Capítulo 51 •Cuerda y Honesta•

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La tensión que estaba en el ambiente era impresionante

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La tensión que estaba en el ambiente era impresionante.

—Dios —murmuró Katja.

Yo estaba en shock al ver el cuerpo de Amanda tirado sin vida.

Ruggero giró a verme y sus ojos se encontraron con los míos.

Nadie de los que estaba en la habitación decía nada, seguro están igual o incluso más sorprendidos que yo al ver al temido hijo de la luna frente a ellos, al parecer ya no sólo era el secreto de Agustín y mío.

Ruggero se acercó a mí y me abrazó.

—Que bueno que estás bien —dijo, correspondí a su abrazo y a continuación comencé a llorar.

—Tranquila —me dijo el ruloso.

—Tú... —se escuchó la voz de Maxi—. Eres... —no terminó de hablar debido a que Agustín lo interrumpió.

—Maxi, será mejor que los dejemos solos.

—Está bien —dijo Maxi comenzado a caminar—. Iré a buscar a Esteban.

Agustín y Katja se fueron de la sala de estar.

—Jamás creí que... Amanda fuera capaz de hacer algo así —dije temblando.

—Lo importante es que estás bien, Karol, si esos chicos no hubieran llegado, te hubiera perdido —dijo.

—Tenía mucho miedo —dije—. ¡Mis abuelos, tengo que ir a buscarlos!

—Relájate, Karol, antes debes cambiarte esa ropa, estás empapada —comentó Ruggero—. Puedes enfermarte.

Con Agustín

—No inventes, Agus. ¿Es en serio? —habló Katja sorprendida, ambos hermanos se encontraban en la cocina de la casa de Karol—. ¿Él es el hijo de la luna?

Agustín asintió.

—Así es...

—¿Qué? ¿Pero cómo? —dijo sin poder creer—. Creí que ese chico causaba problemas a nuestro pueblo y no ha hecho nada.

Katja estaba atónita, todo lo que ella creía que era Ruggero se había esfumado, él había estado en el pueblo todo este tiempo y parecía que todo era un mito.

—Fue mi culpa, Kat —comento Agustín—. Yo...

Agustín fue interrumpido por los dos primos.

—¡Chicos! —dijo Esteban—. Encontré a los abuelos de Karol, están encerrados en un cuarto del sótano.

—No podemos abrir, necesitamos ayuda —habló Maxi.

—¡Vamos! —exclamó Agustín y todos salieron de la cocina para ir a ayudar.

•Karol•

Ruggero y yo estábamos en mi recámara yo había entrado al baño para cambiarme la ropa y al salir ví que Ruggero observaba detenidamente mi cuarto destruido.

—Se ve muy mal. ¿Verdad?

Ruggero giró rápidamente a verme.

—Si —dijo y se acerco a mí—. No te preocupes, podemos arreglarlo.

—Lo dudó mucho, la casa está hecha una pena, no quiero ni imaginarme la cara de mis abuelos cuando la vean.

Ruggero me tomó de la mano.

—Tranquila —le sonreí—. No habrá ningún problema.

La angustia se hizo presente y Ruggero notó el cambio de expresión de mi rostro.

—¿Qué pasa? —preguntó frunciendo el ceño.

—No sé que voy a hacer con el cuerpo de... —no quise pronunciar el nombre de esa mujer.

—Me haré cargo de eso, linda y le tienes que decir la verdad a tus abuelos —comentó Ruggero—. Tienes que decirles todo lo que te quiso hacer.

Negué.

—No sé como lo vayan a tomar, esa mujer había estado muchos años con ellos, era de su confianza —agache la cabeza—. ¿Qué tal si piensan que me volví loca?

Ruggero me tomó del mentón para que lo mirara a los ojos.

—¿Cómo van a poder pensar eso? Si tú eres la personas más cuerda y honesta que he conocido en mi larga existencia —dijo Ruggero con una sonrisa—. Confía en mí, ¿si? Hazlo para que puedas estar en paz contigo misma.

—Gracias, Ruggero, en verdad aprecio lo que me dices, pero... —hice una pausa—. Debes irte antes de que los encuentre, ellos piensas que eres malo... Aún.

—Pero antes debo de ayudarte a limpiar este desastre —dijo.

—Estará difícil —hable soltando un suspiro.

—Claro que no, dame tu mano —le hice caso y Ruggero tomó mi mano y la pasó por el colchón destruido y este comenzó a arreglarse, mire a Ruggero sorprendida.

—¿Qué? —dije

—Así como tengo poderes para destruir cosas, también los tengo para arreglarlas —dicho esto Ruggero aparto la vista de mí.

Parecía a ver recordado algo, que lo hizo ponerse triste.

—¡Creo que eso es asombroso! —dije tratando de animarlo.

—Haré que la casa este como antes, linda y... Me iré, me llevaré el cuerpo —dijo cambiando de tema.

Ruggero se alejó de mí.

—¿Cuándo podré volver a verte?

Ruggero me miró con tristeza.

—Pronto, te lo prometo... Por lo mientras debes hacer tu vida lo más normal que se pueda, cuando esté listo todo, vendré a buscarte.

¿A qué se refiera con todo listo?

—¿Todo listo? —cuestione.

—Ya lo sabrás.

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