Capítulo 35 •Nadie es culpable•

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Los abuelos de Karol estaban sumamente preocupados, debían encontrar esa sangre para salvar a su nieta

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Los abuelos de Karol estaban sumamente preocupados, debían encontrar esa sangre para salvar a su nieta.

—¿Qué podemos hacer? —preguntó la señora Marcela a su esposo.

—Tendrás que llamar a tu hijo, Marcela, no creo que se niegue tratándose de su hija —comentó el abuelo un tanto serio.

—¡Pero, Adolfo, sabes que él es un hombre ocupado! —habló preocupada.

—Sólo hazlo, Marcela, sé que él no es mi hijo, pero a Karol la veo como mi nieta aunque no sea de sangre, la amo y no quiero que le pase nada —dijo seriamente—. Lo siento mucho, pero ahora es cuando Karol necesita más a su padre.

Marcela asintió, sabía que su marido tenía razón, era hora de que su hijo se hiciera responsable de su hija tan sólo una vez y más cuando sabe que la vida de aquella chica inocente estaba en riesgo.

—Llamare a Mikey, tenlo por seguro —comentó.

De pronto un chico castaño se acercó a ellos un tanto curioso.

—Hola, ¿ustedes son los abuelos de Karol? —preguntó.

Los señores le sonrieron, se alegraron al saber que había un chico que se interesaba por su nieta.

—Así es, joven, ¿con quién tenemos el gusto? —preguntó Adolfo.

—Soy Agustín Bernasconi —les extendió la mano—. Amigo de Karol.

—Eso es genial, ¿de dónde conoces a mi nieta?

Agustín/Ruggero abrió los ojos a más no poder ya que lo agarraron desprevenido para poder responder esa pregunta.

—Aaah, ella, la conozco porque... Asistimos a la misma Universidad y la volví a encontrar en su trabajo, en la biblioteca —dijo un tanto más seguro de sí mismo.

—Oh, me alegro mucho que haga amigos, de por si mi nieta es muy huraña, no es fácil para ella hacer amigos —habló Marcela.

—Si, está bien —comentó Ruggero/Agustín restándole importancia a ese tema—. ¿Cómo está? Supe que tuvo un accidente.

—Ay, chico, estamos muy preocupados perdió mucha sangre y... —el abuelo quien respondía la pregunta hizo una pausa—. Será muy difícil de conseguirla. Trataremos de contactar a su padre, para saber si él puede ser donador.

Ruggero sintió que se le caía el mundo al escuchar eso, tenía miedo de que Karol no sobreviviera.

—¿Puedo pasar a verla? —preguntó el castaño.

—Si, adelante —respondió la señora que aún tenía la expresión de angustia.

Ruggero asintió en forma de agradecimiento y se acercó a la habitación de Karol.

Al abrir la puerta, lo primero que vió fue el delicado cuerpo de la chica que le había robado el corazón, apretó los párpados, entró y cerró la puerta tras de él.

—Esto es mi culpa —susurró mientras se acercaba a la cama.

El cuerpo de Karol estaba cubierto por vendas, menos su rostro en el cual sólo se encontraban unos pequeños rasguños, sus largas y negras pestañas resaltaban en su rostro, sus labios estaban blancos por falta de sangre, al igual que no tenía color en las mejillas.

—Perdóname, Karol.

Ruggero tomó la mano que descansaba al costado del cuerpo de aquella linda chica.

Karol apretó la mano de Ruggero y comenzó a abrir los ojos.

—¿Ruggero? —preguntó débilmente.

Ruggero miró a Karol asombrado.

—¡Despertaste! —habló sonriendo.

Ella sonrió de igual forma, pero a diferencia de la sonrisa de Agustín/Ruggero la de ella era más débil.

—No podía perderme tu visita —habló mientras respiraba con dificultad.

—¿Cómo sabes que soy Ruggero? Se supone que soy Agustín.

Karol negó con la cabeza.

—Tienes algo que... —tomó aire—. Te hace diferente a cualquier chico, no importa si ahora tienes el cuerpo de Agustín.

—En verdad lamento lo que te pasó, es mi culpa.

—No digas eso... —dijo débilmente—. Nadie es culpable —sonrió—. Ruggero...

—¿Dime?

—Me voy a morir, ¿verdad? —al escuchar esas palabras se le heló la sangre.

—¡No, claro que no! ¿Por qué dices eso? —dijo serio y a la vez nervioso.

—Lo presiento.

Ruggero negó con la cabeza.

—No, Karol, vas a estar bien, te lo juro, al igual juro que siempre te voy a proteger, perdóname por irme de tu lado, si no me hubiera ido no te hubiera pasado esto, sigo insistiendo que es mi culpa.

Ruggero miró a Karol y se dio cuenta que ella había cerrado los ojos.

Estaba demasiado débil como para resistir estar despierta.

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