Capítulo 30 •No quiero sentir nada•

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—Deberías ir a casa —me dijo Ruggero

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—Deberías ir a casa —me dijo Ruggero.

—Estoy asustada, Ruggero, ¿cómo puedes pedirme eso? —los nervios los tenía de punta, no podía irme tan tranquila a casa cuando sé que en todo momento corro peligro. Las pesadillas han entrado a mi casa, destruyeron mi habitación, me hicieron daño físicamente y no sé que cosa esté en mi sótano, ¿puedo estar yendo a casa así?

—Mira, niña, no puedo estar contándote cuentos para que se te pase el estúpido miedo, es más seguro que estés dentro. Si no hubiera llegado a tiempo esa cosa ya te hubiera asesinado —me dijo algo molesto.

—¡Ruggero, no puedes dejarme así, ellas me quieren matar por tu culpa!

Ruggero rodó los ojos.

—De igual forma no puedes estar fuera de casa, te puedes enfermar.

—Eso es lo que menos me importa, esas cosas entraron a mi casa, destruyeron mi habitación. Y, no sé que hay en mi sótano —dije y Ruggero me miró con los ojos bien abiertos.

—¿Por qué carajo no me habías dicho?

—¡Por eso vine, idiota! —exclamé molesta—. ¡Vine a decirte lo que pasó!

No sabía que hacer, es algo que se me va de las manos, ¿cómo puedo evitar que esas cosas no me hagan daño? Ruggero es el único que puede hacerlo.

Ruggero se acercó a mí y soltó un suspiro.

—De acuerdo. Mira, puedes estar tranquila, me voy a encargar que no te pase nada —no pude evitarlo y lo envolví en un abrazo, que por alguna razón me sentí tan tranquila y llena de paz, pero Ruggero no lo correspondía, casi podía imaginar su rostro asombrado.

Ruggero me separó de él.

—No hagas eso —dijo fríamente.

—Lamento si te molestó, fue un impulso.

—Lo comprendo. Ve a casa, te veo allá.

Ruggero se desapareció de mi vista.

Con Ruggero

La lluvia caía sobre el lindo cabello del hijo de la luna, mientras se dirigía a su casa en medio del bosque, donde lo esperaba una hermosa mujer.

Al llegar entró algo frustrado.

—Te ves molesto, cielo, ¿por qué? —preguntó aquella mujer.

—Porque, le quieren hacer daño, mamá —dijo y se acercó a aquella mujer de cabello casi gris.

—Sabíamos que pasaría, cielo, ellas siempre quisieron que destruyeras este pueblo —Ruggero tomó asiento frente a la chimenea—. Pero dime, hermoso. ¿Aún quieres destruirlo?

El ruloso negó.

—No, mamá. Ya no soy capaz.

La luna sonrió.

—Yo nunca estuve de acuerdo con eso, cielo, porque gracias a este pueblo que odias tanto te tuve a ti —lo abrazó y soltó un suspiro—. Cariño... Sé lo que sientes por esa chica.

Ruggero la miró.

—¿Qué dices? —preguntó serio.

—No trates de cegarte más. El amor es un sentimiento muy bello —sonrió.

—No creo —dijo—. El amor te hace hacer cosas espantosas. Como ofrecerte.

La luna miró a su hijo.

—Es que eso no era amor, cielo, era deseo, el amor es muy diferente, sientes la necesidad de proteger a esa persona, asegurarte de que esté bien, dar todo por esa persona.

—¿Qué pasa contigo? —preguntó Ruggero—. ¡Odias a los mortales!

La luna negó.

—No del todo, tú eres un mortal, Ruggero, naciste de mortales, que te haya otorgado poderes no significa que has dejado de serlo, tienes sentimientos, eres capaz de sentir todo lo que un mortal siente. Y te adoro, cariño.

—¡Yo no quiero sentir nada, mamá! Quiero que Karol me deje de interesar, pero...

—Sientes las necesidad de protegerla —Ruggero asintió—. Entonces, ¡ve por ella!

•Karol•

Cuando llegue a casa me di cuenta que los hombres que iban a remodelar ya se encontraban ahí.

—Señorita —me dijo Amanda con el teléfono en la mano—. Estaba a punto de marcarle.

—Gracias, Amanda —le sonreí.

🌙🌙🌙

Debo decir que ese servicio de remodelación era muy rápido habían dejado mi cuarto impecable.

Y ya que estaba todo en orden, me tire a la cama. Trataba de estar tranquila, Ruggero me dijo que vendría, así que era mejor esperarlo.

Ruggero apareció fuera de mi ventana, la abrí rápidamente y lo deje entrar.

—Buenas noticias, nena, pasaré la tarde contigo —me sonrió.

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