Capítulo 33 •Rasguños•

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Ruggero se iba a lanzar hacia él cuando éste despareció frente a él, dejando al ruloso frustrado

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Ruggero se iba a lanzar hacia él cuando éste despareció frente a él, dejando al ruloso frustrado.

—¡No voy a destruir este pueblo!

•Karol•

—Estuvo muy buena la cena, Amanda —la mujer me sonrió como agradecimiento.

—Mañana iremos con mi amiga Caroline, Karol, me dijo que te quería conocer, nos invitó a comer.

Hice una mueca de incomodidad. Que aburrido.

—Si piensas que te vas aburrir no lo creo —comentó mi abuela adivinandome el pensamiento.

—¿Ah, no? —comente.

Mi abuela me miró con una sonrisa.

—Tiene un nieto de la misma edad que tú, se llama Gastón y en verdad es un chico atractivo —casi me ahogo con mi propia saliva.

—¡Abuela! —dije con tono de reproche.

—Cariño, no tiene nada de malo que conozcas chicos, ya estás en edad de tener novio —mire a mi abuelo como pidiendo ayuda.

—Marcela, depende de que el chico le guste a mi nieta, igual su forma de ser.

—Bueno, en eso tienes razón pero sólo decía —mi abuela se me quedó viendo raro.

Puse los cubiertos sobre el plato y me levante de la mesa.

—Bueno, pues me retiro —comente.

—¡Espera! ¿Qué tienes junto al labio?

¡Mierda, el moretón!

Mi abuelo al igual se me quedó viendo, en estos momentos quisiera desaparecer como Ruggero lo hace.

—¿Qué? —me hice la loca.

—Tienes algo, como una mancha cerca de los labios —habló mi abuela frunciendo el ceño.

—Oh, no es nada, sólo es pintura, estaba pintando unos... Unos zapatos que ya no usaba —mentí.

Mi abuela asintió más tranquila.

—Oh, de acuerdo.

—Buenas noches —corrí lejos de ahí.

Al llegar a mi cuarto me tire a la cama, como pude ser tan imbécil para no cubrir bien el estúpido moretón. Mañana debo hacer un milagro para que nadie se dé cuenta.

Bueno, como no hay televisión y no tenía nada que hacer era mejor dormir, así que destendí mi cama, me puse la pijama, fui al baño me lave los dientes y me metí bajó la sábanas.

Cerré los ojos y la escena del beso de Ruggero se reproducía en mi mente durante mucho tiempo.

—Ay, Ruggero —suspire—. Te extraño —dije girando a ver la ventana de mi habitación, tenía la esperanza de que quizá él estuviera afuera, ¡no puedo creerlo! Lo acababa de ver y ya lo estoy extrañando, ¿qué me pasa?

Cerré los ojos y decidí quedarme dormida pensando en Ruggero y el beso que me había regalado.

🌙🌙🌙

Abrí los ojos de golpe, había tenido un mal sueño donde Ruggero era forzado a hacer algo horrible y después moría, no, no. El sudor resbalaba de mi frente y mi corazón latía a mil. Me levanté de la cama con la respiración agitada y me puse mis pantuflas, tenía la boca seca, tenía que bajar a tomar agua y esa idea no me agradaba, me da miedo, pero tenía que hacerlo, no podía quedarme con sed hasta que amaneciera, mire el frío reloj de pilas y los números fosforescentes marcaban las 2:57 de la madrugada.

Tomé mi celular para encender la lamparita cuando saliera al pasillo.

Caminé por el pasillo mientras el piso rechinaba bajó mis pies, ese sonido me ponía de nervios.

Baje rápidamente a la cocina, encendí la luz y tome un vaso de la alacena, me serví un poco de agua y comencé a beberla, en ese momento detrás de mí se escuchó caer un plato, lo que me hizo saltar del susto.

—¡Oh, por Dios! —dije y me toque el pecho, la cerámica del plato roto yacía esparcida en el suelo. Mire confundida—. ¿Pero cómo? —era difícil que se cayeran, estaba todo bien puesto en su lugar, dejé el vaso en el fregadero y al voltear otro plato se cayó justo frente a mí, pero en esta ocasión se escuchó una risa escalofriante, era la risa de un hombre, las puertas de los muebles de la cocina se comenzaron a abrir y a cerrar solas, salí corriendo de la cocina horrorizada.

—¡Estoy soñando, estoy soñando! —dije corriendo hacia los escalones que me llevarían a la segunda planta de mi casa.

Subí las escaleras y corrí a mi habitación para encerrarme.

Me metí bajó las sabanas temblando, pero estas fueron rasgadas por un ser invisible que desafortunadamente pasó rasguñandome una pierna, grité con toda la fuerza que me dieron mis pulmones, pero nadie llegaba a mi auxilio.

Las sábanas continuaban siendo arañadas, eran las pesadillas, me baje de la cama con la pierna ensangrentada, las lágrimas corrían por mis mejillas, otro rasguño, pero ahora en mi brazo derecho, el llanto era ensordecedor y nadie llegaba a mi habitación.

—¡Ayúdenme! —grite—. ¡Ayúdenme! —volví a gritar, no importaba a donde me moviera los rasguños seguían, parecía como si las uñas fueran de lumbre, la pijama tan sólo ya eran hilos colgando, estaba llena de sangre, sentía ardor, prácticamente querían deshacerme la piel con todos los rasguños que me estaban haciendo. De pronto mis ojos se cerraron.

Hijo de la Luna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora