz seria.

—No puedo decir, tampoco puedo decir nada de lo que vi, Karol, él me lo advirtió —soltó un suspiro.

—De acuerdo, Agus, comprendo.

—Sólo llamaba para agradecerte por ayudarme —sentí culpa ante esas palabras—. ¿Cómo lo hiciste?

—No estoy muy orgullosa de eso, Agus, solamente te puedo decir que pronto lo sabrás, debo verte esta noche.

Hijo de la Luna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora