Capítulo 47 •Es mejor que no te diga nada•

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•Karol•

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•Karol•

Caminaba hacia el bosque, seguro Ruggero se encontraba ahí porque no solía andar por las calles cuando era de día.

Toda la gente caminaba armoniosamente mientras hacían sus compras, ojalá algún día pueda estar así de tranquila como lucían esas personas.

Al llegar al bosque me adentre a él, para ser sincera hacía demasiado frío, lo que se me hizo extraño, ¿cómo es posible que hiciera frío? Y..., ¿sólo en el bosque?, decidí no darle mucha importancia.

—¡Ruggero! —grité—. ¡Ruggero! —se escucharon pisadas detrás de mí, gire rápidamente pero no había nadie, continué mi camino, tenía que encontrar a Ruggero a como dé lugar.

El aire comenzaba a mover los árboles de forma violenta, pero no me iría hasta encontrarlo, tenía que encontrarlo, últimamente ya no le tengo miedo a nada, sólo tengo miedo de perder a Ruggero para siempre, no quiero que se vaya así de mi vida, me he dado cuenta que me hace mucha falta.

—¿Karol? —se escuchó aquella voz dulce.

—¡Ruggero! —dije cuando lo ví y corrí a él.

—¿Qué estás haciendo aquí? No es recomendable que estés en el bosque, debes irte —dijo.

—¡No! —lo abracé fuertemente—. Vine a buscarte, Ruggero, no me puedes dejar así —dije con los ojos llenos de lágrimas—. Necesito explicaciones... Sin ellas no puedo entenderte.

Ruggero me separó de él.

—Lo siento, Karol, pero es mejor que no te diga nada —me miró a los ojos—. Sólo... —él apretó los párpados—. Debes de confiar en mí, si lo hice es porque quiero que estés a salvo.

—Pero que chiste tiene estar bien, si no puedo estar contigo —las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas—. Prefiero arriesgarme por ti, Ruggero y lo haré porque te amo, ya te lo había dicho y te lo vuelvo a decir.

De igual forma de los ojos de Ruggero comenzaron a salir lágrimas.

—Sabes que también yo te amo, Karol, pero debes de entenderme... Yo no soy un chico como cualquier otro —Ruggero hizo una pausa y tomó mi rostro entre sus manos—. Desafortunadamente, mi vida es más complicada y debo sacrificar algunas cosas para salvar otras.

Yo no podía estar lejos de él.

—Lo entiendo, Ruggero... Pero no quiero que te alejes así de mí —él me sonrió.

—Nunca voy a alejarme de ti, siempre estaré al pendiente de ti, te lo prometo —sonrió.

Me acerque a él lentamente y uní mis labios a los de él, fue un beso super tierno, el violento aire del bosque ahora para mí era una brisa fresca que nos acobijaba a los dos. Ruggero poso sus manos en mi cintura y yo puse mis brazos alrededor de su cuello para profundizar más el beso, nos separamos y lo mire a los ojos.

—Voy a hacer lo posible para arreglar mis problemas, Karol y así poder estar juntos —asentí con una sonrisa.

Me aleje de él un poco y saque el libro de la bolsa donde lo llevaba.

—Traje esto —se lo mostré—. Creo que es mejor que lo tengas tú —se lo entregue, Ruggero lo tomó.

—Gracias, linda —dijo—. Es mejor que te vayas. Y recuerda que debes confiar en mí —me dió un beso en la frente.

—Confio en ti —comencé a caminar lejos de Ruggero, él me miraba a lo lejos.

Yo sé que el cumpliría lo que dijo para poder estar juntos...

Corrí lejos del bosque y cuando estuve nuevamente en las calles del pueblo comencé a deambular por ellas.

—Oye... —me llamó alguien, levanté la vista y vi a Pasquale, el chico que había conocido en el baile— Tú eres Karol, ¿verdad? —cuestionó mientras se acercaba más a mí.

—Si —dije sin muchos ánimos.

—¿Te pasa algo? —preguntó interesado, yo negué.

—No, sólo que estaba pensando en algunos asuntos pendientes.

Pasquale me miró de arriba a bajo y fruncí el ceño.

—Oh... —soltó un suspiro—. Puedes contar conmigo para lo que sea, linda, ¿hay algo que te angustie? —preguntó levantando una ceja.

—¡Hey, Karol! —se escuchó una voz conocida y me encontré con Agustín, solté un suspiro de alivio, este chico me estaba poniendo un poco nerviosa—. ¿Qué haces por aquí? —dijo con una sonrisa que al mirar a Pasquale se le borró.

—Hola, Agustín, es un placer volverte a ver.

Agustín sonrió falsamente.

—Hola, Pasquale —dijo cortante.

—Karol y yo estábamos platicando muy a gusto —comentó aquel chico, como diciendo que Agustín llegó a arruinar las cosas, pero la verdad me alegra que me lo haya encontrado.

—¿Eso es cierto? —preguntó Agustín frunciendo el ceño.

—Bueno, pues si —dije, tampoco quería sonar grosera frente a alguien que apenas conozco—. Pero será mejor que me vaya, en mi casa deben estar preocupados.

—Te acompaño a casa si quieres —dijo Pasquale.

—No te molestes —intervino Agustín—. Yo puedo llevarla, vine a hacer unas compras de rápido y ya iba a casa, afortunadamente la casa de Karol me queda de paso.

Pasquale tensó la mandíbula.

—Oh, ya veo —dijo fríamente—. Supongo que será en otra ocasión.

—Eso creo, un gusto encontrarte, ¿nos vamos, Agus? —dije.

—Claro —me hizo una seña para que caminara primero y así lo hice.

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