Capítulo 26 •Te estaba buscando•

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Maratón 2/5

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Maratón 2/5

Comencé a caminar de un lado a otro desesperada, ¿y si voy a buscarlo? ¡No, no! Puede ser arriesgado, hay un estúpido o estúpida que quiere matarme.

Bueno, igual ya sabe donde vivo podría entrar a mi casa y asesinarme si él quiere, apagué la música que aún se reproducía en la computadora y la cerré.

Agarré mi celular y busque el número de Agustín, supongo que si Ruggero está en su cuerpo debe contestar su celular, al encontrar el número del castaño presione marcar.

—Hola, Karol —se escuchó la voz del castaño.

—Ruggero. ¿Dónde estás? —dije rápidamente.

—No soy Ruggero, él me dijo que por hoy era todo, salió de mi cuerpo, no sé en donde esté —comentó el castaño.

—¿Qué? —solté un suspiro y mire a la ventana—. Bueno, no importa, gracias, Agus, te veo luego.

—¿Pasa algo?

—No, nada, no te preocupes. Cuídate.

—Tú igual.

Dicho esto colgué.

¿Dónde estás, Ruggero?, medite las cosas un poco y haría algo que no me agradaba mucho.

Tomé el abrigo que había lanzado al sofá, una bolsa pequeña y ahí metí la carta, mi celular, llaves por si acaso y un gas pimienta que guardaba en el cajón de mi tocador.

Iría a buscar a Ruggero

Mi abuela no tenía que saber que me había ido, por lo tanto puse almohadas debajo de mis sábanas, apague la luz y salí por la ventana, ya sé que mi habitación está en la segunda planta pero afortunadamente teníamos una escalera que daba a la cochera y podría bajar fácilmente.

Con Ruggero

—Te tengo, idiota —habló el ojigris para él mismo al ver a Matteo caminar por la calle con los audífonos puestos.

Ruggero sonrió de lado y comenzó a caminar hasta el chico que caminaba despreocupadamente.

Pero alguien lo agarró del gorro de la sudadera y lo jaló hacia un callejón.

—¿Qué mierda pasa? —dijo el ruloso quien molesto miró hacia la persona que lo había jalado.

—¿Qué demonios intentabas? —habló la linda chica que estaba parada justo enfrente de él.

—Él que debería de preguntar algo soy yo, niña. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿No te han dicho en tu casa que es arriesgado salir por las noches?, y más en este pueblo.

—Te estaba buscando —dijo molesta, Ruggero enmarco una ceja.

—¿Ah, sí? ¿Para qué? —se cruzó de brazos.

La chica de cabello color caramelo buscó entre sus cosas y sacó una hoja de papel que le mostró a Ruggero.

—¿Puedes decirme si sabes algo de quién escribió esto?

—¿Yo por qué mierda tendría que saberlo? —dijo molesto, había interrumpido su oportunidad para borrar a Matteo del mapa.

—¡Leela, idiota! —exclamó Sevilla enojada—. Es algo serio y el único que puede decirme que es lo que pasa eres tú.

Ruggero la fulminó con la mirada y le arrebató la carta, frunció el ceño al comenzar a leer.

•Karol•

Estaba de suerte, encontrar a Ruggero fue pan comido, tan sólo se encontraba a una cuadra de donde vivía, al verlo pude notar que se dirigía a Matteo muy decidido, cualquier cosa que planeaba hacerle no era buena.

Al mirar sus ojos me sorprendí eran grises como lo cuenta la Leyenda y le daban un aspecto totalmente diferente a su cara, se veía más... ¿Lindo? ¿Qué?, bueno, eso no es importante, lo que importa es la situación de la maldita carta.

Su rostro se fue transformado por uno de impresión.

—¿Y bien? —pregunte esperanzada.

Ruggero me miró algo alarmado.

—¿Quién es, Ruggero? Él o ella me quieren matar, ¡por tu maldita culpa!

—¡Cállate! —exclamó fuertemente lo que me hizo sentir miedo, sus ojos plata brillaban con la poca luz que la luna nos ofrecía—. ¡Estoy tratando de pensar, Sevilla!

—¡Pues piensa más rápido! —dije desesperada.

—¿Sabes qué? Lárgate a tu casa, pero ya —comenzó a chasquear los dedos—. Cómo vas —me empujó.

—¿Estás idiota?, no me voy a ir de aquí hasta que me digas de quien se trata.

—¡Escúchame bien, niña, no sé de quien se trata, debo averiguarlo, así que será mejor que te largues ya! ¿O qué? ¿Acaso quieres que te lleve cargando hasta la puerta de tu casa? —dijo con sarcasmo.

Si las miradas matarán Ruggero ya estuviera muerto y enterrado mil metros bajó tierra.

—Cuando sepas tienes que decirme, por favor, Ruggero —él giró los ojos.

—Si, descuida, yo te mantendré al tanto.

Comencé a caminar, en dirección a mi casa, cuando alguien me tomó del hombro.

—Aguarda, te acompaño —habló Ruggero.

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