Capítulo 23 •Matteo y Ruggero•

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Mire a Ruggero un poco confundida

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Mire a Ruggero un poco confundida.

—Entonces, si no eres tú, ¿quién es? —fruncí el ceño.

Ruggero rodó los ojos y soltó un suspiro.

—¡No sé nada! La única que sabe es mi mamá —comentó secamente—. ¡Oh, mira! Ahí viene el idiota —señaló a Matteo que corría hacia mí.

—¡Hola, Karol! —habló con una sonrisa—. Creo que fue correcto que llegara temprano.

—Ahm, si, el chico con quien que trabajo dijo que cerráramos temprano —sonreí.

—Ya veo por qué, la luna —señaló a la luna llena.

Matteo giró hacia donde estaba Agustín.

—¡Oh, disculpa! ¿Quién eres?

Ruggero miró a Matteo con indiferencia.

—Soy Agustín Bernasconi —respondió—. ¿Y tú?

—Matteo Balsano, mucho gusto Agustín —le tendió la mano agradablemente, Ruggero la miró con repugnancia y no correspondió el saludo.

—Mmm...

Matteo dejo de tenderle la mano a Ruggero y me miró como pidiendo una explicación, yo sólo me limité a sonreír y a hacerme la loca.

—Bueno, pues, ¿nos vamos, linda? —me preguntó.

—Ah, cla...

Ruggero me interrumpió.

—¡Si, ya vámonos!

Ruggero me tomó del brazo.

—¿Qué? —preguntó Matteo.

—Mira, niño, tengo que acompañarla —habló el castaño—. Su papá me ha pedido que la cuidara, ya ves como está la situación hoy con mi... —hizo una pequeña pausa—. Digo, con la luna y no puedo dejarla sola, menos con un desconocido como tú.

Matteo le dio una mirada a Ruggero que no era muy amable. Por la culpa de Ruggero, Agustín se está buscando enemigos gratis.

—Matteo, todo estará bien, Agustín es muy buen amigo mío.

—De acuerdo. Comprendo que es arriesgado salir en estos tiempos.

Ruggero sonrió falsamente.

—Pues ya, caminen —habló Ruggero.

🌙🌙🌙

Nos encontrábamos en un restaurante de comida mexicana, Ruggero y Matteo se habían sentado frente a frente y yo me encontraba en la orilla del lado derecho de Matteo y de del lado izquierdo de Ruggero, se podría decir que estaba en medio.

Ninguno comentaba nada, sólo podía sentir la tensión en el aire, mientras observaba como Ruggero miraba con odio a Matteo.

—Oigan...

Matteo me interrumpió.

—Aún no puedo entender por qué tu papá quiso que tu amigo te acompañara, me hubieras dicho para ir a pedirle permiso yo mismo, así no le deban molestias a Agustín, ¿verdad?

—¡De ninguna manera, Matías!

—¡Es Matteo!

Ruggero rodó los ojos.

—Bueno, como sea, no me importa —comentó desinteresadamente—. Creeme, no es molestia, yo por Karol lo hago con mucho gusto.

Sonreí falsamente y mire a Ruggero.

—Bueno, es que ya sabes... Cuando los padres le tienen confianza a algún amigo tuyo, sucede esto —dije y tome un sorbo de la bebida que tenía enfrente.

En verdad esto se me estaba haciendo bastante incómodo.

—Si, lo comprendo, pero espero que para la siguiente me dejes hablar con tu papá, para hacerle saber que estás en buena compañía y que no tiene por que angustiarse —abrí los ojos como platos y Ruggero comenzó a reír.

—¿Qué es lo gracioso? —preguntó Matteo enojado.

—Nada, nada, es que, niño, sería inútil que hablaras con su papá, no te va a tener confianza —habló Ruggero.

—¡Puedo ganarme su confianza! —dijo a la defensiva Matteo.

—¡Ya basta! —dije harta de todo esto. Solté un suspiro lleno de frustración—. Lo lamento mucho, Matteo, pero hablar con mi papá resulta difícil —Matteo abrió los ojos y me dio una mirada triste—. No es porque no quiera que hables con él, creeme que si se pudiera con mucho gusto —Ruggero frunció el ceño y me miró con atención—. Pero mi padre es una persona muy ocupada y por lo tanto, casi no lo veo, es por eso... —cambie mi tono de voz a uno más duro y mire a Ruggero—. Que Agustín me cuida cuando él no está.

Ruggero sonrió, que agradezca que lo ayude con su ridícula mentira.

—Lo entiendo —suspiró el chico.

—Tú la escuchaste —comentó Ruggero y tomó un trago de su coca cola.

Matteo lo miró mal.

—Aquí están sus tacos —llegó el mesero.

—¡Gracias! —dijimos al unísono.

—Ustedes platiquen —dijo Ruggero—. Hagan de cuenta que no estoy aquí.

—Pero antes iré al sanitario —dije y me levante de la mesa, tenía que lavarme las manos antes de agarrar los alimentos.

Me dirigí al baño dejando solos a Matteo y Ruggero.

Con Ruggero

—¡Oye, Agustín! —Ruggero miró a Matteo—. Te doy todo el dinero que quieras, si me dejas a solas con ella.

Ruggero curvo la comisura de su boca y miró a los ojos a Matteo, era una lástima que no pudiera utilizar sus poderes hipnóticos en este inútil cuerpo humano.

—¿Ah, si? —Ruggero levantó una ceja—. ¿Y cómo cuánto me vas a dar?

Estaba claro que Ruggero no se iba a ir de ahí ni porque le dieran todo el dinero del planeta.

—Dime, ¿cuánto quieres?

—Con que niño rico —soltó una risita Ruggero.

—Entonces, ¿qué dices? —sonrió Matteo.

Ruggero se puso serio, ocasionando que Matteo igual lo hiciera.

—Puedes meterte tu dinero por el trasero y de una vez te advierto, niño, aléjate de ella.

—¿Y quién me lo va a impedir? ¿Tú? —dijo riendo de manera superficial.

—¡No! Yo no, pero conozco a un chico que te puede hacer mucho daño.

Ruggero sonrió escalofriantemente.

En eso Sevilla llegó a la mesa.

—¡Genial!, veo que estaban hablando, ¿de qué me perdí? —comentó la chica de cabello color caramelo.

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