Capítulo 50 •Rescate•

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Con Maxi

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Con Maxi

Maxi corría a toda prisa hacia la biblioteca donde estaban Agustina y Esteban, al aparecer a la gente se le ocurría estorbar cuando uno tenía prisa. Cuando Maxi llegó entró a toda prisa a la biblioteca.

—¿Qué pasa contigo, primo? Entras como alma que se la lleva el diablo —dijo Esteban divertido.

Agustina se unió a la risa.

—¿Y Karol? Avisamos a Agustín y ya no tarda en venir junto con Kat —dijo Agustina con una sonrisa.

Maxi respiraba agitadamente.

—Karol está en problemas —el semblante de Esteban y de Agustina cambió—. Llegué a su casa por ella y escuche gritos que pedían ayuda y gritaba mi nombre, alguien le está haciendo daño.

—¿Qué? —dijeron al unísono Esteban y Agustina.

—¡Si, chicos, tenemos que ir a ayudarla ahora mismo, no podemos perder el tiempo! —dijo Maxi.

En eso Agustín y Katja llegaban a la biblioteca con una sonrisa, que no duró mucho al ver la cara de sus amigos.

—¿Qué pasa? —cuestionó el castaño.

—Karol, Agustín... —el castaño tenso la mandíbula—. Alguien le está haciendo daño.

—¡Vamos ya! —dijo Maxi saliendo de la biblioteca.

—Si, vamos —dijo Esteban.

—Yo me quedare, chicos, no puedo hacer nada, sólo complicaría las cosas por mi situación —dijo Agustina señalando su silla de ruedas.

—De acuerdo, Agustina.

Esteban de igual forma salió tras Maxi.

—¿Qué pasa, Agus?

Katja se acercó a su hermano con cara preocupada.

—Karol nos necesita, ¡vamos! —salió y se encontró con Maxi y Esteban—. Katja, quédate con ellos.

—Agustín, ¿a dónde vas? —preguntó Maxi.

—Conozco a alguien que puede ayudarnos mucho más, los veo en la casa de Karol, no tardo.

Agustín se echó a correr en dirección opuesta a la de sus amigos.

Ruggero era el único que podía ayudarlo sin armar tanto escándalo.

•Karol•

—Por favor, Amanda, déjame —dije suplicando, Amanda me tenía atada al sillón chico de la sala de estar.

—No, ahora si no podrás escapar y podré eliminarte —las lágrimas salían sin parar.

—Estás cometiendo un grave error. ¡Por favor piensa! —dije.

—¡No es un error, Sevilla! Tengo que eliminarte porque tienes que ver con el hijo de la luna, significa que estás maldita, el pueblo entero estaría de acuerdo con lo que estoy haciendo.

Negué.

—¡Por favor, Amanda, no lo hagas!

Amanda estaba regando alcohol alrededor del sillón.

—¡Ya cállate! —dijo y me golpeó una bofetada—. ¿Recuerdas cuando te conté como asesinaban a las mujeres aquí en el pueblo por ser seguidoras del diablo? —la ignore—. Las quemaban vivas.

Amanda regó alcohol a mi cuerpo, llore ahora con más razón, me mojó hasta la cabeza con alcohol.

—¡No, no! —dije.

Observe como Amanda prendía un cerillo, apreté los párpados, era mi fin.

De pronto, el ruido de vidrios rompiéndose se hizo presente.

—¡Maldita sea! —dijo Amanda—. Creo que tus amiguitos han llegado.

Amanda lanzó el cerillo al piso y la lumbre se hizo presente.

—¡Noooooo! —dije ya que el fuego avanzaba rápidamente hacia mi cuerpo.

Esteban, Maxi y Katja entraron por las ventanas de mi casa.

—¡Malditos! —dijo Amanda y se fue contra Esteban, Katja había corrido a la cocina y traía la jarra de agua para apagar el fuego, lanzó el agua a donde estaba, logró apagarlo antes de que este me consumiera totalmente.

—No te preocupes, linda, estarás a salvo —dijo Katja comenzado a desatarme.

—¡No se te ocurra, mugrosa! —exclamó Amanda y se lanzó contra Katja, Maxi corrió al auxilio de Katja.

—¡Esteban, por favor, busca a mis abuelos, deben estar en alguna parte de la casa, por favor! —le grite a Esteban.

—¡Ya voy!

Esteban se fue de ahí, Maxi y Katja seguían tratando de que la loca de Amanda se tranquilizara.

Fue cuando de pronto las ventanas que no fueron rotas por Maxi, Esteban y Katja, estallaron como si existiera una explosión, los vidrios cayeron a unos centímetros de nosotros y pude ver a Ruggero y a Agustín.

Agustín corrió a donde estaba y Ruggero se acercó a Amanda.

Katja y Maxi se hicieron a un lado sorprendidos.

—Ya no te hará daño —dijo Agustín y comenzó a desatarme.

—¡Hola, hola! —dijo Ruggero con voz perversa—. Creo que ahora le toca sufrir a alguien más.

Amanda abrió los ojos a más no poder.

—¡Eres tú, Ruggero Pasquarelli, El Hijo de la Luna! —dijo asombrada.

Cuando estuve libre de las ataduras Agustín, Maxi y Katja me abrazaron y me alejaron de ahí.

—Así es. Lamento que no vivirás para contar que me hablaste.

Ruggero con la mirada levantó a Amanda.

Katja y Maxi observaban atónitos la escena.

—No, por favor —comentó Amanda suplicando.

—¡Eso es lo mismo que te dije, Amanda! ¡Y no me dejaste! —grite con odio.

—Lo siento, señorita Sevilla —dijo—. Sólo quería...

Ruggero la interrumpió.

—Lamento mucho esto, pero... Ya es tarde.

Ruggero le torció el cuello y Amanda cayó sin vida al suelo.

Katja había ocultado su rostro en el pecho de Agustín para no ver la escena.

No podía creerlo.

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